EL BARZON: UNA LLEGADA QUE ES TAMBIEN RETORNO
El Barzón se presentó en el panorama nacional como un amplio y potente movimiento social con características originales en nuestro continente. En sus comienzos fue un movimiento agrario y rural que agrupó a sectores que, confiando en las promesas oficiales sobre la prosperidad que traería el rápido ingreso de México en el Primer Mundo, se habían endeudado para realizar proyectos productivos o para mejorar su competitividad y su productividad y luego no habían podido pagar su deuda, cuando los intereses de la misma se fueron por las nubes y, para colmo, su deuda aumentó con los usurarios intereses sobre los intereses. El Barzón no es un movimiento antisistémico pues jamás negó la legitimidad de la deuda contraída por sus integrantes y, en ese sentido, no solamente no cuestiona sino que también defiende la propiedad. Pero su oposición a la omnipotencia y la arbitrariedad de los bancos lo llevó rápidamente a chocar contra la punta de lanza del establishment, o sea, los sectores que cifran su poder político y económico en la total identificación con los barones de la banca y en la protección a toda costa de los intereses del capital financiero, con absoluta prioridad sobre el mercado interno y los productores nacionales medios y pequeños y el sector rural. El desastre que afectó a éste con la política neoliberal y con la competencia de las importaciones estadunidenses hizo así de El Barzón un movimiento de masas y un movimiento de oposición social, una gran parte del cual, por un momento, creyó encontrar su salvación esencialmente en la oposición política parlamentaria. Pero el apoyo a los banqueros, con el Fobaproa y las medidas posteriores, y la elaboración de un presupuesto fiscal que no tiene en cuenta las necesidades del campo, empujaron nuevamente a esta organización de deudores con cartera vencida al terreno original y a los métodos de lucha que le habían dado poder.
El Barzón ha recuperado hoy la lucha directa, las movilizaciones y su carácter fundamentalmente agrario y eso lo ha llevado a enfrentar una dura represión en Guadalajara y a realizar grandes esfuerzos, como la cabalgata de 52 días desde el norte del país, base sólida de El Barzón, hasta Los Pinos, recorriendo a caballo casi dos mil kilómetros para sensibilizar cada uno de los poblados por donde pasaron y fueron agasajados. Para reforzar el carácter agrario de esta movilización, que indica el malestar de la parte más dinámica y productiva del campo mexicano, la Unión Campesina Democrática brindará a los jinetes norteños una bienvenida masiva en la capital, en la que serán recibidos también por las autoridades locales.
A esta punta de lanza activa y movilizada del sector rural se une la reciente protesta de los dirigentes de la misma Confederación Nacional Campesina, organización fuertemente ligada al partido gobernante, que rechazaron por insuficiente el monto de los recursos que se dedicarían al campo en el año 2000 y la política agraria oficial, así como la forma en que se violan las propias estipulaciones del Tratado de Libre Comercio Norteamericano importando granos y productos alimenticios en medida muy superior a lo fijado por dicho acuerdo.
El descontento campesino no es así exclusivo de la oposición y ni siquiera de El Barzón -aunque éste sea la parte más activa del mismo- y no se puede explicar sobre todo por razones políticas electorales sino que -como la inquietud en el sector universitario- tiene causas sociales y económicas mucho más profundas que provocan movimientos sociales nuevos y engendran exigencias de cambio democrático que deberían ser atendidas.
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