* Nulo, por ahora, un rechazo interno al ultimátum


Rusia podría ampliar el plazo de rendición para Grozny

* La mayoría, refugiada en sótanos, no sabe de la advertencia militar

* No todos los chechenos aceptan el régimen islámico: estadísticas

Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 8 de diciembre * A menos de tres días de que venza el plazo del ultimátum lanzado por el alto mando militar ruso a los habitantes de Grozny, que por más malabarismos verbales de las autoridades de Rusia es una amenaza de aniquilación que afecta también a la población civil, el Kremlin no parece dispuesto a detener la reconquista de Chechenia.

En el mejor de los casos se prolongará por un tiempo más el plazo para que los habitantes de Grozny puedan abandonar la ciudad, aunque hasta ahora muy pocos lo han hecho debido a que muchos pobladores, al refugiarse en los sótanos de sus casas semidestruidas, ni siquiera tienen conocimiento del ultimátum.

El gobierno ruso insiste también en que los propios combatientes wahabitas (radicales islámicos) impiden a la población civil salir de Grozny para usarlos como "escudos humanos".

Funcionarios del Estado Mayor del ejército argumentan que la decisión de arrasar Grozny con bombas de aviación y artillería, de no aceptarse su ofrecimiento de rendición, se finca en el hecho de que los jefes chechenos ordenaron minar los accesos a la ciudad y abrir una zanja a lo largo del perímetro urbano con gasolina para incendiarla, en el momento en que las tropas rusas comiencen el asalto.

Desde el punto de vista ruso, no hay reacción internacional capaz de evitar la toma de Grozny. No se puede decir que a Moscú no le preocupa la reacción de condena al ultimátum en el mundo, que podría derivar en un aislamiento y en la imposición de sanciones a Rusia, pero no se considera aquí un factor determinante.

Lo sería, en cambio, un fuerte rechazo interno, que por ahora es nulo. Qué otra cosa se puede esperar si hasta el líder comunista, Guennadi Ziuganov, calificó de "amoral" la posición de Occidente respecto de la actuación rusa en Chechenia, que "busca defender a los bandidos y terroristas atrincherados en Grozny".

Para Ziuganov, y en esto repite la tesis del primer ministro, Vladimir Putin, el ultimátum no es tal, sino "una advertencia hecha con las más nobles intenciones". A su juicio, Rusia debe continuar la lucha contra los "terroristas" porque "carece de sentido sostener con bandidos negociaciones de paz".

Con ese abrumador apoyo al interior de Rusia, el gobierno busca contrarrestar las presiones internacionales mediante un acercamiento con sus vecinos. En ese contexto se inscriben la reciente visita del presidente de Ucrania, la suscripción del Tratado de la Unión con Bielorrusia y el viaje del presidente Boris Yeltsin a China.

En condiciones de salud realmente precarias, conforme a las fehacientes muestras que dio este miércoles durante la ceremonia de firma con su contraparte bielorruso, Aleksandr Lukashenko, Yeltsin viaja a China para establecer un pacto en materia de seguridad, que incluye ųentre otras cláusulasų la creación de un cuerpo militar conjunto de despliegue rápido.

A modo y semejanza de estructuras europeas y trasatlánticas similares, Rusia y China se proponen emplear esas unidades de élite en focos de tensión, de surgir lo que los estrategas militares, de uno y otro lado, denominan peligros compartidos a la seguridad.

Yeltsin emprendió el viaje, a pesar de la recomendación de sus médicos de no hacerlo. Horas antes, un Yeltsin tambaleante y amnésico en la mencionada ceremonia, por momentos hizo recordar a Leonid Brezhnev en sus peores tiempos cuando leyó el último párrafo de su breve discurso y, durante casi medio minuto, siguió buscando afanosamente una continuación que no existía. Seguramente, quien preparó el discurso olvidó poner "muchas gracias".

Mientras Yeltsin realiza una intensa actividad en busca de aliados foráneos, que puede contener los ánimos condenatorios de Occidente o, al menos, evitar una ruptura, las tropas rusas tomaron este miércoles Urus-Martan, estratégica localidad de Chechenia, y continuaron los bombardeos sobre Grozny.

Aun antes que los soldados rusos, como punta de lanza de la operación, entraron a Urus-Martan las unidades militares de Bislan Gantamirov, quien de facto ha asumido el liderazgo de la oposición chechena al gobierno de Aslan Masjadov.

La presencia del propio Gantamirov en Urus-Martan es significativa porque la diáspora chechena está llamada a desempeñar un importante papel en futuras negociaciones para un arreglo político.

Al margen de la controvertida trayectoria de Gantamirov, en honor a la verdad, las estadísticas de emigración demuestran que no todos los chechenos están de acuerdo con el régimen islámico que los wahabitas han querido imponer.

Hacia mediados de 1998, Chechenia tenía cerca de un millón y medio de habitantes, contando a los residentes de origen ruso. En apenas un año de gobierno de Masjadov, mucho antes del comienzo de la guerra, la diáspora chechena, diseminada a lo largo y ancho de lo que fue la Unión Soviética, sobre todo en Rusia y algunas repúblicas de Asia Central, alcanzó 950 mil personas. Tan sólo en Moscú viven casi 100 mil chechenos.

La guerra añadió al exilio a otros 236 mil chechenos. Así pues, en toda Chechenia, incluida la población de Grozny, permanecen poco más de 300 mil personas, una quinta parte de su población total.

 

Inoportuno suspender

ayuda a Moscú: Clinton

 

Afp y Ap, Washington * El presidente estadunidense, Bill Clinton, dijo que reducir la ayuda de su país a Rusia para que cambie la política que lleva adelante en Chechenia no serviría a los intereses de Estados Unidos.

Expuso que dos tercios e la ayuda estadunidense a Rusia son destinados a programas de desnuclearización de seguridad nuclear, y el tercio restante es para promover la democracia. "No creo que cortar esta ayuda sirva a nuestros intereses", insistió en conferencia de prensa.

Añadió que Moscú "ya pagaba caro" sus operativos militares en el Cáucaso, y dijo que seguirá pagándolo, pues "su estrategia fracasará", ya que además pondrá en su contra a la comunidad internacional, y reiteró que lo que Rusia hace en Chechenia "no está bien" para Moscú, "porque necesita de su apoyo y de inversiones".

A su vez, la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, instó a Moscú a moderar su campaña militar en Chechenia y exigió "mayores esfuerzos" para poner fin a la lucha que se desarrolla en esa convulsionada región contra los rebeldes wahabitas.