* Su última actuación ocurrió el pasado agosto en el teatro Blanquita
Murió Fernando Fernández, el gran crooner que hizo del bolero en México una catarsis
* Hipócrita y Arrabalera son sus máximos éxitos como intérprete * La terquedad marcó su vida
* Participó en largometrajes con María Félix y Meche Barba * Cantar en la W, un sueño
César Güemes * Hubo una vez un país de noche. Esto es, constituido por la noche y sus varios materiales. Un país en donde la querencia o el desamor, los dos motores que movían al mundo antes del libre mercado, propiciaban entre otros hechos la conjunción de sus mejores músicos.
País de fábula, desde luego, porque de otro modo no se explica que se reunieran, al desaparecer el sol, tantas orquestas, señoras orquestas habría que decir, como las comandadas por Mario Ruiz Armengol, Rafael de Paz, Sergio Guerrero o Mariano Mercerón.
Y hubo una voz, que la memoria colectiva registra sin falla, en torno de la cual se centraron muchos de los compositores más atinados de la época. Y la voz tenía nombre y apellido, que no podía ser más tautológico ni más nemotécnico: Fernando Fernández.
A los 83 años, por ''complicaciones diabéticas", esto es, por un nivel de azúcar en la sangre superior al compatible con la vida, alcanzó la muerte a don Fernando. Su sola presencia en la escena musical y fílmica mexicana bastan para dar cuenta de varias décadas y de por qué carambolas de tres bandas el bolero se pudo dar sólo en aquel país de cuento y no en uno de verdad como Noruega o Siria.
El bolero por sí mismo era un delicioso exceso de azúcar que por entonces sanaba mucho más que enfermar a sus escuchas. O sea, si no es por la vía de la catarsis, Ƒcómo se entiende entonces el despecho convertido en letra y música y voz?
Poseedor de una voz acanariada
Fernando Fernández le hizo honor a Carlos Crespo al cantar, entre otras, Hipócrita (sencillamente hipócrita) y Callejera. Al maestro Adolfo Salas con su Amor vendido. A Bobby Capó (dios, qué apellido) por su Cabaretera. A Chucho Navarro por aquella Perdida, que lo rencontró consigo mismo.
A Gabriel Ruiz, él sí en ocasiones menos belicoso y menos deprimido, por su grito de guerra Viva el amor. A Gonzalo Curiel, prolijo para su fortuna y la nuestra, con Traicionera, Noche de luna, Desesperanza, Visión, Anoche, Esperanza, Regalo, Nada espero, Sorpresa, Antes o Ya nada soy. Y a sí mismo, el buen médico por su ''complicación diabética" empieza, junto con Sergio Guerrero, al pergeñar y luego llevar a la noche que era aquel extraño país el enamoramiento lleno de admiración y de condena y de necesidad con su Arrabalera.
A todo esto, don Fernando llegó al raro país de esta historia el 9 de noviembre de 1916. Para 1933 era ya cantante en la tradicional radiodifusora XEH, de Monterrey. En el 36, como era de esperarse con su voz acanariada, formaba parte del repertorio de estrellas de la XEW, en la ciudad de México.
Sólo un varón como él pudo atrapar a Lupita Palomera y hacerla que firmara contrato nupcial con él en 1941. Cinco años más tarde entró Fernández al cine y compartió créditos con María Félix, Meche Barba y Pedro Armendáriz, entre otras figuras. Algunos de esos filmes fueron Río escondido, Un día de vida, Enamorada, Escuadrón 201 y la inefable Callejera.
Hubo una vez un país, situado geográficamente al norte de Guatemala y al sur de Estados Unidos. Un país de noche. Esto es, fabricado con los varios elementos de la noche. El país de don Fernando Fernández, nocturno y noctívago y noctámbulo. Un país.
Arrabalera
Arrabalera, en mi barrio
tú eres la alegría,
porque noche y día
sabes regalar:
tu palabra, tu sonrisa, tu mirar.
Arrabalera, de linda figurita,
de cara tan bonita,
y flor del arrabal.
