José Antonio Rojas Nieto
El fracaso de la OMC
La reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) fracasó. Menos por la incapacidad de los asistentes de llegar a consensos sobre una nueva ronda de liberalización del comercio mundial. Más ųen estos momentos ya no cabe ninguna dudaų por la emergencia mundial de una protesta contra el asimétrico, injusto y desigual comercio. No más, se clama y reclama en todo el mundo. No se puede seguir actuando así. Se exige un cambio, una transformación. Por eso la derrota, la inesperada derrota de Bill Clinton, que preveía lograr el consenso en su propio país. En el mundo de los excluidos y de los subordinados por esa violenta globalización se manifiesta la urgencia por pensar distinto, por actuar distinto, por sentir distinto. La lucha de las organizaciones no gubernamentales en el corazón de la manufactura del acero en el mundo lo expresó, acaso por primera vez a nombre de todos los excluidos. La vida no puede seguir así. Dice Saramago a La Jornada que la vida no es sólo lo que uno hace; es, ante todo, lo que los demás hacen. Hermosa reflexión que se complementa con su idea de que escribe para comprenderse, para hacer un esfuerzo por ver la realidad de manera profunda y no superficial, para descubrir si, acaso, esa realidad puede ser distinta, mejor, más esperanzadora. La revuelta de Seattle es profundamente esperanzadora, como lo ha sido la de Chiapas. Urge, entones ųasegura Saramagoų saciar la necesidad de comprender y usar la razón por la vida y no contra la vida. En el intento cotidiano por comprender esa realidad del comercio mundial, del mundo globalizado, su propuesta es incontrovertible. šCuántas veces el discurso económico es ciego: más aún, es cruel! ƑCómo lograr que nuestra razón no actúe contra nuestra propia vida sino a favor? ƑCómo propiciar e impulsar una reflexión serena sobre la lógica que subyace a una modernización y una globalización que se muestran violentas y crueles, que nos subordinan, que nos matan, que nos quitan toda esperanza? Hay ya un reclamo urgente, mundial, por una alternativa frente a este neoliberalismo. El que en México defiende e impulsa el gobierno actual y que busca continuidad con el candidato oficial. Pero afuera y adentro se reclama por un cambio que comienza con el descubrimiento de la racionalidad que se esconde atrás de esa implacable lógica del mercado que se pone y se propone como demiurgo del desarrollo, del bienestar. Nuestra razón no puede quedar sometida a esa implacable lógica. Es preciso intentarlo todo. Criticar los abusos de nuestra facultad de entender adaptada, exclusivamente, a los fenómenos que vemos, que percibimos día a día. En el ámbito de la economía se trata de un vicio terrible. Seguir postulando que las leyes del mercado son inamovibles y que el desarrollo y el bienestar ųpara no decir la justiciaų sólo vendrán cuando el mercado sea realmente libre y no cuando los hombres logremos ųen verdadų nuestra libertad, es una infamia. Oculta el ánimo de quienes desean controlar todo, subordinar todo. No es posible hablar de la defensa e impulso de la democracia cuando se sigue postulando que sólo con la libertad del mercado se logrará el desarrollo, pues el mercado, en suma, nunca ha sido libre. Siempre ha sido subordinado; ha sido la pugna del más fuerte contra el más débil, ya no sólo en la lucha del capital contra el trabajo, sino aun en la misma lucha asimétrica, desproporcionada e injusta de una empresa frente a otra, de una nación frente a otra, de una región frente a otra.
Pero hay ya muchas señales inequívocas de que hoy en día la lucha de los más débiles se orienta a buscar una nueva normatividad social, alternativa a la que justifica del mundo moderno actual. Por eso en Seattle, como en muchos otros lugares del mundo, antes de la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Por eso fracaso hoy esa reunión. Fue frenada por el descontento radical de los excluidos: consumidores, obreros, pequeños granjeros, ambientalistas defensores de los derechos humanos plantearon ųacaso como síntesis ejemplar de todas las luchas por la justicia que hoy se libran en todas las nacionesų, una sola demanda: comercio justo. Y con eso, sin duda, algo más: un mundo justo.