La Jornada martes 16 de noviembre de 1999

Gilberto López y Rivas
La corrientes internas en el Ejército

PROTEGIDOS POR EL secreto militar y por la exacerbada concentración de poder en el Presidente de la República, las fuerzas armadas han logrado mantener bajo estricta reserva las distintas corrientes doctrinarias que existen en su interior. Sin embargo, el análisis de cada una de las expresiones públicas y privadas que provienen de los mandos castrenses, así como de sus silencios, permite asomarse a la forma de pensar de los militares mexicanos e imaginar sus escenarios internos.

En los altos círculos del poder militar coinciden en que las fuerzas armadas respetarán el resultado de los próximos comicios presidenciales. Eso significa que estarían dispuestas a ofrecer las mismas lealtad y subordinación a un jefe supremo de las fuerzas armadas, ya sea de las filas del Partido de la Revolución Democrática o del Partido Acción Nacional, las dos únicas fuerzas de oposición potencialmente capaces de vencer en la elección presidencial.

Para los jefes militares sería preferible una victoria del Partido Revolucionario Institucional en la elección presidencial, porque creen que la continuidad administrativa equivale a condiciones de mayor estabilidad para el país. La mera posibilidad de cambio no es algo fácil de aceptar para unas Fuerzas Armadas ancladas en la ideología, las instituciones y los intereses creados por el régimen de partido de Estado.

Sin embargo, el triunfo priísta no es la única hipótesis a considerar en los cálculos militares. La posibilidad de la victoria de la oposición establecería eventuales escenarios que ya se analizan en las filas castrenses. En cualquiera de ellos, Chiapas y la contrainsurgencia en otras gestiones del país representan la referencia obligatoria y fundamental.

Las fuerzas armadas tendrían que superar sus propias contradicciones internas relacionadas con el conflicto chiapaneco y la contrainsurgencia. Por el carácter de las operaciones militares en marcha, así como las escasas pero importantes declaraciones de los jefes castrenses, se advierte que están en juego dos posiciones encontradas: una pro estadunidense, militarista, decidida si es posible a librar una guerra contrainsurgente clásica, con las vertientes de arrasamiento y destrucción de la fuerza rebelde, y otra posición tradicionalista-nacionalista que defiende una estrategia de contención y disuación para limitar geográficamente al EZLN y otros grupos armados, e impedir su avance y consolidación social.

Se considera que el EZLN ha significado una permanente caja de Pandora para el Ejército. Los mandos castenses reconocen el peso político del EZLN y la capacidad militar del subcomandante Marcos, el líder y estratega militar de los zapatistas.

La elite de jefes y mandos militares en México considera que el conflicto en Chiapas no será suelto durante los meses que le restan al gobierno del presidente Ernesto Zedillo. El peso dominante de los errores, vacilaciones y retrocesos en el tratamiento de la crisis chiapaneca ofrece elementos para confirmar un supuesto básico, entendido en ambos lados del campo de batalla: no existe fórmula posible en este gobierno para lograr la firma de un acuerdo de paz estable y duradero.

Los militares estarían preocupados por una victoria eventual del PAN en las elecciones presidenciales, debido a su postura beligerante en contra de los movimientos populares. Esta línea intransigente do-minó las posturas del blanquiazul en momentos importantes del conflictos en Chiapas, desde la declaración de Diego Fernández de Cevallos, quien dijo en 1994 que si él fuera presidente jamás negociaría con encapuchados, hasta la persecución de los efectivos zapatistas en febrero de 1995, en la que también fue un protagonista principal el entonces procurador general de la República, Antonio Lozano Gracia. Fuera de honrosas excepciones en la Cocopa, no existe una tendencia a negociar con el EZLN en la historia política reciente de Acción Nacional.

En el segundo escenario se considera la posible victoria del candidato perredista. Aunque existen posiciones disímiles respecto del PRD, el consenso aparente entre los mandos militares incluye el respeto a una posible victoria electoral del candidato perredista. Los militares creen que un gobierno emanado del PRD sería de corte populista. Ante la miriada de posiciones políticas que fluyen y se encuentran en la vida interna de este partido, la estrategia castrense apuntaría hacia la búsqueda de alianzas con sus sectores más moderados.

Una demostración de profesiona-lismo ante un mandatario no priísta implicaría que los militares mexicanos se habrían separado ideológicamente del partido que ellos mismos ayudaron a formar en 1928 y del régimen que apoyaron durante 70 años. En la eventualidad de un presidente que provenga de las filas de la oposición, las fuerzas armadas tendrían una oportunidad única para demostrar que son leales a las instituciones y no al partido en el poder, que están al servicio de la nación y no del Presidente, que mantienen el respeto a la Constitución y la lega-lidad. Sería la mejor oportunidad de demostrar que entre las fuerzas armadas predomina la corriente nacionalista y patriótica, y no la pro estadunidense y militarista.