LA HABANA: CUMBRE EN DECLIVE
La novena reunión iberoamericana de jefes de Estado y de gobierno, que se inicia hoy en La Habana, acusa el perceptible desgaste de ese mecanismo multinacional de deliberación e intercambio. Los conflictos entre diversos gobiernos iberoamericanos, que ciertamente no tendrían por qué interferir en la realización de tales encuentros, se han traducido, sin embargo, en boicoteos contra la cumbre. Es el caso de las ausencias de los mandatarios chileno y argentino, Eduardo Frei y Carlos Menem, en protesta por los procesos legales que tienen curso en España contra ex dictadores militares de sus respectivos países, así como de la inasistencia de tres de los cinco presidentes centroamericanos por sus fobias ideológicas hacia el régimen cubano.
La idea central de esta cumbre ųy de sus antecesorasų es disponer de un foro de análisis conjunto para lograr mejores condiciones a los países de Iberoamérica ų530 millones de habitantes, nueve por ciento de la población mundial y un producto interno bruto que, en conjunto, alcanza más de dos y medio billones de dólaresų en su obligada inserción en la globalizada economía planetaria. Pero este tema ha pasado a segundo plano ante una serie de diferencias entre gobiernos integrantes de esa comunidad multinacional difusa, aunque potencialmente poderosa. El denominador común de tales diferendos es la contraposición entre las soberanías nacionales ųo los alegatos oficiales que las reivindicanų y la internacionalización de la promoción de los derechos humanos.
Así, dos de los asuntos más presentes en esta reunión cumbre, aunque se mantengan fuera de las agendas oficiales, son la situación del decrépito tirano Augusto Pinochet, quien permanece arraigado en Londres, en el contexto del juicio de extradición emprendido en su contra por un juez español por delitos de genocidio, y las órdenes internacionales de aprehensión pedidas por ese mismo magistrado de casi un centenar de militares argentinos que constituyeron la cúpula de la dictadura sangrienta que arrasó el país sudamericano en los años setenta y ochenta.
En una dimensión mucho menor, las noticias sobre audiencias previas al encuentro oficial entre disidentes cubanos y mandatarios y funcionarios extranjeros se han situado en el primer plano noticioso, por encima de los preparativos y los temarios que abordarán los jefes de Estado y de gobierno presentes en la isla. Aunque tales reuniones son sin duda incómodas e irritantes para el gobierno de Fidel Castro, éste ha tenido la sagacidad política de no buscar impedirlas. Sin embargo, no ha podido evitar que la prensa internacional se haga eco de la campaña de hostigamiento contra los opositores emprendida por el régimen en vísperas del encuentro, cuya realización es, de todos modos, políticamente crucial para la acosada nación caribeña.
En tales circunstancias, la propuesta de resolución que rechaza la extraterritorialidad de los actos legislativos ųy que originalmente iba dirigida contra la injusta e inmoral ley Helms-Burton, que establece sanciones para empresas y gobiernos que comercien con Cubaų requerirá, para ser aprobada, de verdaderos malabarismos en las negociaciones a realizarse entre hoy y mañana.
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