La Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU) es la única fuente disponible con series temporales sobre el desempleo. Existe desde 1987 y según sus resultados hoy tenemos el nivel de desocupación más bajo de los últimos 13 años. Una tasa de desempleo de 2.5 por ciento, como la que se reporta al mes de octubre es ciertamente muy reducida y más aún si se la compara con la de 4.2 por ciento de Estados Unidos, país que se encuentra en un periodo de máxima ocupación de su fuerza de trabajo. ¿Acaso nuestra situación en esta materia es mejor que la de nuestros poderosos vecinos y socios comerciales? No, evidentemente.
Sucede que la definición de desempleo que se utiliza en la ENEU difiere sustancialmente de la adoptada por la mayoría de los países que realizan esta medición. En México se considera ``ocupados'' a quienes trabajaron al menos una hora en la semana en que se realizó la encuesta, incluso si dicho trabajo no fue remunerado por haberse realizado en actividades económicas de carácter familiar. De acuerdo con los criterios internacionales, este tipo de trabajo sólo se considera ``empleo'' si fue mayor a 15 horas en el periodo de referencia. Otra diferencia es que la ENEU incluye como ``ocupadas'' a personas que, en el momento de la encuesta, no tienen trabajo o no reciben pago alguno pero tienen la expectativa de iniciar un nuevo empleo en las cuatro semanas siguientes. En la definición internacional este contingente no entra en las cuentas del empleo, sino en las del ``desempleo temporal''. Por otra parte, las cifras de la ENEU se refieren, como el nombre de la encuesta lo indica claramente, a las zonas urbanas del país (no a todas, por cierto, aunque cubre las más importantes) y no incluyen por consiguiente al mundo rural. La ENEU tampoco ofrece información sobre el subempleo (ocupación de la fuerza de trabajo con ingresos por debajo del mínimo establecido o de nula o precaria productividad), que constituye uno de los principales rasgos estructurales del mercado de trabajo en México.
Son las cifras basadas en esta restringida noción del empleo y el desempleo las que utilizan los responsables de la política económica en su batalla propagandística y en su discurso político. No mienten (pues las cifras de la ENEU son técnicamente irreprochables), pero al no aclarar las limitaciones de esta noción pretenden persuadir a la opinión pública que se vive una situación diferente a la que realmente existe. ¿Qué proporción de las nuevas ocupaciones corresponde a actividades de menos de 15 horas a la semana y cuántas personas se encuentran en situación de ``desempleo temporal''? La ENEU no lo dice y los políticos lo ignoran.
No tengo interés de minimizar los logros que en materia de ocupación deban ser acreditados a la estrategia económica del gobierno. De acuerdo con la información disponible en otras fuentes estadísticas (proyecciones de población y trabajadores asegurados en el IMSS), el empleo formal neto generado en los últimos cinco años en México es de alrededor de 2 millones 800 mil puestos de trabajo. Es decir, de 1995 al presente se generó un promedio anual de 560 mil empleos. Es este un número muy alejado del objetivo fijado por el propio gobierno en su Plan de Desarrollo, donde estableció una meta anual de un millón de nuevos puestos. El mismo número de empleos anuales que prometieron los gobiernos precedentes y que por lo menos dos candidatos a la Presidencia ya se comprometieron a generar anualmente si ganan las elecciones: Francisco Labastida y Vicente Fox.
Son varios y complejos los factores que han impedido el cumplimiento de esta meta y las autoridades responsables, en lugar de analizarlos seriamente, se limitan a explotar propagandísticamente las variaciones de un indicador que, como la tasa de desempleo de la ENEU, a pesar de estar muy bien construido, sólo refleja una parte del gran problema socioeconómico que representa la incapacidad dinámica de la economía para absorber productivamente el crecimiento de la fuerza de trabajo. La historia del empleo en estos cinco años es, al respecto, muy ilustrativa. En 1995 se destruyeron medio millón de empleos. En 1996 y 1997 se recuperó esta pérdida y se crearon un poco más de 1 millón 400 nuevos empleos. Después la generación de empleo ha sido declinante: 780 mil y 515 mil en 1998 y 1999, respectivamente. Con respecto a sus propias metas, el gobierno tiene acumulado un déficit de 2 millones 200 mil empleos.