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México, D.F. domingo 14 de noviembre de 1999
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ƑUNA RUPTURA CON LA HISTORIA?

SOL El futuro se construye en el presente, que a su vez condensa las adquisiciones del pasado. Querer ignorar la Historia, por consiguiente, significa romper con las bases de la identidad nacional y lanzar a un país desarraigado a una aventura. La Constitución Mexicana, no hay que olvidarlo, es el fruto de dos grandes movimientos sociales que forjaron al país: la Reforma y la Revolución. Dos guerras sangrientas dieron las bases para la liberación y la dignidad eliminando el poder de los príncipes laicos o eclesiásticos y crearon las condiciones para una enseñanza laica y gratuita, para todos, y para la separación entre el Estado (o sea, los ciudadanos, cualesquiera fuesen sus creencias) y las iglesias, en particular aquella que había servido para afirmar la Colonia, la monarquía, los terratenientes y que con sus bienes materiales era poderosísima fuerza conservadora.

Proclamar, por lo tanto, como lo hace el candidato presidencial del PAN, Vicente Fox Quesada, que fomentará en algunas escuelas del Estado el estudio de la religión, y proponer trato por igual en el presupuesto a las escuelas confesionales (que deben ser pagadas por sus fieles respectivos) y a las públicas, es atentar contra los derechos de los no creyentes, que serían obligados a financiar la propagación de credos que no comparten. Además de dar muestra de sectarismo y de una concepción totalitaria y patrimonial del Estado, esa propuesta pretende borrar la historia y someter la formación de las conciencias y las capacidades de los mexicanos a fuerzas destructoras y deformantes. En la versión fundamentalista clerical del candidato en cuestión, el Vaticano u otra autoridad religiosa serían coeducadores de los niños del siglo próximo, como si no hubiera ocurrido la guerra de Reforma. En la versión fundamentalista laica neoliberal de sectores principales de las grandes empresas con las que el candidato tiene fuertes lazos, sería el mercado (o sea, dichas empresas) el que formaría a la juventud del futuro, haciendo tabla rasa también de la Revolución y de sus conquistas.

Hay, por consiguiente, un ataque combinado y concertado contra la educación pública gratuita y laica, que se expresa en el intento de destruir la UNAM desmembrándola, de someter las investigaciones y la calidad de la formación de los profesionistas al dominio de las empresas privadas y su Ceneval, y que se refleja también en la facilidad con que un candidato a la primera magistratura amenaza con violar la Constitución y propone una enseñanza de paga y privada pero subvencionada por el Estado.

Dada la ligereza con que es tratada cotidianamente la Carta Magna sería útil por consiguiente que, en vez de hacer simples campañas electorales, se empezara a discutir cuáles son los grandes ejes para construir un país independiente y qué papel tiene en esa tarea la enseñanza pública laica y gratuita, a todos sus niveles, y el tipo de ciudadanos que se quiere formar.


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