* Son una nueva y poderosa fuerza, reconoce
Teme Washington que ONG obstaculicen el libre comercio
* La Casa Blanca se prepara para defender la globalización
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 25 de noviembre * El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers, dice que para su país es un asunto de seguridad nacional; para los grandes empresarios, se trata de consolidar ''acceso a mercados'' y establecer a escala mundial los derechos de la inversión y el flujo de capitales. Pero estos sectores están alarmados, pues un número sin precedente de agrupaciones sociales y de organizaciones no gubernamentales (ONG) se oponen a la agenda de liberalización económica trasnacional con una creciente fuerza que, se teme, podría obstaculizar el proceso de promoción del libre mercado.
Jeffrey Garten, ex subsecretario del Tesoro para Asuntos Internacionales, advirtió recientemente: ''Si Washington y los empresarios de Estados Unidos no se movilizan, las ONG podrán dominar la opinión pública en lo que se refiere al comercio y a las finanzas internacionales''.
El ahora decano de la Escuela de Administración de la Universidad de Yale escribe en Business Week : ''Las ONG de hoy día no son los manifestantes, la muchedumbre de los años sesenta. Están bien organizados y ampliamente financiados y se han convertido en una nueva y poderosa fuerza en el escenario mundial''.
Esta batalla de fin de milenio se centrará en Seattle, estado de Washington, entre el 29 de noviembre y 4 de diciembre, durante la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Desde hace meses, los ejércitos que acudirán a esa ciudad se han estado preparando. Todo indica que el creciente debate mundial sobre el neoliberalismo llegará a su punto máximo en esa ciudad al noroeste de Estados Unidos, y algunos están preocupados de que los campeones del libre mercado no se hayan preparado bien para esta batalla.
Jeffrey Garten advierte: ''Seattle probablemente será el escenario de una gran prueba para el capitalismo mundial''. Así, propone que el gobierno de Bill Clinton y la cúpula empresarial promuevan una campaña para explicar los beneficios de la globalización ''y difundir el mensaje de que la economía de mercado global no sólo puede promover crecimiento, sino también la libertad individual y un medio ambiente más limpio''. Garten concluye: si las ONG logran secuestrar las pláticas de la OMC, ''será un precedente peligroso que todo gobierno y toda empresa global lamentarán mucho después de las protestas en Seattle''.
La Casa Blanca parece haber escuchado y lanzó una contraofensiva. Hace un par de semanas Clinton declaró que dará la bienvenida a todos los opositores al libre comercio en Seattle y al debate abierto sobre el asunto. La Casa Blanca contrató una coordinadora de estrategia política y de relaciones públicas para el acto en Seattle: nada menos que la ex jefa de equipo del ahora presidente del AFL-CIO, John Sweeney, cuando éste era secretario general del sindicato de trabajadores de servicios (SEIU).
La Casa Blanca reveló que la consolidación de un modelo de libre comercio y una nueva ronda de negociaciones de comercio mundial es parte del legado que Clinton desea dejar a la historia al terminar su presidencia en el 2000. Este ''es el desafío de la generación del milenio: crear un sistema de comercio mundial, atento a la nueva economía global y a los valores que dan dirección y sentido a nuestras vidas'', dijo Clinton.
Su secretario del Tesoro, Lawrence Summers, dice que este asunto tal vez sea ''el tema más importante que afectará la vida de nuestros hijos en el próximo medio siglo: la forma en que Estados Unidos aborde la economía global en general, y el sistema de comercio mundial en particular''. Nada menos, nada más.
ƑA quién le tienen tanto miedo?
Para sindicalistas, ecologistas, granjeros y cientos de ONG (que dicen hablar en nombre de la ''sociedad civil''), la OMC y sus propósitos representan el fin del mundo o la oportunidad de los críticos para promover un movimiento que demanda democratizar el proceso de globalización.
Las campañas, estrategias, planes e incluso la capacitación de por lo menos 300 organizaciones sociales y ONG que prometen llenar a Seattle con hasta 100 mil manifestantes de toda clase empezaron hace meses.
Lo sorprendente es que toda esta congregación de ONG y organizaciones sociales han logrado espantar al empresariado estadunidense y a la casta oficial de Washington. Esto se nota en que, a diferencia de hace diez años, ni Clinton, ni Larry Summers ni la cúpula empresarial se atreven a rechazar que el modelo de libre mercado-libre comercio tiene que abordar temas de derechos laborales, normas ambientales y protección de la salud de los que antes se llamaba ''pueblos'' y hoy se llaman ''ciudadanos''.
Además, señala Summers, se trata de un asunto de ''seguridad nacional'', ya que ''el comercio promueve prosperidad, y al promover prosperidad, se promueve la paz''. Agrega: ''Al apoyar la liberalización (de los mercados emergentes del mundo) invertimos en nuestra futura seguridad y en propagar nuestros valores centrales''.
Quienes llegarán a Seattle tienen el objetivo de convencer a la opinión pública mundial de que sus argumentos son los mejores para el bienestar del mundo. Esta será sólo una batalla más sobre las políticas económicas internacionales, asunto que, de alguna manera, ahora ocupa ese vacío que dejó el fin de la guerra fría como punto de referencia fundamental en el debate político global.