La Jornada jueves 25 de noviembre de 1999

Adolfo Gilly
PRD: un extraño congreso

El PRD celebra en estos días un congreso. Según mis informes, hay tres puntos principales en su temario: situación política y económica nacional, plataforma y estrategia electorales, y alianzas para el 2000. Ahora bien, para los dos primeros puntos la dirección del partido no ha presentado documentos sobre los cuales los delegados puedan normar su criterio y discutir. Es posible que estos documentos existan en proyecto. En todo caso, no han sido difundidos y no son conocidos.

¿Qué política se va a discutir en el congreso? Sobre un discurso o un informe de apertura dado por la dirección, o sobre un documento presentado a última hora, los delegados no pueden discutir sin grave improvisación. Así no podrá haber una definición política seria.

En cuanto al tercer punto, las alianzas para el 2000, lo que las noticias dejan ver es una opaca discusión sobre por cientos y candidaturas. Sobre la base de convergencias políticas y programáticas, es bueno y hasta indispensable realizar las más amplias alianzas. Pero, primero, ¿cuáles son esas convergencias? Y, segundo, ¿son de verdad amplias estas coaliciones? Nada de esto, por el momento, parece estar claro.

Sin embargo, habrá al menos cuatro temas vitales que, a como van las cosas, estarán ausentes o serán solamente laterales en la discusión del congreso, puesto que sobre ellos no hay documentos previos.

1. Cualquiera sea la opinión que se tenga sobre el CGH, sobre los rectores o sobre la política del gobierno federal hacia la UNAM, parece indiscutible que después de más de siete meses, la huelga estudiantil es en los hechos, hasta hoy, el más grande movimiento de un significativo sector de la sociedad urbana contra el llamado neoliberalismo y los efectos de sus políticas de empobrecimiento y exclusión. El PRD no ha producido un solo documento importante sobre este movimiento. Sus afiliados universitarios tienen opiniones y actuaciones diferentes o no tienen ninguna. Pero de lo que ciertamente carecen es de una opinión de su partido. Esta omisión o ausencia ha hecho un daño incalculable al PRD y ha permitido que se le atribuyan toda suerte de desaguisados y se le designe desde los cantones más opuestos como ``el enemigo principal''. ¿Es en tales condiciones como este partido va a conducir la lucha social, y no sólo la parlamentaria, contra el neoliberalismo y sus desastres?

2. El PRD gobierna desde hace ya casi dos años la ciudad de México. Cuáles son los aciertos, las conquistas, los errores, las insuficiencias, el acoso descomunal padecido y el balance hasta hoy de esta experiencia capital, debería ser otro tema de discusión, para que el partido respondiera a las interrogantes de la sociedad e, incluso, reafirmara ante ésta y ante sí mismo lo logrado y lo todavía por alcanzar. No es un asunto local, es una preocupación nacional. Al parecer, tampoco es tema del congreso.

3. El PRD tuvo a lo largo de este año importantes experiencias electorales en Coahuila, estado de México, Guerrero, Hidalgo, donde las políticas de alianzas, de selección de candidatos y de relación con la población fueron puestas a pruebas en situaciones locales diversas. ¿Un análisis serio de aciertos y errores será tema de este congreso? Ningún texto lo indica.

4. Durante muchos meses de 1999, al menos desde fines de febrero, la dirección del PRD vivió la prolongada ilusión de una imposible alianza con el PAN. Está ahora a la vista quién es Vicente Fox, esta versión pintoresca del fascio-populismo conservador con reales y profundas raíces en la tradicional y dura derecha mexicana. ¿No ha dañado al PRD casi un año de escarceos aliancistas con esa derecha y la visión de las múltiples reuniones en la casa de Diego Fernández de Cevallos? En los sectores profundos de la sociedad, aquellos hacia los cuales debería mirar primero el PRD, esas imágenes le han causado estragos.

A la crisis prolongada del poder estatal se corresponde una fractura en la sociedad entre dos tendencias en sentidos opuestos. Por un lado, una parte de la sociedad mexicana, como en otros países y continentes en estos días, evoluciona hacia posiciones conservadoras y hacia políticas de derecha. Por el otro, los ya casi dos decenios de violento empobrecimiento de la mayoría de la población y el desapego o la falta de respuesta social hacia esa situación (no por cierto de declaraciones) que esa mayoría ve o cree percibir por parte de los partidos institucionalizados, la empuja con fuerza creciente hacia la rabia, la desconfianza y formas más y más airadas y violentas de la protesta. El PRD, que en sus orígenes fue el receptáculo de la esperanza, ha ido perdiendo piso y contacto con este desplazamiento en lo profundo de la sociedad.

El PRD, como el rebelde peruano Tupac Amaru, está hoy siendo jalado en direcciones divergentes por los cuatro caballos de estos desgarramientos: la derechización violenta de la sociedad acomodada o emergida; la rabia no menos violenta de la sociedad empobrecida, humillada y sumergida; las pugnas internas por posiciones y candidaturas; los tironeos externos con sus aliados por los mismos motivos. En esta situación, el PRD va a un incierto y extraño congreso.

Por esto nadie se regocije, ni menos aún se desespere. No está muy bien el PRI, después de la farsa de los 10 millones, desmentida apenas una semana después por la singular elección del estado de Hidalgo. Tampoco el PAN, con el locuaz candidato que aceptó sin prever en cuál aventura se embarcaba por creer en las encuestas antes que en la política. Al igual que la feroz pugna en el interior del poder universitario, estas situaciones de los partidos son síntomas de la irreversible pérdida de legitimidad -no de fuerza- de la actual forma del poder estatal mexicano y de sus instituciones políticas, los partidos entre ellas.

Si a esta evolución de la crisis se quiere responder en el año 2000 con la vocación crítica y la voluntad movilizadora con las cuales el PRD nació hace 10 años, creo que hoy éste debería tener por delante al menos tres tareas elementales: a) construir a partir de la realidad una plataforma de lucha; b) reagrupar y movilizar fuerzas en la sociedad en torno al polo de la defensa y la ampliación de los derechos ciudadanos y sociales y de las conquistas, los derechos y el patrimonio de la nación; c) ganar la elección de julio del 2000 con un amplio arco de aliados sociales y políticos, conquistados en esa movilización de fuerzas reales antes que en la disputa entre las siglas por posiciones no aseguradas y por cientos imaginarios.

Algo debe cambiar radicalmente, si se quiere hacer frente en la vida real a la ola conservadora sobre la cual navegan Fox y Labastida; si se quiere asumir el compromiso de convertir la protesta, la ira, el descreimiento, y también la cercada pero terca esperanza de millones de mexicanas y mexicanos, en un movimiento que, surgido del fondo mismo de nuestra crisis nacional, se la pueda jugar el 2 de julio por todos nosotros.