La Jornada miércoles 8 de diciembre de 1999

Gabriela Rodríguez
Los cuerpos y La ley de Herodes

La censurada película mexicana estrenada con el título La ley de Herodes es un irreverente material pedagógico en el que Luis Estrada y sus coguionistas logran descifrar con humor y sencillez metafórica un croquis topográfico de los mecanismos de poder. El filme materializa, entre imágenes claroscuras, canciones del Negro Ojeda y paraísos de cactáceas, la espesa fuerza y amplia fragilidad en que se han aferrado los poderes de nuestra sociedad.

Esta vez la magia del cine transporta a la audiencia para colocarla frente a lo más material, lo más físico, lo más corporal del ejercicio del poder. Más allá del discurso verbal, las escenas en movimiento tocan sin mediaciones la realidad esencial del cuerpo como centro de disputa entre los ciudadanos y las instancias de control.

Cuerpos sometidos a regulaciones sociales que igual están escritas en una Constitución que en un evangelio, pero donde se señala con precisión lo que puede y no puede hacerse, ya sea en los ámbitos público o privado. Se trata de normas que nadie está dispuesto a acatar, pero que representan los instrumentos privilegiados para mantener la impunidad, ejercer la corrupción y someter a todos y a todas al perdón. Con base en estos tres mecanismos se negocia una triple alianza: autoridades oficiales, ministros eclesiásticos y la madame del burdel local conforman un equipo casi invencible. Desde la presidencia municipal, el templo y el burdel se despoja a los ciudadanos de sus bienes, se agrede a los débiles hasta llegar al crimen, se acumulan riqueza y se manejan los pecados de la carne como fuentes del chantaje.

Las premisas de género dan para un segundo ángulo de análisis. La ley... confirma los estilos masculinos de poder que han caracterizado a los líderes de los partidos y a los jerarcas eclesiásticos. El cinismo, la violencia y la hipocresía no pueden ser mejor ilustrados. Hombres que heredan monárquicamente posiciones públicas para abusar de los más débiles (indios, madre-esposas, teporochos) con la bendición de Dios; machos mujeriegos y moralistas violan a sus sirvientas mientras se escandalizan de los actos del burdel. Esposas y matronas que detrás de los grandes hombres solapan y se hacen cómplices de las transas. Beatas de sacristía explotadoras e infieles. Putas, indios y mujeres jóvenes se someten o rebelan a sus condiciones de subordinación. La pistola, la Constitución, el dinero y la confesión son dispositivos que enmarcan los límites del poder en manos de los hombres, metáforas del poder militar, legislativo, económico y de las conciencias.

La cinta es una lección densa y divertida de historia y política. Si toda historia es historia del presente, Ƒcómo resistirse a la comparación con las vicisitudes y tensiones políticas actuales?

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