Arrabalera, tú eres el pedacito
de luz que necesito
para mi soledad.
Arrabalera, si vives en el fango
como una flor de loto
que no se ha de manchar.
Arrabalera, mi linda morenita
mi buena muchachita: tú no
podrás cambiar .
Jaime Whaley * En su camerino del teatro Blanquita, antes de salir a escena, el gran crooner Fernando Fernández concedió su última entrevista, en agosto pasado.
Se toma tiempo para recordar partes de su transcurrir en la farándula y afirma: ''No vocalizo, abro la boca y me sale la voz''. Este hombre pulcramente ataviado con uno de los 40 smokings que dice tener, nació en la ciudad de Puebla, hace 83 años, pero fue en Monterrey, dice, en donde comenzó su pulular por los escenarios en 1933.
''Luego canté en programas de la XET, radioemisora de aquella ciudad, de la que llegué a ser director artístico, pero lo que marcó mi vida fue la terquedad", explicaba Fernández, quien agregó que lo corrieron tres veces de la estación pero él no cejaba en su intento de mostrar su dotes cantoras.
Recuerda que han pasado poco más de seis décadas de cuando comenzó a interpretar canciones traducidas del inglés y que él las arreglaba al español como Tiempo tempestuoso y Humo en tus ojos, entre otras, pero si algo determinó el devenir artístico de Fernández son las canciones arrabaleras con las que se hizo famoso. Y eso se pudo corroborar minutos más tarde cuando apareció en el escenario y las peticiones se dejaron escuchar: Arrabalera, Mujer de la calle, Hipócrita, solicitudes a las que Fernández les dio cabal trámite con su voz cascada por el tiempo, pero en sincronía con los sentimientos de despecho y traición, que marcaron un estilo.
Como todo artista de esos años, ''llegué a la capital del país con un sueño: cantar en la W, pero antes de lograrlo pasé por los micrófonos de radio Modelo y de ahí Emilio Tuero me llevó a la conocida catedral de la radio y me dio unos programas al medio día. (Gonzalo) Curiel y (Agustín) Lara fueron los dos autores a quienes interpreté en esos días, pero fue Pedro de Lille, el animador de los programas, quien me puso el mote de El Crooner de México, por mi identificación con las melodías estadunidenses".
Postrer temporada
De sus numerosos hermanos, ''fuimos 12, entre los que se contaron cinco mujeres", Fernando llegó a alternar con dos de ellos, Emilio, el controvertido Indio, y Jaime, quien llegó a ser líder de la agrupación de actores. Con el Indio actuó en cine, en Enamorada; ''me dio el papel del cura que dizque porque ese me iba bien". Luego vinieron otras películas como Río escondido, al lado de María Félix y Pedro Armendáriz; Un día de vida y Duelo en las montañas, que fueron de las más sobresalientes, pero en su haber tiene intervenciones en otras 68 cintas.
En el austero camerino, Fernando Fernández se prepara para su actuación. Acomoda su elegante saco blanco y se muestra muy conversador. Adusto él y mal encarado, pide disculpas por haber faltado a una cita anterior, pero culpa a su secretario por la confusión. ''Ya lo corrí... por ineficiente", justifica y amable recrea la cantidad de veces que tuvo que pelearse con borrachos impertinentes que subían al escenario para reclamarle o pedirle, en la necia, tal o cual canción. Como aquella que le recuerda este reportero, hace 25 años, en el famoso centro nocturno tapatío El Sarape, conocido como El Manto Sagrado, donde un hombre ya pasado de briaguez le insistía una y otra vez que el crooner cantara Aventurera, hasta que subió al estrado y lo abrazó del cuello para insistirle en su petición, a lo que el cantor le espetó un ''...quítate hijo de tu pinche madre", lo que se oyó vivamente por el micrófono del antro.
''Sí, cómo no me voy a acordar. Me pasó miles de veces y me tuve que pelear otras tantas, pero yo fui bueno para el trompón", dijo Fernando Fernández minutos antes de subir al escenario del Blanquita, en lo que representó su última temporada, la postrer temporada de la voz del despecho y la traición.