Ugo Pipitone
Otra Cumbre Iberoamericana
ƑQuién recuerda las anteriores? Confieso que yo no. Y sin embargo el instrumento podría jugar un papel importante en un contexto de globalización desregulada que requeriría que grupos de países hicieran valer sus razones colectivas en la construcción de equilibrios mundiales más humanamente aceptables que los actuales. Digámoslo brutalmente: América Latina no existe. No en el terreno político, por lo menos. A juzgar por los resultados, no parecería que las Cumbres Iberoamericanas hayan sido hasta ahora la partera de una voluntad colectiva que sigue endeble.
La actual cumbre, inaugurada ayer, tiene más interés por el país en que se realiza que por los resultados que de ella se esperan. Con razón, los más de mil periodistas congregados en La Habana están más ocupados en reportar la situación interna de la isla --prolongación desconcertante de una voluntad renovadora degradada en el tiempo hacia un delirio autoritario-- que en registrar los resultados esperados de un nuevo encuentro del cual todo mundo sabe que saldrán equilibrismos declaratorios, buenas intenciones y algo más.
Algunos países insistirán, esta vez, en la necesidad del rechazo de la aplicación extraterritorial de la justicia. Tenemos aquí un tema peliagudo. Estamos en una parte del mundo en que Estados Unidos ha jugado por mucho tiempo como un poder oculto y, en ocasiones, como organizador de golpes militares e, incluso, de violaciones directas y explícitas de la soberanía de varios de los países de la región. Pero la actual "violación de soberanía" no viene de EU, sino de España. O, mejor dicho, de un juez español que, evidentemente, considera los derechos humanos un tema de jurisdicción universal.
La sensibilidad regional hacia el tema es más que comprensible. Y sin embargo, la ausencia en la Cumbre de La Habana de Frei y de Menem, en protesta por el asunto de Pinochet y por la orden de captura de parte de la justicia española de un centenar de militares argentinos, es un hecho indecoroso. Que la soberanía nacional se esgrima para ocultar la impotencia nacional a hacer justicia debería ser motivo de vergüenza y no de ejercicios patrioteros de baja, si es que de alguna, dignidad política.
Vamos hacia la globalización, como antes tuvimos una revolución neolítica y después la revolución industrial. Un hecho histórico de consecuencias impredecible. Desgarrarse las vestiduras como vestales ofendidas por la profanación de una soberanía incapaz de justicia, es la forma mejor para no asumir los problemas y las posibilidades que este nuevo jalón de la historia presenta a todos los pueblos del mundo. Y resulta francamente humillante que los temas de soberanía se esgriman para defender individuos cuyo paso por la política significó asesinatos de opositores y terror de masas.
Si no se quería que España o Inglaterra hicieran aquello que muchos, en Chile y en Argentina, reciben con regocijo, como un acto de justicia que viene del exterior, Ƒpor qué no fueron las Cumbres Iberoamericanas a tomar la iniciativa de constituir un tribunal regional contra los crímenes masivos cometidos en nombre de una razón de Estado enloquecida? ƑPor qué no fueron las Cumbres Iberoamericanas a establecer con hechos concretos, más allá de la fraseología diplomática, las condiciones para que estas monstruosidades no volvieran a repetirse?
La soberanía nacional es cobija demasiado amplia y demasiado estrecha al mismo tiempo. Es amplia cuando se usa como instrumento de legalización de la impunidad. Es estrecha cuando, frente a las recurrentes intromisiones de EU en la vida política de varios países de la región, se prefiere cerrar un ojo, o los dos, y resolver las cosas, a lo sumo, con declaraciones altisonantes sin consecuencias reales.
Hasta ahora, el balance no es exaltante: las cumbres mucho se parecen a una ocasión perdida en el camino de dotar a esta parte del mundo de una personalidad colectiva proyectada hacia mayores niveles de civilidad. Una retórica sin voluntad política, un deseo de unanimismo cuyo costo es la inacción. Un desperdicio de tiempo en un subcontinente para el cual el tiempo es el factor más escaso, antes de que nuevos brotes de desesperanza social, o de voluntad de reforma, alimenten renovadas tentaciones autoritarias. Hay momentos en que los políticos están dramáticamente por debajo de las necesidades de los pueblos que representan. Por desgracia, éste es un momento de este tipo.