* Heredará la "barbarie de la ley del más fuerte"
Menem no se va; se erigirá en jefe de la oposición política
* Sus últimas decisiones, iguales a la guerra sucia contra Alfonsín
* Los legisladores justicialistas van a ser el poder en las sombras
Stella Calloni, corresponsal, Buenos Aires, 8 de diciembre * Las últimas decisiones del gobierno peronista del presidente Carlos Menem son coherentes con sus 10 años de gestión y pueden ser comparadas sólo con la guerra sucia que libró la derecha del Partido Justicialista durante el gobierno del antecesor del actual mandatario peronista, el radical Raúl Alfonsín (1983-1989), para desestabilizarlo.
El problema es que, salvo raras excepciones, la socialdemócrata Unión Cívica Radical nunca hizo una denuncia formal sobre aquellas acciones, que ni siquiera escatimaron alianzas con militares de la última dictadura para golpear al hombre que logró llevar a juicio a las juntas de gobierno de aquel régimen militar (1976-1983), y que promovió la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas cuando la estructura militar de la dictadura todavía estaba en pie.
Estas debilidades y concesiones decepcionaron a miles de argentinos, pero aún así Alfonsín quedó sin manchas y su figura se potenció durante la gestión de Menem ante la evidencia de la corrupción más escandalosa de la historia nacional, los indultos a los jefes militares, las sospechosas privatizaciones y una sumisión a Washington que el propio gobierno definió como "relaciones carnales".
Para muchos, la corrupción comenzó en el mismo momento en que Menem traicionó su promesa de campaña de "salariazo y revolución productiva" para entrar "sin anestesia", como él mismo dijo, a un modelo neoliberal.
Tampoco cumplió el famoso anuncio de 1995 de "pulverizar el desempleo", aunque en un mensaje de despedida el mandatario neoperonista sostuvo que ahora Argentina tiene "paz social y es dueña de un nuevo prestigio internacional".
Y en otro ataque a Alfonsín, recordó que bajo el mandato de aquél el país estaba ausente de los debates "de los países líderes" y en medio de un "cataclismo".
Cabe recordar que el peronismo sindical reunido en la Confederación General del Trabajo realizó más de una docena de paros contra el presidente Alfonsín, pero casi ninguna protesta contra los despidos masivos y, como se dice, "la entrega de las joyas de la abuela y de la abuela también", en referencia a las privatizaciones salvajes de la gestión Menem.
El mandatario logró manejar como un "chantaje" la estabilidad económica lograda, tras controlar la hiperinflación que desgastó a Alfonsín, gracias a la unión del Partido Justicialista con los poderes financie- ros internos y externos.
Por ello, si bien pudo detener los aumentos de precios, lo hizo al precio de una corrupción amparada desde esos poderes, para dejar ahora la más terrible concentración de la riqueza y records históricos en desocupación, así como más del doble de la deuda externa heredada, para llegar ahora a los 140 mil millones de dólares.
La perversión hecha sistema
La fábula de muchos medios de comunicación internacionales sobre el "ejemplar modelo" argentino es el mejor reflejo de la perversión del sistema.
La supuesta estabilidad económica del país fue utilizada como la zanahoria delante del conejo hambriento y dio dividendos hasta ahora, cuando la crisis comenzó a desnudar la verdad.
Pero Menem no se va: luego de sacar del medio en una guerra de desgaste a su rival interno-- el gobernador saliente de la provincia de Buenos Aires y ex candidato presidencia Eduardo Duhalde-- se erige como jefe de la oposición.
En los círculos del poder se dice insistentemente que habría alquilado ya lujosas oficinas desde donde actuaría junto a su "gabinete paralelo" para cuidar su modelo, como ha anunciado profusamente.
Cuando asumió la presidencia en julio de 1989, la imagen de Carlos Saúl Menem era la de un caudillo de flolclóricas patillas, de la provincia de La Rioja, que venía de tener como centro de campaña electoral un departamento prestado.
Pero tras tomar el poder dejó rápidamente los ponchos para lucir sin pudor costosísimos trajes a la medida al convertirse en el defensor a ultranza del neoliberalismo ortodoxo, mientras sus funcionarios no te- nían empacho en mostrar sus lujosas mansiones en las revistas del corazón o, como hizo la ahora investigada secretaria del Medio Ambiente, María Julia Alsogaray (por una cuenta de 200 millones de dólares que tendría en Islas Caimán), mostrarse en portada apenas cubierta por un abrigo de piel.
También los legisladores peronistas están dispuestos a convertirse en el poder en las sombras, y ya se estrenaron al impedir, a dos días de la asunción de Fernando de la Rúa, el debate del presupuesto 2000.
La década perdida
El analista José María Pasquini Durán recordó en el diario Página 12 que "la administración de Alfonsín transcurrió en los años de la 'década perdida', con los restos decadentes del Estado de bienestar y el mercado hostigándolo para desplazarlo.... la década de Carlos Menem reorganizó la vida nacional en nuevos términos del pensamiento único, a costa de sacrificar a dos de cada tres argentinos con la falsa promesa de un mercado de bienestar".
Agregó el estudioso: "No realizó esa ilusión pero nada quedó igual que antes, aunque su segundo mandato fue la repetición grotesca del primer sexenio, ahora es imposible dar marcha atrás y es indeseable seguir adelante por el mismo rumbo. Basta revisar el estado de cuentas nacionales para comprender que no se puede seguir así, que el gobierno electo está parado en la encrucijada de lo imposible y lo indeseable: para conformar al Fondo Monetario Internacional tiene que producir un ajuste sobre los ajustes".
La sociedad tiene deseos de cambio, pero estos tropiezan "con el miedo a lo desconocido", mientras el auge del movimiento social coexiste con una marcada despolitización, escepticismo, desilusión y conformismo del pueblo.
La presencia del polémico ministro del Interior, Carlos Corach, en el Senado, y también la del ex ministro de Justicia Rodolfo Barra, lobbysta de empresas extranjeras, en la Auditoría General de la Nación, así como del ex coronel golpista Aldo Rico en la seguridad bonaerense, expresan el "desorden metabólico de la democracia", señala Pasquini.
A su vez, el periodista Rubén Contesti advierte que "el menemismo se va pero deja, como sombra, su contracultura del vale todo, con una sociedad desencantada, y en el nombre de la globalización nos deja la barbarie de la ley del más fuerte".
Pero también deja un peronismo fracturado donde la palabra "traición" comienza a oírse cada vez más fuerte.