Luis Linares Zapata
Las cuentas del clóset
El año que termina fue productivo para el oficialismo gobernante. El precio del petróleo repuntó de manera por demás generosa e inesperada. Con esos ingresos adicionales se pudo hacer frente al costo del naufragio representado por el Fobaproa. Para hacer frente a los intereses, miles de millones de las utilidades del Banco de México se adicionaron a la también multimillonaria cuota a cargo del presupuesto y el IPAB. Se alivió la falta de liquidez de las instituciones crediticias del país. Con la deuda total en niveles de 50 por ciento del PIB se concluye este movido año. Un equivalente a dos años de exportaciones. Y sólo 15 por ciento del PIB de ingresos para hacerle frente a tal carga, junto con los demás compromisos presupuestarios. Y tal parece que no ha afectado mucho la memoria electoral, y la conciencia colectiva se asemeja a un pozo de generosidad y olvidos. šNo pasa nada!, todo está documentado, dicen el PAN y el PRI.
Pero el año fue magnífico para el oficialismo que dirige los destinos nacionales. Se llevó a cabo un ejemplar proceso para seleccionar al abanderado priísta que generó un magnífico sustento de legitimidad para iniciar la contienda por la Presidencia: casi 10 millones de votos, según el recuento difundido. Nada importa que muchos suelten una risa lateral con sorna. šDéjenlo en 5 y medio y van de gane!, alegan los mal intencionados de siempre. Pero, aún con tal racional deflación, comparativamente con el magro recuento de los 140 mil votos de Fox o los poco más de mil que juntó CCS en el congreso político del PRD, le permite a FLO contar con una carta de presentación envidiable para abrir la contienda. Serán esos millones una apelación sonora para la andanada de medios que durará ocho largos meses.
Aún así, el año del 99 fue envidiable para el oficialismo. Se gastó como nunca en el combate a la pobreza, aunque los pobres siguieran aumentando. El esfuerzo, se asegura, fue desmedido para cumplir con el reclamo social en cuanto a educación, vivienda, salud o en pensiones (Afores y sus millones afiliados). Y, aunque usted no lo crea, se planea emplear casi 60 por ciento del gasto total programable en estos rubros para el 2000 de todas las contiendas electorales. Un monto considerable, cierto.
El blindaje con que se forró a la economía en el 99 (de todos los adelantos y préstamos) es, sin duda, un sedante para el oficialismo y un antídoto contra los pesimistas de siempre. No habrá quiebres sexenales, y eso suena a votos cayendo en el ánfora de julio 2. Tampoco saldrán mayores revelaciones de banqueros manirrotos, funcionarios atorados en la panza del Fobaproa, ni financiamientos partidistas disfrazados en fideicomisos protegidos por el secreto bancario que pudieran alterar la aletargada mirada de los ciudadanos. Aunque uno que otro sobresalto sin duda se tendrá debido a las generosas pensiones de los hacendarios que rebotarán, una y otra vez, por los mítines y los debates callejeros. Pero de ahí no pasará. Un buen año, a pesar de los reproches y las revelaciones incómodas.
No hay que escatimarle al oficialismo el peso de la felicitación clintoniana del 99. Queda gravado en el ámbito público internacional el avance de la democracia y valentía mostrada por abrir el proceso selectivo del PRI. A su tiempo se habrá de hacer contar tan conspicuo aval. El factor externo, tan apreciado por los mexicanos sobre todo cuando proviene del norte, acrecienta el capital político de reserva para los días aciagos que puedan venir.
Pero las expectativas económicas para el 2000 son la carta fuerte del oficialismo para su imagen de campaña. El cuarto trimestre del 99 empujó el crecimiento del PIB hasta 5 por ciento. Y en el primero del 2000, de acuerdo con cálculos responsables, llegará hasta 5.5 por ciento. Así, todo estará en calma. Las variables macro bajo control. Los grupos de presión alineados. Las encuestas de preferencias partidarias rayan el optimismo de los 40 por ciento, y la competencia opositora de Fox es mantenida en los 20, y el molesto Cárdenas con menos de 10 por ciento. šMayor platillo para la vista, la garganta, la bolsa y las ilusiones no se puede entrever!
Sólo quedan por ahí unas cuentas terribles que nadie quiere sacar del clóset. Las cifras espantan al más pintado de los diputados y críticos del sistema. Son los pasivos, los horrendos, los dramáticos pasivos contingentes que se ocultan en los balances de los bancos públicos de desarrollo. Miles de millones de dólares en pérdidas aún no conocidas. Pero también existen otros: los pasivos contingentes de pensiones no resguardadas con propiedad y reservas suficientes por las empresas públicas grandes. A ellos se adicionan las pensiones federales no fondeadas por el ISSSTE. Y más todavía serán aquellas de los burócratas estatales que se apilan en el limbo de las cuentas inventadas y nunca hechas por los gobiernos locales. Junto, todo ello, hará palidecer el costo del Fobaproa. Una bomba gigantesca que tronará, afortunadamente para el oficilismo, dados los primeros pasos del próximo siglo y cuando las elecciones sean ya parte de la cruenta historia oficial.