La Jornada sábado 27 de noviembre de 1999

Jordi Soler
Se busca un Havel

Es difícil encontrar un país del mundo que no haya sido tocado por el final de la guerra fría. Esto lo dice Timothy Garton Ash, ese historiador especialista en Europa del Este, que ahora con la celebración de los diez años de inexistencia del Muro de Berlín, aparece por todas partes. Pensemos por ejemplo en ese emisario universal del Berlín sin muro que es el álbum que grabó ahí mismo Roger Waters con las canciones de The Wall, interpretadas en colectivo por sus amigos.

De aquel lado del muro, en Praga, Vaclav Havel, presidente de la República Checa y dramaturgo, escribió el texto ''ƑCómo recompensar a Occidente?'' publicado en México por la revista Letras Libres. Praga, igual que el Muro de Berlín caído, tiene un embajador en las tiendas de discos: Don Giovanni, de Mozart, que se estrenó ahí con la presencia de Wolfgang Amadeus.

Havel considera que su país tiene que pagarle de algún modo a los países de Occidente que cooperaron con la reconstrucción de Checoslovaquia; y a título casi personal, convencido de que un país es la suma de muchas personas, escribe sobre la experiencia de haber vivido bajo un régimen totalitario, sobre el valor del sacrificio como método para construir mejores personas, sobre la sensación de que él mismo se ha comportado como debía y al final propone que su país puede pagarle a Occidente con el capital histórico de transmitir sus experiencias.

Havel termina diciendo: ''Si no somos lo suficientemente persuasivos en compartirle al resto del mundo nuestra experiencia existencial más básica, entonces nos arriesgamos ha haberla vivido en vano".

De entre las varias líneas que pueden rescatarse de este texto, para ser designadas embajadoras de la política y el gobierno de altura en nuestro país, transcribamos esta: ''No se puede sacrificar el futuro por el presente". En esa línea caben, por ejemplo, la ecología y la política y no caben ni las novelas de William Burroughs, ni los Who con esa máxima que dice: prefiero morir antes que llegar a viejo. Tampoco es posible acomodar en esa línea a la política mexicana que al parecer utiliza el método de depredar el presente para que no queden ni rastros del futuro. En ese sentido nuestros políticos son, como Burroughs, beatniks perfectos, viviendo un presente continuo sin pasado ni porvenir.

En La República, Platón proponía el gobierno de los reyes filósofos, una propuesta ahora casi inaplicable en un país occidental. Estos reyes tenían, entre otras cosas, que hacer un voto de pobreza y observar absoluta castidad. Aunque la propuesta es inaplicable, y más en un país como el nuestro donde la riqueza y el gobierno son la misma cosa, la idea de que los países tienen que ser gobernados por las mejores personas no está nada mal. La propuesta de los reyes filósofos, junto con el texto de altísima sensibilidad de Vaclav Havel, deberían servir de reflexión para los que van a empezarse a arrebatar, dentro de poco, la Presidencia de la República.

Nada más distante de Platón y del presidente de la República checa, que la exhibición, la verbosidad y por último la jornada de elección de los precandidatos del PRI.

Ya se sabe, esto no es Praga, aquí no nació Kafka (aunque a veces parezcamos obra de inspiración), aquí no estrenó Mozart, Don Giovanni, aquí tenemos otra historia, otras necesidades y las cosas se construyen de otra manera. No estaría mal, siguiendo la reflexión de Timothy Garton Ash, que los políticos mexicanos se dejaran tocar un poco, no por el final, sino por la sabiduría que dejó la guerra fría. Aquí no es Praga, insisto, pero Ƒno habrá un Havel que quiera postularse para presidente?