La Jornada sábado 6 de noviembre de 1999

Imanol Ordorika *
Del absurdo al acuerdo

Todos debemos congratularnos de que la tensión entre el movimiento estudiantil y el gobierno del DF durante la marcha convocada por el Consejo General de Huelga ayer no se haya transformado en una confrontación violenta y no haya dado lugar a hechos que lamentar. El acuerdo alcanzado entre marchistas y representantes gubernamentales es un triunfo de la voluntad de diálogo y entendimiento de las partes involucradas y de la demanda generalizada de la ciudadanía por evitar la violencia, la provocación y la represión.

Las imágenes de ayer, sin embargo, no dejan de provocar un amargo sabor de boca. La tensión que vivieron en primer lugar los participantes en la marcha y los negociadores gubernamentales (y también la de quienes observamos y estamos relacionados de una forma u otra con este proceso) parece un gran absurdo, una situación carente de todo sentido. El alivio que mostraban las caras de manifestantes y autoridades, y el que sentimos al ver que se había alcanzado un acuerdo, no puede hacernos olvidar el absurdo de una situación que pudo haber resultado en una confrontación en la que estudiantes fueran otra vez objeto de la acción incontrolable de las fuerzas represivas.

ƑCómo pudimos arribar a una situación en la que el afán de preservar un absurdo principio de autoridad enfrentó al gobierno democrático del DF contra una manifestación que enarbola demandas legítimas? ƑCómo fue posible que el movimiento estudiantil permitiera que su dirección sectaria y provocadora lo llevara a un enfrentamiento contra un gobierno capitalino que comparte las justas demandas de gratuidad y congreso universitario, además de haber demandado a las autoridades universitarias una solución negociada al conflicto en la UNAM? ƑCómo hemos permitido que el gobierno federal y el rector de la UNAM nos conduzcan a esta situación que sólo beneficia a la derecha universitaria y al PRI?

Durante los últimos meses las pugnas al interior del movimiento estudiantil han acaparado la atención colocando las demandas fundamentales de este movimiento, gratuidad y congreso resolutivo, en un segundo plano. En la confrontación de la dirección del CGH contra el Partido de la Revolución Democrática y el gobierno del DF se ha perdido de vista a los responsables fundamentales de la actual crisis universitaria: el presidente Zedillo y el rector Barnés.

Como muchos han señalado, esta compleja situación se explica en parte por la expresión en la UNAM de un sentir generalizado de hartazgo, enojo y desconfianza de la ciudadanía, una muestra de la desarticulación social que han provocado las crecientes dificultades económicas y la crisis política por la que atraviesa el país. Sobre la indignación justa del movimiento se han montado expresiones políticas sectarias que priorizan su propia agenda y sus métodos antidemocráticos e intolerantes por encima de los intereses legítimos del movimiento. No podemos dejar de reconocer que la crisis universitaria se ha visto complicada además por la falta de coherencia, y la dispersión de posiciones del PRD cuyos órganos burocráticos han actuado con una gran falta de sensibilidad y con arrogancia, sin respetar la dinámica interna del movimiento y atropellando a sus propios partidarios en la Universidad.

Sin embargo, es necesario reiterar que los principales responsables de que la Universidad se halle inmersa en este conflicto y de que la huelga se haya extendido por más de seis meses son precisamente el rector Barnés y el presidente Zedillo. No es posible pasar por alto que el rector ha saboteado cualquier posibilidad de solución interna pugnando constantemente por una acción represiva contra los estudiantes. Hay que recordar que se ha negado a reconocer al movimiento y su organización representativa como interlocutores con los que era necesario dialogar desde hace meses para negociar una solución satisfactoria a las demandas justas de los estudiantes. Es imprescindible entender que el Dr. Barnés ha sido un obstáculo para la solución a la huelga y que ha podido mantenerse en su puesto de rector, a pesar de su incapacidad y falta de vocación para buscar una solución, gracias al apoyo que le ha brindado el presidente Zedillo.

En este contexto, el haber evitado una confrontación en el Periférico ayer adquiere un importante significado. Los estudiantes mostraron que a pesar de su desconfianza y de la dinámica interna de su dirección, tienen la capacidad para entrar a un proceso de negociación sin claudicaciones preservando sus derechos y su dignidad. El gobierno de la ciudad mostró que es posible conciliar derecho de manifestación y libre tránsito, actuando con base en la experiencia y tradición democrática de sus integrantes. Ambos salieron airosos de una situación que auguraba los peores resultados. Con ello evidenciaron la mezquindad y estrechez de miras de la derecha universitaria que se niega a entrar a un proceso real de negociación con los estudiantes por el temor a perder el control que han ejercido sobre la UNAM y las prebendas de que han hecho uso durante los últimos cuarenta años.

Que la forma en que se encontró una salida a la crítica situación de ayer sirva de ejemplo para construir una solución a la huelga en la UNAM. Que permita a todos los actores universitarios ubicar a los adversarios reales y los temas centrales del conflicto. Que contribuya a eliminar los obstáculos que impiden un proceso real de negociación dentro de la Universidad.

Que sirva para aislar y evidenciar a quienes se empeñan en mantener el control burocrático sobre la institución y para dar paso al proceso de transformación que estudiantes y académicos hemos demandado. Si así fuera, el absurdo y la desazón de ayer tendrán un efecto positivo en el futuro de la Universidad, la ciudad de México y el país entero.

*Dirigente del Consejo Estudiantil Universitario de 1986 a 1990, doctor en Educación por la Universidad de Stanford, investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM y miembro fundador del Partido de la Revolución Democrática.