* Prisión, secuestros y amenazas marcaron su vida


La victoria de la clase obrera y de la humanidad, afanes de Campa

* Emblema y ejemplo de sindicatos y partidos de izquierda

Nacido ''entre hambres y guerras'' el 14 de febrero de 1904, Valentín Campa es emblema y ejemplo de quien tuvo como único motor de vida alcanzar ''la victoria de la clase obrera y con ella la de la humanidad'', que siempre consideró inevitable.

En ese camino, el comunista irrenunciable enfrentó prisión, secuestros, persecución, despidos y amenazas, siempre desde el gobierno. En la década de los veinte, el entonces presidente Plutarco Elías Calles ordenó el fusilamiento de Campa, a raíz de la huelga general ferrocarrilera de 1927, donde Valentín ya actuaba como dirigente del gremio.

En su libro Mi testimonio, memorias de un comunista mexicano, publicado en 1978 y actualmente agotado, Campa narra cómo el presidente Calles dispuso su aprehensión y fusilamiento, y cómo se conjuró la orden por la intervención de Emilio Portes Gil, a la sazón gobernador de Tamaulipas. ''La orden de fusilamiento fue cancelada, acompañada de mi extradición inmediata de Ciudad Victoria a Monterrey. Me prohibieron regresar a Tamaulipas, me condujeron a un tren y salí con destino a Monterrey''.

En junio de 1962, José Revueltas le envía a prisión un ejemplar de su ensayo Sobre un proletariado sin cabeza, con la siguiente dedicatoria: ''Al gran luchador Valentín Campa, a quien, por encima de diferencias políticas, consideré siempre como un héroe indiscutible de la clase obrera de nuestro país''. Ese era Campa.

Hijo de un comerciante, Valentín trabajó desde muy joven como operario, aunque por poco tiempo, en la compañía La Corona, subsidiaria de la Royal Dutch Company, donde no había sindicatos, pues ''la relación de los obreros y los capataces era directa''. De ahí se trasladó a Hipólito, en Coahuila, donde en 1922 se inició en la actividad que lo definiría para el resto de su vida, y desde el cual entraría de lleno a la lucha sindical y política: los ferrocarriles.

Su primera incursión en política se da en la Gran Logia Bolchevique, de la que sin embargo se decepciona muy pronto, pues ''comprendí el papel de la masonería como organización burguesa, que cuando luchó denodadamente contra el feudalismo, sobre todo contra el gran clero feudal en México y contra las invasiones extranjeras, era una institución revolucionaria''.

 

 

Primeros pasos sindicales

 

A raíz de conflictos internos en la estación ferrocarrilera donde se encontraba, Campa fue nombrado miembro de la Dirección del Subconsejo Divisional de la Confederación de Transportes y Comunicaciones (CTC) y con ello, dice en sus memorias, ''entré de lleno a la actividad sindical''. A la postre, lograría la creación del primer sindicato nacional de industria en México: el Sindicato Ferrocarrilero de la República Mexicana.

Casi en forma simultánea con su liderazgo sindical, inició también su militancia comunista. Ambas actividades definirían al Campa que enfrentó persecución, pero también intentos de soborno y cooptación de parte del gobierno. Despedido de los ferrocarriles, en esa primera ocasión, Valentín es reinstalado por presiones de la CTC y de la Alianza de Ferrocarrileros.

Más adelante, formó parte de la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), que en 1936 se fusionó a la CTM; asimismo, participó (1935) en la creación del Comité de Defensa Proletaria, así como de Acción Socialista Unificada, a cuya fundación contribuyó junto con Hernán Laborde en 1940, cuando ambos fueron expulsados del Partido Comunista Mexicano (PCM) por oponerse al asesinato de León Trotsky. A mediados del siglo, y desde prisión, participó en el nacimiento del Partido Obrero y Campesino de México (POCM).

Campa había ingresado al PCM -constituido en noviembre de 1919- un día antes de la primera huelga general ferrocarrilera de 1927, ''por invitación de varios de sus miembros, especialmente de Sotero Valdez, tranviario de la compañía de Luz y Fuerza de Tampico, quien era representante obrero de la Junta de Conciliación y Arbitraje del estado''.

Con una permanente visión crítica de las organizaciones en las que militó, Valentín Campa revisa en su autobiografía los vaivenes ideológicos y de postura que a lo largo de la historia del país tuvo el PCM, para concluir que en su conformación ese partido ''vivió un proceso lento, repleto de dificultades, lleno de contradicciones y con muchas desviaciones, pero es un proceso constante, acumulador de experiencias y con elementos internos sanos que han mantenido en pie al PCM durante casi 60 años''.

Campa volvería otras ocasiones a la cárcel. Una de ellas, durante el mandato de Pascual Ortiz Rubio, cuando al ser éste víctima de un atentado terrorista, ''por un oficial del Ejército bajo la influencia del alto clero reaccionario'', dice Valentín, se desata la represión generalizada contra los comunistas. En esa estancia en prisión realiza una breve huelga de hambre y también se iniciaría en la vida clandestina.

