Luis González Souza
Visitante humanista
En el pecado va la penitencia. Mucho hizo el gobierno mexicano para posponer (o impedir) la visita de Mary Robinson, máxima autoridad de la ONU en derechos humanos. Pero por fin llegó a nuestro país la también ex presidenta de Irlanda. Y llegó en un momento muy incómodo para un régimen cada vez más peleado con un creciente número de derechos humanos: desde el derecho a la vida verdaderamente humana (Chiapas) hasta el derecho a la educación (UNAM), para no hablar de los derechos de la tercera generación (paz, autodeterminación, desarrollo, medio ambiente sano).
Claro, siempre habrá espacio para una réplica cínica más no descabellada. Alguien podría decir que frente a lo que espera a México, salpicado ya con las manchas del sarampión fascista, es mejor que la señora Robinson haya venido de una buena vez. Como sea, la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos ya está en México, ahora mismo en Chiapas, y es preciso aprovechar su visita de la mejor manera. Tal vez ello comienza por no esperar demasiado, como ella misma nos lo pidió antenoche al reunirse con representantes de varias organizaciones civiles, en las oficinas del PNUD en la ciudad de México.
El problema es definir lo que sería una expectativa desproporcionada. Es cierto que su estancia en México es corta; que su agenda estuvo influida por el ánimo restriccionista del gobierno (ver y escuchar sólo lo insalvable), y que a final de cuentas la ONU es una organización en la que los gobiernos mandan. Pero hay muchas cosas no menos ciertas. Uno, la propia ONU está urgida de democracia, lo que en primer lugar supone atender también el mandato de los pueblos. Dos, el primer mandato de y para todo el mundo, sin pretextos de soberanía ni ningún otro, tiene que ver precisamente con el respeto de los derechos humanos (de ahí la Declaración Universal de 1948). Tres, la democratización de la ONU (y del mundo) necesita de funcionarios dignos y valientes como la señora Robinson, sin censuras de ningún tipo.
De modo que su agenda en México debió ser tan amplia como lo exige la crisis que viven los derechos humanos en México (Amnistía Internacional dixit). Ya no se pudo, o no se quiso hacerlo. Ni siquiera podrá visitar la comunidad de Acteal, palabra que por sí sóla condensa dicha crisis o, si se prefiere, condensa una superbarbarie. Mucho menos la dejaron (y aceptó) visitar sitios como Amador Hernández, donde el genocidio de indígenas zapatistas lleva adelante sus últimos preparativos. Sin embargo, su probada calidad humana nos hace pensar que, pese a tales cortapisas, la señora Robinson sabrá extraer, difundir e instrumentar las conclusiones más adecuadas de su visita a México.
Por lo demás, esa visita ya comenzó a arrojar frutos. Y lo ha hecho en el terreno decisivo: el de la sociedad. Ninguna gestión internacional será suficiente para el cabal respeto de los derechos humanos en México, si la ciudadanía no termina de valorarlos y si las organizaciones humanitarias no terminan de madurar. Pues bien, la sola visita de Mary Robinson ya ayudó a ambas cosas. La causa de los derechos humanos ahora está más presente que nunca en la sociedad mexicana. Al mismo tiempo, las organizaciones civiles que promueven esos derechos, han dado un salto organizativo y programático.
Presentaron a la señora Robinson todo un programa para la salvaguarda de los derechos humanos y, por ende, de la transición a la democracia en México. Y ese programa fue el resultado de lo que jamás se había logrado, y que tanta falta hacia: la acción coordinada de más de cien agrupaciones, incluyendo a las más destacadas en la materia, tales como la Red Todos los Derechos para Todos, la Comisión de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, los centros Fray Francisco de Vitoria, Miguel Agustín Pro y Fray Bartolomé de las Casas, la Academía Mexicana de Derechos Humanos, sin faltar representantes del Congreso Nacional Indígena, del Movimiento Ciudadano por la Democracia, de la Red de Acción frente al Libre Comercio y del Cencos, entre muchos otros.
Esto, según creemos, es el mayor fruto (Ƒo sólo semilla?) de la visita de la alta comisionada. No pudo mejorar su agenda de actividades. Pero seguramente podrá impulsar el programa de las agrupaciones civiles mexicanas y, de paso, la democratización del mundo, comenzando por la ONU. Salud, pues, mucha salud para Mary.