Ť Lo marginaban en el propio equipo estadunidense por ser indio sioux
La medalla olímpica le abrió las puertas a Billy Mills
Ť Campeón en los 10 mil metros en Tokio 64, hace una labor altruista en favor de niños huérfanos
Rosalía A. Villanueva, enviada, Cancún, QR, 23 de noviembre Ť Hay leyendas olímpicas que no se olvidan. La historia de Billy Mills es una de ellas y hoy, después de 35 años, recordó la marginación que sufrió en el equipo de Estados Unidos; por el solo hecho de ser un indio sioux, a pesar de haber ganado la medalla de oro en los 10 mil metros, en Tokio,
Huérfano desde muy corta edad, el pequeño Billy sabía que lo único que le gustaba era correr en la reservación india. Aparte de las circunstancias difíciles que le deparó la vida, nació con una deficiencia en los oídos que lo dejó prácticamente sordo en la adolescencia.
Pero su impedimento físico no fue obstáculo para que el joven Billy comenzara a destacar en el atletismo, y aunque era el mejor ųvivía en el asiento trasero de un auto cuando iba a la universidadų, su propia institución y sus compañeros no se lo reconocían.
Eso influyó para que Mills cambiara su carácter y comenzara el sueño de todo atleta, pues sabía que si ganaba la medalla olímpica tendría las puertas abiertas.
Llegó a Tokio en 1964 y ganó el oro con el orgullo de ser un indio sioux. Cuenta que durante los Juegos Olímpicos de Barcelona, escuchó una plática entre periodistas que hablaban de las hazañas olímpicas. "Escuché mi nombre pero sentí una puñalada que atravesó mi corazón cuando dijeron que yo era alcohólico y drogadicto''.
Lo peor, narra Mills, es que su hija escuchaba atenta la conversación acerca de una persona que era su héroe; sin embargo, ella sabía que su padre jamás tomó una gota de alcohol, ni drogas. "Cuando los periodistas preguntaron Ƒqué será del muchacho indio?, me paré frente a ellos y les dije: Aquí estoy. No supieron qué decir".
Y es que los comunicadores ignoraban que el campeón sioux comenzó una labor altruista ayudando a los niños huérfanos de todo el mundo.
Ahora, el medallista afirma que el papel fundamental de un olimpista es seguir creando sueños, tener dignidad y alentar esperanzas, porque "la carrera nunca termina''.
Los medallistas ex soviéticos, en condiciones adversas
Otra historia es la de los medallistas rusos, quienes, según el ex gimnasta Nikolai Andrianov, no tienen los apoyos suficientes para llevar una vida digna, y la mayoría (de 60 a 70 años) tienen problemas de salud y están desempleados.
A su vez, el canoísta Ivans Klementjevz señaló que cuando ganó la medalla de oro en Barcelona recibió del gobierno de Letonia 10 mil dólares, una cantidad muy inferior a la que obtuvieron los ganadores en Atlanta, 100 mil dólares, por lo que muchos atletas ex soviéticos optan por contratarse en otros
países para poder sobrevivir.