José Steinsleger
Chile como en feria
En abril de 1996, en la Hospedería del Hogar de Cristo de Santiago de Chile, falleció un pordiosero que vendía sus dibujos por la calle Lastarria en menos de mil 500 pesos (tres dólares). Pocos sabían que se trataba del único chileno que expone en el Museo del Louvre y que los entendidos no se desprendían de sus dibujos por menos de 10 mil dólares.
Solidario y manirroto con quienes en otras épocas tocaban a su puerta en París, "el viejo" hacía esfuerzos descomunales para reunir los 66 dólares mensuales que le costaba el cuarto donde vivía. Un día, los vecinos del edificio contiguo llamaron a los carabineros (policía), para que retirara de allí a "ese viejo andrajoso". Cuando murió, Juan Capra tenía 58 años.
El escritor Alfonso Alcalde, cuyos cuentos y obras siguen teniendo demanda, se quitó la vida en 1992, cuando empezó a sentir hambre en su humilde vivienda de Tomé, en la que vivía con su mujer. De un sociólogo con más de 50 libros publicados, y que no voy a nombrar para evitar su vergüenza y porque vive con sobrio optimismo y dignidad, supe de las bolsas con alimentos que sus alumnos le llevan como pago por sus clases.
Bienvenido, en todo caso, el súbito mecenazgo a lo Médici del gobierno chileno con motivo de la FIL de Guadalajara. De algo hay que agarrarse. ƑSerá porque la "Concertación" está de salida y el pinochetismo puede ganar en las próximas elecciones? ƑA qué responderá la fanfarria del oficialismo cultural? ƑA la constatación de que la imagen real de un país es una cultura más dignamente exportable que los vinos, las frutas y los mariscos y mucho más perdurable que el perecedero modelo de acumulación salvaje del capital?
En febrero pasado, el presidente Frei concurrió a un festival celebrado en el balneario de Cartagena. Quedó pasmado: "ƑTanta gente mueve la cultura?". El presidente dispuso entonces que para la FIL de Guadalajara se girasen 600 mil dólares. Pero olvidó que Drácula, alias de Eduardo Aninat, eficientísimo ministro de Hacienda y futuro vicepresidente mundial del FMI, replicó: "šCon 200 mil alcanza, üon! šNo olvide la crisis y los costos del general en Londres!". "ƑY el teletón?", dijo Frei. "También se suspende", espetó Aninat.
En Guadalajara, los intelectuales chilenos están de fiesta. Pero pronto volverán a la realidad asfixiante: un país donde 10 años de "democracia" sirvieron para borrar del escenario, en el marco de un acuerdo de la Concertación con el pinochetismo a los medios críticos de oposición: las revistas Analisi, Cauce, APSI y Pluma y Pincel, Fortín Mapocho y el excelente diario La Epoca, piedra angular del triunfo de la Concertación en 1989.
Queda entonces un solo periódico: El Mercurio, ese big brother golpista de ayer, hoy y mañana, y dos más que oscilan entre el amarillismo y la centroderecha. ƑLa cultura chilena? El 90 por ciento de las radioemisoras están en manos de la iglesia, la Librería Universitaria y la televisión por cable son controladas por el Opus Dei y el lenguaje de la cultura oficial se ha militarizado a tal punto que los funcionarios que encabezan la delegación en la FIL no tuvieron empacho en referirse a la "armada cultural" chilena.
En Chile, los estudios humanísticos ocupan un lugar igual a cero. Casi no existen bibliotecas ni librerías. Las universidades que se fundan son para enseñar mercadotecnica o computación. Uniformadora realidad que contrasta con la increíble cantidad de gente joven que escribe y los talleres de escritores que publican libros con bajísimos tirajes, pero que no se traducen en un círculo más amplio de lectores.
Acorralada por los precios exorbitantes de los libros (las novedades no bajan de 40-50-60 dólares), la literatura chilena se ha convertido en hábito super elitista reducido a su mínima expresión. Por esto, cuando a un escritor chileno le sobran algunos pesos, cruza la cordillera y se da una vuelta por la ciudad argentina de Mendoza, donde hay mejores precios, más novedades culturales y más librerías que en todo Santiago.
La clase política del país andino ha completado en democracia el proyecto de la dictadura: hacer de Chile un cuartel de iletrados políticos y pobres disciplinados, con una clase media consumista y cronicamente endeudada. Por derecha y por izquierda los tecnócratas chilenos se han especializado en acomodar el lenguaje a las coyunturas políticas y en profundizar su cinismo justificador en la línea del cura Hurtado, "todos contentos señor, contentos".
Sobre las espaldas de los artistas y escritores chilenos que visitan la FIL de Guadalajara, y los que se quedaron, y los que deliberadamente no fueron invitados, recae la inusitada responsabilidad de tomar riendas en el asunto. Quizá convendría, por un momento, sopesar las connotaciones y alcances de aquellas palabras de José Donoso en abril de 1995, cuando en la Feria del Libro de Buenos Aires dijo que Chile parecía haber olvidado su alma y su memoria.