Durante su estancia en la ciudad de Seattle con motivo de la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el presidente Clinton firmó en nombre de su país un acuerdo internacional que tiene como propósito acabar con las peores formas de explotación infantil en el planeta. Se trata de una nueva convención auspiciada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que ha despertado esperanzas y reservas.
La explotación de la mano de obra infantil ha sido denunciada desde hace décadas por diversas organizaciones que luchan por la vigencia de los derechos humanos, la justicia y el trabajo digno. Según datos de la OIT, es en los países pobres o en vías de desarrollo, como México, donde esa explotación es más intensa y afecta a unos 250 millones de niños entre 14 y 15 años, la mitad de los cuales desempeña su trabajo a tiempo completo. También hay millones más que ni siquieran llegan a esa edad y cumplen tareas arduas y peligrosas por salarios de hambre o en condiciones de virtual esclavitud.
Entre las tareas que realiza la mano de obra infantil destacan las vinculadas con el sector agrícola y las empresas maquiladoras. En algunas de ellas se utilizan materiales peligrosos para la salud y el ambiente. Igualmente laboran en las minas o en el sector de la construcción, sin faltar los miles que hacen parte de las redes de prostitución nacional e internacional (el turismo sexual desde Europa y Estados Unidos hacia Asia es buen ejemplo), o los más de 300 mil niños que participan como soldados en conflictos bélicos.
El apoyo de Clinton a la nueva convención sobre trabajo infantil se dio en momentos en que fracasaba la Reunión Mundial de Comercio y tenía más resonancia la protesta ciudadana contra la globalización y las ``maldades'' del libre comercio; cuando se exigía incluir en las deliberaciones de esa reunión los asuntos ambientales y laborales, tan vinculados con la explotación infantil; y cuando el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas instaba a las delegaciones oficiales presentes en Seattle a tener más en cuenta los derechos humanos en sus decisiones ``pues no pueden ser sacrificados a favor de los intereses macroeconómicos''. Cabe destacar cómo dicho comité hizo también serias críticas al gobierno de México por su pobre papel en atacar la pobreza y la injusticia social y económica.
México no está exento de la explotación del trabajo infantil: 5 millones de niños laboran en las calles de las 100 principales ciudades de México; de esa cifra, por lo menos 13 por ciento ha sido víctima de abuso sexual o maltrato, mientras casi 200 mil tienen la calle como su hogar. Sólo en la capital del país más de 30 mil niños viven en la calle y sufren violencia, explotación sexual y tienen serios niveles de desnutrición y drogadicción.
El problema se origina en el modelo económico vigente que ha creado sexenio tras sexenio su cuota de pobres y miserables hasta sumar hoy más de 40 millones de personas. En esa desigualdad, sobresalen los niños menores de cinco años, 25 por ciento de los cuales presenta alto grado de desnutrición, lo que agrava las condiciones de explotación laboral que sufren en el agro y en otros trabajos. Ellos son víctimas de los efectos de sustancias tóxicas y peligrosas aplicadas en diversos cultivos agrícolas por miles de jornaleros que participan con sus familias en esas labores, lo mismo en Sinaloa que en Sonora, La Laguna, Baja California, Tamaulipas o El Soconusco.
Ahora que algunos medios califican vía encuestas el desempeño de los altos funcionarios de este sexenio, los datos anteriores evidencian que no han cumplido su tarea, y que están reprobados: somos un país menos justo en todo sentido. Y una de las expresiones de ese hecho son los millones de niños explotados que crecen en medio de múltiples carencias, mientras los ubicados en la cúspide económica y política disfrutan hasta de pensiones inmorales.