Lo que no pudieron lograr consejos y exhortos parece que será alcanzado por la necesidad política: hacer humilde a Vicente Fox.
Fox, el hombre que ha sido capaz de adueñarse de su partido, de imponer su candidatura mesiánica a una organización otrora ciudadana, ha sido obligado por las circunstancias políticas a echarse para atrás en sus reiteradas opiniones sobre Diego Fernández de Cevallos y ahora busca su colaboración.
Vale la pena recordar cómo empezó esta situación. Las relaciones entre los dos hombres fuertes del PAN hace mucho que son tirantes a juzgar por algunas declaraciones de Fox y por la inasistencia del jefe Diego a los actos públicos del guanajuatense. El colmo ha sido la aparición de un libro en el que Fox asegura que Diego aflojó el paso en la campaña de 1994 justo en el momento en el que podía ganar. Por los resúmenes periodísticos se infiere que, por esta razón, Fox supone que habría perdido el PAN la campaña presidencial de aquel año. En el mencionado libro, intitulado A Los Pinos, también se asegura que la segunda vez que el jefe se echó para atrás fue cuando declinó aceptar la candidatura panista para el Distrito Federal.
Este es el contexto en el que el candidato presidencial del PAN solicita públicamente el perdón de Diego Fernández si es que ``hay algún elemento que perturbe o que impida su participación en esta hora tan valiosa, tan crítica e histórica para nuestro país''. A pesar de este llamado, Diego ha señalado que no contestará a través de los medios de comunicación y se muestra cauto en sus respuestas sobre el asunto. No es para menos, hay una trampa en esa disculpa. Si el otrora candidato panista acepta las disculpas pudiese verse obligado a aceptar una candidatura; si no las acepta o no se suma a la campaña, el gobernador con licencia de Guanajuato podría, en agosto del 2000, echarle la culpa del nuevo fracaso del PAN en la ruta por alcanzar la Presidencia. Como es notorio, no hablamos aquí sólo de un asunto de conciencia que incumba únicamente a la familia blanquiazul, sino de unas declaraciones que tienen un claro interés político.
Lo que hace que Fox se muestre contrito y necesitado de perdón se llama Distrito Federal. Si antes no tuvo empacho en criticar a su correligionario, ahora la realidad de los números lo hace reflexionar y buscar la ayuda del que se ve como único candidato fuerte del PAN en la capital de la república. En efecto, las pasadas semanas el Distrito Federal ha sido testigo de la fuerza que han desplegado los dos partidos que se disputan la plaza.
El 7 de noviembre, el PRI logró superar los 700 mil votos en su elección para elegir a quién será su candidato para la jefatura del Gobierno capitalino: don Jesús Silva Herzog. Siete días después, en el proceso interno perredista, el partido del sol azteca superó los 100 mil sufragios y se inclinó contundentemente por la candidatura de Andrés Manuel López Obrador. Aunque en ambos procesos electorales los analistas y críticos hablan de acarreos y aparatos partidarios a favor de los ganadores, lo cierto es que hablamos de una cifra cercana al millón de votos que se destinarían a uno y otro de los dos partidos antes mencionados.
En este contexto cabe hacer el señalamiento de que en el DF el padrón electoral debe alcanzar una cifra cercana a los 5 millones y medio de ciudadanos. De éstos, probablemente sufragará entre 60 o 70 por ciento, algo así como 3.3 o 3.8 millones de votantes. En este sentido, el que el PRI y el PRD sumen cerca de un millón de votos debe preocuparle a Vicente Fox. Esta preocupación aumenta si se considera que en ambos casos hay elementos para afirmar que los flujos de votos pueden aumentar enormemente. En el caso del PRI por los votos duros que no salieron a votar el 7 y por los sectores de ciudadanos que se sientan atraídos por la figura del candidato priísta. En lo que toca al PRD por la vía también del voto duro, pero de igual forma por los sectores que logren atraer los partidos con los que seguramente llegará a acuerdos en la ciudad de México, como el PT y el PCD que dirige Manuel Camacho.
Ante esta perspectiva, Fox debe estar mirando hacia Diego. Los otros precandidatos panistas pueden ser buenos, pero no tienen el arrastre que se necesita para contender con Andrés Manuel, quien vino de Tabasco para hacer un dúo con Cárdenas, o Jesús Silva Herzog, quien dejó de coquetear con partidos de oposición para afirmar su condición de priísta. Por la popularidad que todavía conserva Diego Fernández no sólo entre los altos mandos y la base del PAN, sino entre parte de la ciudadanía de la capital, Fox debe haber hecho sumas y haberse dado cuenta de que, una vez más, su estilo de golpeador lo ha hecho incurrir en un error político.
Parafraseando: si París bien vale una misa, el DF bien vale unas lágrimas de cocodrilo y una disculpa pública. Ť
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