A la distancia, muchos de los avatares de la lucha de Campa resultan conmovedores. Cuenta que en 1931, en una de sus estancias en prisión, se le comunicó que el gobierno había decidido expulsarlo del país, en barco. El decidió Uruguay, por ser la sede de la Confederación Sindical Latinoamericana. ''Al poco tiempo -escribe- se volvió a presentar el jefe de grupo para decirme que estaba por salir un barco a Sudamérica con destino a Montevideo y Buenos Aires, pero que el gobierno no tenía dinero para comprarme el boleto. Habían decidido, por lo tanto, dejarme libre por unos cuantos días para que yo mismo consiguiera los recursos para el transporte''.

La decisiva participación de Campa en la conformación de las organizaciones obreras del país, como la CTM y la posterior adhesión de aquélla a los designios gubernamentales, llevó a que ciertos sectores de la izquierda lo ubicaran, en cierto momento, incluso, como el ''responsable'' del enquistamiento de Fidel Velázquez en la dirigencia de esa central. Pero Breña Alvirez demuestra cómo el eterno líder cetemista logró hacerse del poder, y escribió en la revista Siempre!, en 1973, que en el acto constitutivo, ''Campa debe de haber estado convencido de que, si no accedía a las exigencias de Velázquez y socios, éstos se retirarían del congreso, y ante los ojos de los trabajadores de México la unificación habría fracasado''.

La relación de Campa con los pintores Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Xavier Guerrero, representa también un capítulo especial de su vida. Una vez más la militancia comunista los identificó, pero también lo llevó, con los dos primeros, al ámbito de la confrontación. Y en ese complejo sendero de la militancia, Campa llegó a definir a Diego como un cínico traidor, ''de gran alcance'' a la clase obrera; censuró las ''muchas inconsecuencias'' de Siqueiros (quien encabezó un fallido ataque contra la casa de Trotski) y más tarde, no obstante haber coincidido en Lecumberri, Valentín desautorizó las gestiones del muralista ante el presidente Adolfo López Mateos para lograr que se le indultara.

La actividad sindical de Campa se ocupó de los problemas de muchos otros gremios e inexorablemente eso lo llevó a enfrentarse con el cada vez más férreo charrismo sindical. Su postura fue siempre invariable: ideales, justicia, rectitud, lucha por el proletariado. Comunismo.

En 1958, Valentín Campa encabezó, junto con Demetrio Vallejo, el combativo movimiento ferrocarrilero que al año siguiente sería reprimido por instrucciones de López Mateos. Además de miles de despedidos en la industria ferroviaria, los dos dirigentes fueron enviados de nuevo a prisión, de donde Campa no saldría sino hasta julio de 1970. Ambos fueron acusados del delito de disolución social, instituido durante el gobierno de Manuel Avila Camacho para combatir a los fascistas.

De hecho, con Vallejo y otros líderes de la izquierda, Campa se convirtió en uno de los objetivos de justicia reclamados por los estudiantes que protagonizaron la protesta de 1968. Fue hasta la llegada de Luis Echeverría a la Presidencia, cuando se decretó una amnistía que lo dejó en libertad. Sin embargo, en sus memorias, Valentín Campa subraya que su liberación, así como la de Vallejo, antes de cumplir sus ''bárbaras sentencias'', fueron posibles ''gracias en forma destacada a las luchas estudiantiles del 68''.

Valentín Campa tuvo también una especial relación con el ex presidente Lázaro Cárdenas, a quien ''traté con cierta regularidad hasta su muerte'', y de quien escribió debía ser considerado ''como un gran mexicano, aunque contradictorio''.

Campa salió de prisión como militante del PCM, al que había retornado años antes, y se integró a su dirigencia desde donde pugnó por modificar la actitud de los comunistas mexicanos de abstenerse de participar en elecciones. En 1976, cuando el ex PCM se encontraba todavía en la semiclandestinidad -carecía de registro-, Campa es lanzado como candidato de la Presidencia. Contiende contra José López Portillo, aunque éste no tuvo opositor en los partidos con registro.

Al año siguiente, el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, lanza la iniciativa de reforma política y aministía a los presos y perseguidos políticos. Campa fue uno de los artífices de abrir al PCM a otras fuerzas de izquierda con las que nació el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), del cual fue diputado federal. La llegada de Campa a la Cámara de Diputados marcó un hito en las posiciones ortodoxas de la izquierda mexicana, pues todavía años antes él mismo había solicitado la expulsión pos mortem de Diego Rivera del PCM.

La exitosa apertura del PSUM fue ampliada a otras fuerzas sociales para crear el Partido Mexicano Socialista (PMS), cuyos legisladores le dieron un carácter más flexible a la oposición en la Cámara de Diputados. Siempre en esa dirección, Campa fue más tarde testigo de cómo el PMS cedió su registro para la conformación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en cuyas filas y dirección nacional quedó incorporado también.

Sin deponer un ápice su combatividad, Campa siguió el transcurrir del siglo y sus transformaciones hacia la ''globalización'' y el neoliberalismo, fenómenos a los que él se mantuvo atento y analizó siempre desde la ideología comunista que abrazó por encima de las contradicciones y los erráticos caminos que muchas veces siguió el PCM.

Pero, en el temprano balance de su vida, Campa asumió los errores y los enfrentó con apertura: ''Autores conscientes de nuestras deficiencias y errores, rechazamos a los que con su política y actitudes han facilitado, en vez de resistir, el despotismo del régimen de nuestro país''. A partir de ayer, Valentín Campa puede, con Rafael Alberti y Miguel Angel Velasco, seguir -donde los tres estén- sus apasionados e irreductibles debates comunistas (Rosa Elvira Vargas)