Defensa de derechos en el ojo del conflicto chiapaneco
Xi'nich, activismo desde el subsuelo
Blanche Petrich * Sólo los viejitos de las comunidades de la zona de Palenque sabrán por qué llamaron Xi'nich ųhormigaų a una agrupación campesina. Magdalena González, una de las cinco coordinadoras del trabajo de mujeres de esa organización, interpreta así la singular denominación: "Las hormigas trabajan en el subsuelo. No se ve más que su nido, un montoncito de tierra. Si alguien trata de destruirlo, no se sabe cómo, pero las hormigas salen, se multiplican, andan por todos lados. Y después hay más nidos".
Es la metáfora de lo que ocurre con Xi'nich ųcondecorada ayer por el gobierno francés, en París, por la labor en defensa de sus derechosų y muchas otras expresiones del movimiento social chiapaneco, el que existía antes de 1994 y subsiste y se multiplica a cinco años de distancia del levantamiento zapatista en el corazón de la zona de la no guerra, en medio del permanente fuego cruzado entre el Ejército Zapatista y la militarización del estado.
La región que los choles, tzeltales y zoques de Xi'nich llaman su "hábitat" o territorio es justamente la zona donde se multiplican los cuarteles, las grandes bases militares de hormigón en medio de la selva, los movimientos castrenses de pinza y cerco, los nuevos asentamientos de soldados; donde los episodios de represión contra las organizaciones civiles son cíclicos (1996, 1997, 1999) sin que el EZLN haya disparado un solo tiro. Conviven choza con choza bases zapatistas, católicos y evangélicos, militantes de uno y otro signos, con comunidades no organizadas, con priístas y, desde luego, con paramilitares de Paz y Justicia, cuyos dominios se extienden desde los municipios norteños hacia Palenque, las Cañadas de Ocosingo y Chilón.
De cómo se vive y se lucha en ese ojo de huracán hablan con La Jornada dos de los coordinadores que viajaron a Francia para recibir la condecoración: Magdalena, tzeltal de Albino Corzo, y Víctor Guzmán, de Betania.
"El gobierno no hace diferencia entre zapatistas armados y nosotros. Nos ven como el enemigo. La consecuencia es que sufrimos cárcel, acoso, militarización. Es el costo de caminar al lado de nuestros hermanos zapatistas. No tenemos sus métodos, no pertenecemos a su organización, pero compartimos sus causas. Tenemos buena relación y es algo que va más allá de la solidaridad. Somos parte de lo mismo", dice Guzmán.
Magdalena agrega: "Es injusto ser acusado de lo que uno no es, pero pasa seguido. La represión es pareja".
El levantamiento de 1994 fue el parteaguas para esta gente. En abril de 1995, cuando arrancó la negociación de San Andrés Larráinzar, Xi' nich en pleno se apuntó en las listas para formar los cordones de seguridad. Víctor describe el proceso que se desató: "Luego luego vimos que el camino era por ahí. No nos interesaba sólo apoyar la negociación sino ser parte de ella, desde el lado del pueblo, de los zapatistas. No vimos que sólo fueran el gobierno y el EZLN hablando. El EZLN, con David, Zebedeo, Tacho y los demás, era el que daba la cara por todos".
Pero, recuerda, el gobierno federal abrió otra mesa, en la que Dante Delgado Rannauro, en aquel entonces funcionario federal, repartía recursos a discreción a las organizaciones que rompieran alianzas con el zapatismo. "Era obvia la trampa, dividir al zapatismo del resto de las organizaciones. Parte del movimiento social ahí quedó cooptado. Nosotros dijimos no".
Ese "no" por parte de Xi' nich fue todo un cambio estratégico. Se acabaron los métodos anteriores, en los que la organización gestionaba sus demandas en mesas de negociación con las instancias gubernamentales, particularmente asuntos de tierras y financiamientos, y se optó por la ruptura, por no aceptar programas oficiales, por buscar una nueva relación mediante la realización de los acuerdos de San Andrés Larráinzar.
Muchas otras organizaciones entraron en la dinámica del gobierno. "Nosotros no queremos decir que los que aceptaron dinero se hicieron automáticamente dependientes o que traicionaron al zapatismo, aunque sí, muchos fueron cooptados. Nosotros hacemos una diferencia entre lo que hicieron los líderes y lo que es la base social".
Respecto a su propio grupo, Xi'nich entró en un "periodo de reflexión". Este continúa. "Por ejemplo ųdice Víctorų, es difícil en estos días que a los coordinadores nos encuentren en Palenque. Andamos mucho más en las comunidades, hay muchas más asambleas. Necesitamos tener conciencia clara de cómo ha evolucionado lo que empieza en 1994. Porque sólo así podemos mantenernos firmes en nuestro corazón y entender que esta lucha es a largo plazo, que nuestra gente entienda que no estamos luchando por un Progresa, un Procampo, una carretera."
"Lo que necesitamos ųretoma la idea Magdalenaų es una nueva relación entre los gobiernos y los pueblos, que éstos digan lo que necesitan y lo que quieren, y no que el gobierno diga lo que tienen qué hacer."
Cuando se organizó la marcha de los 56 días, de Palenque al Distrito Federal en 1991, Magdalena tenía 19 años. Ella era la abanderada de la descubierta. De la experiencia de estos años ha aprendido que cuando los pueblos tienen mucha necesidad, no pueden esperar sentados a que el gobierno llegue a atenderlos, sino que poseen la libertad de organizarse.
De la forma como vislumbra el futuro, Magdalena González dice: "Hemos avanzado en poder ver hacia dónde va nuestra lucha, pero esto va para largo".