LA MUESTRA

Alabanza

Alabanza (Praise), primer largometraje del neoyorquino de 38 años John Curran, narra, con base en la novela homónima de Andrew McGahan (guionista del filme), el encuentro amoroso en Queensland, Australia, de Gordon Buchanan (Peter Fenton), asmático, alcohólico y fumador, y Cynthia Lamond (Sacha Horler), joven rubicunda de 25 años, lacerada por el eczema y dueña de un apetito sexual insaciable. Una historia de amor y de adicciones, sin la pesada carga neurótica de Adiós a las Vegas (Leaving Las Vegas, 1995), de Mike Figgis, pero más cruda aún y más irreductible en su crónica de saturación sexual y embotamiento compartido.

Hay crudeza en las imágenes de consumo de drogas, en la faena sexual rutinaria, en cada nueva calistenia erótica de Cynthia, pero hay también espontaneidad y dulzura en su entrega sentimental absoluta, y en el propio personaje de Gordon, quien resignadamente asume la modestia de su instrumento de conquista sexual, al que le reconoce una dimensión de apenas cinco pulgadas. Esto no inhibe en lo absoluto los reclamos sexuales de su compañera, como tampoco inhibe nada en él la tarea de rascar la piel de su amante, cubierta siempre de lesiones sangrantes. Todo esto es apenas un atisbo a la exploración casi clínica que hace John Curran de la intimidad de una pareja. Desinhibición en la franqueza verbal (políticamente incorrecta), en la manera muy gráfica de mostrar los cuerpos en su indefensión y su tristeza, y también en el heroismo autoimpuesto, que es el de la escena cómica en la que Gordon cuenta el número de sus embestidas en un solo acto sexual como un remedio infalible contra la eyaculación precoz.

Reflexión acerca del cuerpo

Alabanza explora la dinámica de las adicciones (drogas, alcohol y sexo) y la relaciona con la historia sentimental que penosamente intenta prosperar en un entorno hostil. Hay por momentos el laconismo y la intensidad de Confía (Trust, 1991), de Hal Hartley, con Peter Fenton como un nuevo Martin Donovan, pero en materia de obsesiones, la influencia de Marco Ferreri (La última mujer, 1976; Yo te amo, 1986) es inegable.

No habrá que esperar aquí una enésima fábula de los amantes sanguinarios (ni Leonard Kastle ni Arturo Ripstein), ni tampoco un estudio sicológico de comportamientos extremos. Lo que elabora John Curran, en su gozoso autoexilio australiano, es una reflexión sobre el cuerpo, desprovisto de glamour y de idealizaciones publicitarias, expuesto a la intemperie de la privación afectiva, ansioso sin embargo por manifestar su vitalidad, como en el caso de Cynthia y de la paciente educación sentimental y sexual que impone a su compañero. Una cinta anárquica y divertida que entre júbilos y azotes señala las excelentes perspectivas del actual cine australiano.

Nota aclaratoria: Asesino, de Darezhan Omirbaev, se reseñó en este espacio el 22 de noviembre, día en que originalmente debía ser presentada por primera vez. En su lugar se presentó entonces, como cambio de última hora, Alabanza, que resultó ser una de las mejores sorpresas de la Muestra. Al ser la Cineteca Nacional la distribuidora de esta cinta, suponemos que su estreno es inminente.

Ť Carlos Bonfil Ť