* Festeja la OEI medio siglo de actividades
Nueve grandes de Iberoamérica se exhibirá en el Dolores Olmedo
* Obras atípicas, propiedad de particulares, dice Jacob Lechuga
Mónica Mateos * La sede en México de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), instancia que celebra sus 50 años, ofrece con motivo de ese festejo una exposición plástica digna de conocedores. Se trata de nueve obras maestras realizadas por Rufino Tamayo, Frida Kahlo, Remedios Varo, Roberto Matta, Wifredo Lam, Armando Morales, Joan Miró, Fernando de Szyslo y Oswaldo Guayasamín, que se inaugurará el próximo jueves en el Museo Dolores Olmedo Patiño.
Leobardo Jacob Lechuga, curador de la muestra, opina que se eligieron obras ''atípicas", es decir, cuadros poco vistos, la mayoría pertenecientes a colecciones privadas, pues ''no se buscó una selección para resaltar a determinados autores, sino para hacer disfrutar a los espectadores". En la diversidad de estilos de las nueve piezas se refleja la riqueza cultural de una región que, no obstante, en el terreno artístico se vio obligada durante el presente siglo a asumir una postura frente a las vanguardias y éstas, ''pese a su carácter internacional, se desarrollaron en los grandes centros urbanos europeos y estadunidenses", señala Sylvia Pandolfi en el catálogo de la exposición.
Agrega que la mayoría de los artistas iberoamericanos con reconocimiento internacional se formaron, radicaron o residen en Londres, París, Berlín, Nueva York o Los Angeles; ''a contracorriente de lo anterior, ha persistido en el artista e intelectual latinoamericano una sensación evidente de vivir en la periferia, en un plano paralelo de ese gran enunciado global".
De Rufino Tamayo a Roberto Matta
Las obras que se exhibirán en Nueve grandes de Iberoamérica son: El fumador (1965), de Tamayo (1899-1991). En el año del centenario de su nacimiento, apreciar una obra del artista oaxaqueño es propiciar una reflexión acerca de su concepto de vanguardia. Siempre apegado a la figuración y teniendo al cubismo como estructura de cimentación, representó con el mismo interés lo cotidiano, lo humano y lo animal, así como diversas formas del mito.
Cabeza de napal (1976), del ecuatoriano Guayasamín (1919-1998), artista considerado el embajador plástico ''oficial" de su país, pues fue requerido para muchos encargos internacionales. En su obra se ocupó de retratar el sufrimiento, la enajenación y la necesidad de justicia de los pobres.
La francés (1956), de Lam (1902-1982), pintor cubano que forjó su carrera en España y Francia. Cuando retornó a Cuba en 1940 fue para plasmar una gran energía: lo salvaje, lo mágico del Caribe.
Mujer en rojo (s/f), de Varo (1908-1963), nacida en Gerona, Cataluña, llegó a México a principios de los años cuarenta. Deseaba que sus obras, tanto por formato como por técnica, se emparentaran con el arte flamenco del siglo XV, con sus figuras esbeltas, sus perspectivas falsas y la simultaneidad de acciones narrativas en el mismo espacio.
Mesa ritual (1965), de Fernando de Szyszlo (Perú, 1925), artista abstracto que consiguió atención internacional desde una época temprana. En sus composiciones se reconcilian elementos del geometrismo y procesos del informalismo.
Un dibujo sin título de Joan Miró (1893-1993), artista español que logró vivir lo suficiente para testificar su innegable aportación al arte del siglo XX.
Probite de l'oeil (1956), de Matta (Chile, 1911), naturalizado francés, es quizá uno de los artistas de Latinoamérica con mayor presencia en colecciones mundiales y uno de los más citados en crónicas y análisis del arte del siglo XX, no sólo por su participación dentro del surrealismo, sino por la influencia que ejerció entre los artistas estadunidenses de la posguerra.
La máscara de la locura (1945), de Kahlo (1907-1958). El rostro de la pintora mexicana aparece cubierto por una máscara que conjura por ese instante el dolor, pero no la ternura y cierta felicidad, a la manera siempre agridulce de esta creadora.
Mujeres entrando al espejo (1981), de Morales (Nicaragua, 1927), excelente grabador y litógrafo, su obra tiene mucho que ver con la pintura metafísica italiana y se le reconoce su técnica pictórica que crea universos, donde el desnudo femenino es una presencia sólida sin caer en la idea del exotismo sensual del trópico.