La Jornada domingo 5 de diciembre de 1999

Néstor de Buen
La justicia en caricaturas

La posibilidad de dibujar o pintar a la justicia con intenciones perversas (que son las más divertidas y, por lo general, más que fundadas) ha sido aprovechada desde siempre. Y es que la clásica figura de la justicia que no ve y se funda en la balanza y en la fuerza (la espada) para resolver las controversias se presta a todo. Y si no, ahí está el mural portentoso de Orozco en la Corte que convierte a la justicia en, casi, una prostituta.

En los felices tiempos en que los tribunales civiles eran vecinos de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, entre Donceles y San Ildefonso (intercomunicados por República de Argentina), los despachos de abogados andaban por los mismos rumbos. Los más elegantes preferían 5 de Mayo. Los otros, de escasas dimensiones y modestias evidentes, se agrupaban alrededor de los tribunales.

En esos mismos tiempos era frecuente encontrar en esos despachos, como adorno fundamental ųy por regla general modesto, ya que eran simples copiasų las maravillosas caricaturas críticas de Daumier que ponían en evidencia las truculencias de jueces y abogados y los sufrimientos de sus clientes y víctimas. Ahora cualquier lector de cualquier periódico actual encontrará sin mayor dificultad las versiones modernas de lo mismo.

La Justicia, así con mayúscula inicial, y la caricatura, ocupaban siempre posiciones antagónicas.

Pero el poder del dibujo fácil (que de fácil no tiene nada) hoy trasciende a muchas cosas que antes no se pensaban. Nada menos que Rius, uno de los dibujantes de más sentido social de nuestros tiempos, trató los temas más serios en cuadernos elementales adornados con sus dibujos. No dudo que muchos hayan aprendido marxismo, o entendido la Revolución cubana, gracias a la pluma mágica de Rius y sus sangarabatenses. Pero se podrían citar muchos más y no quiero excluir de ellos a nuestra espléndida colección de perversos con derecho a dibujar que constituyen una de las gracias mayores de La Jornada.

Pero ahora se da el caso contrario. La justicia misma se ha puesto en manos de un dibujante excepcional, Paco Calderón, para que todos (y me incluyo, por supuesto) podamos entender cómo funciona en México el Poder Judicial de la Federación. Se ha publicado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación un bello cuaderno bajo el nombre de ƑQué es el Poder Judicial de la Federación?, que en el doble lenguaje: el escrito, de manera sencilla, y el gráfico del lápiz de Calderón, nos lo explica. šBueno! Hasta los abogados podemos entenderlo.

El librillo, fácil de manejo, se presenta con la explicación de la supremacía constitucional, redactado ese punto nada menos que por el maestro Genaro Góngora Pimentel, que trabaja ahora de presidente de la Corte y del Consejo del Poder Judicial Federal, y allí nos dice que de lo que se trata es de "difundir la cultura de la legalidad y aproximar a la sociedad civil, a través de textos muy sencillos y caricaturas, con las instituciones y los ordenamientos jurídicos relacionados con el Poder Judicial de la Federación". Y explica, de paso, que la supremacía constitucional deriva de que la Constitución es la norma suprema y todo se tiene que adecuar a ella. Precisamente, velar porque se cumpla ese principio es la función primordial de la Corte.

En los siguientes capítulos habla de la división de los poderes en México (división que no todos creemos se produce de verdad), de los juicios y procedimientos, de los juzgados de distrito, los tribunales de circuito, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, de la Suprema Corte, del personal auxiliar (secretarios y actuarios) y del Consejo de la Judicatura Federal.

Tiene un valor especial el texto, por su claridad y sencillez, pero yo me inclino un poco más por la interpretación gráfica que Paco Calderón, él mismo un personaje de sus caricaturas (y que también aparece en el libro), hace de los personajes y de las situaciones más relevantes de la llamada justicia que, en el fondo no es justicia, ya que esa es función del legislador y se cumple cuando se dictan normas generales, sin privilegios para nadie. Los jueces deben limitarse a aplicar la ley o, en el caso de la Corte, a juzgar sobre su constitucionalidad. Por eso el nombre de Suprema Corte de Justicia no se vale.

El problema que yo veo es que si se cambia, como pretende la Corte actual, la Ley de Amparo, las cosas van a cambiar y se tendrá que hacer una nueva edición del libro. Entre tanto en la Corte le regalan ejemplares. Vaya por ellos.