La Jornada lunes 15 de noviembre de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

El nombramiento del próximo rector de la UNAM habrá de ser decidido, todavía más que en ocasiones anteriores, por razones de partidos (PRD y PRI) y de gobiernos (el de Rosario Robles y el de Ernesto Zedillo), y formará parte de una estrategia en la que convergen intereses de grupos, ambiciones electorales (el 2000) y razones de Estado (entre otras, las de seguridad nacional relacionadas con el ERPI).

Los dos principales tiradores

En esa perspectiva de pragmatismo extremo, dos son los personajes que con más interés son analizados hoy como principales aspirantes a la silla que ha dejado vacía Francisco Barnés de Castro: Diego Valadés y José Narro.

Valadés tiene tras de sí la fuerza y las relaciones del grupo de Jorge Carpizo, de tal manera que su perfil parece atractivo a quienes proponen una solución en dos tiempos para el problema de la UNAM: primero, la cesión en lo inmediato (mano suave) de lo que fuese necesario para volver a clases a la brevedad posible; y, segundo paso, la recomposición política (mano dura) que conjurase las posibilidades de una nueva crisis como la actual.

La historia de Valadés, sin embargo, actúa en su contra para los efectos universitarios hoy buscados (si los objetivos fuesen la integración a la campaña de Labastida, la integración al aparato del gobierno federal, o la postulación priísta a un cargo de elección popular, la citada historia política funcionaría positivamente).

Más veladoras a San Jorge

Por principio de cuentas, no parece sano para los equilibrios de los grupos priístas de poder la entrega consecutiva de dos posiciones importantes a miembros de un mismo bando. Apenas la semana pasada se ha nombrado a José Luis Soberanes (un proclive a Jorge Carpizo) como nuevo ombudsman nacional (en medio de un vergonzoso naufragio parlamentario del PRD, y del avasallamiento del PRI frente al PAN, que resultó finalmente el gran triunfador de ese episodio). Recuérdese que otro afiliado al clan de Carpizo es actualmente el procurador general de la República, Jorge Madrazo, con lo que se sostiene el eje político que va de un centro de investigación de la UNAM, pasa por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, llega a la PGR y merodea Gobernación.

Sin embargo, no sería ese punto (la concentración monopólica del poder jurídico y académico en el grupo de Carpizo) el más preocupante, ni las expresas relaciones políticas habidas entre Valadés y Labastida (el primero fue funcionario del gobierno estatal del segundo, en Sinaloa), sino la pública y conocida sospecha de complicidad que ha acompañado a Diego desde que era procurador de Justicia de la nación en la hora aciaga del asesinato de Luis Donaldo Colosio.

Nadie sabe, nadie supo...

Valadés, como los siguientes procuradores, y la cascada de fiscales especiales, y algunos otros destacados personajes públicos, han aparecido desde aquellos primeros momentos, y más conforme pasa el tiempo, como parte de la obediente maquinaria que a la orden de quienes entonces tenían el poder máximo, el presidente Salinas, y el vicepresidente ejecutivo, José Córdoba, acomodaron a los deseos superiores todas las actuaciones, escenarios y elementos para que aquel crimen de Estado quedase para siempre irresuelto.

Frente a las suspicacias que saben provocaría la instalación de Valadés en la rectoría, en el ámbito que toma las decisiones se analiza como alternativa a José Narro, quien actualmente se desempeña como subsecretario de Salud. Dado que Juan Ramón de la Fuente, el secretario del ramo, ha decidido no participar en el proceso universitario, sino seguir hasta el final en el gabinete zedillista, Narro podría ser la carta de la corriente zedillista con la que se buscaría destrabar el conflicto universitario. Entre los argumentos con los que se piensa convencer a los cercanos a Carpizo para que abran el camino a Narro está el hecho de que éste fue colaborador del ex rector, ex ombudsman, ex procurador y ex secretario de Gobernación.

Valadés o Narro, parece ser la incógnita que, oportunamente, les será revelada a los miembros de la Junta de Gobierno, para su adecuada operación.

La gustada sección de sociales

Esta piadosa columna se ha llenado de regocijo al saber de las acciones caritativas de mexicanos y mexicanas que, llenos de preocupación por los desposeídos, se han organizado para paliar esas cuitas (¿Las cuitas de quién? ¿De los caritativos o de los desposeídos? Encuentre usted mismo la respuesta).

Por ejemplo, el pasado 27 de octubre, Joan Davidow, esposa del embajador estadunidense en México, organizó un desayuno de damas diplomáticas en el que se recolectaron fondos y víveres para los damnificados de Hidalgo. En la reunión se exhibieron joyas de Sergio Bustamante, cantó el grupo estadunidense Sweet Adeline y bailó el ballet folclórico de la República Eslovaca.

En días pasados se reunieron unas 70 damas integrantes de la fundación Hermanos del Anciano. Según la nota firmada por Marco Antonio Mata, publicada en el suplemento Club Social, del diario Reforma, de donde se tomó la información de los párrafos anteriores y posteriores, las asistentes ``se deleitaron con los alimentos servidos para la ocasión, disfrutaron de la presencia de un mago que realizó algunos trucos y gozaron de las excelentes melodías que interpretó un trío''. Al final, donaron trescientos pesotes para beneficio de los ancianos minusválidos. Entre otras personas solidarias estaban Adriana Salinas de Gortari, Paulina Castañón de Salinas, Consuelo Ríos Zertuche, Eugenia de Díaz Ordaz, Maruca Pasquel y Lupita Molina.

Recordando a Porfirio Díaz

Y, para que no se crea que todo es política, Madrazos y Labastidas, sepa el versado lector de esta columna que el pasado 26 de octubre, en el museo Franz Mayer, con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, solistas de la Sinfónica Nacional y la voz del tenor Fernando de la Mora, se disfrutó de la llamada cena del milenio, con la que se presentó una nueva línea de tequilas mexicanos.

La peculiaridad del acontecimiento fue la intención de recordar los lustres porfiristas, al escoger un menú lo más cercano que fuese posible al degustado por don Porfirio y sus científicos en 1910, al celebrar el primer centenario de la independencia nacional, y escuchar algunas canciones de aquellos tiempos.

Si usted, estimado lector, desea recrear en la intimidad de su casa tal menú porfirista, simplemente sirva en su mesa lo siguiente -que fue lo disfrutado en días pasados por, entre otros, el principal accionista de Banamex, Roberto Hernández, el empresario tequilero Juan Beckman Vidal, Jaime Orendain, Enrique Legorreta, Fernando Peñafiel, Eduardo Molina, Rafael Higuera y Amador de Carvalho-: mextlapique de nopalitos, xoconostles y piñones con vinagreta de sangrita y tequila; refoulé de aguacate con sumum de tequila y granada; filete independencia vernis en espejo de crisol y compota de guayaba; y marquizaje de chocolates claros y oscuros con coulis vermeille y delicados al tequila. ¡Salud!

Astillas: ¡Despierta, Diego!, fue la consigna que olvidó lanzar el sábado pasado Vicente Fox en su toma de protesta como candidato presidencial, pues Fernández de Cevallos simplemente no asistió al acto, con lo que se ha demostrado que la división en la cúpula panista va en serio.

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