* La entrega de los premios nacionales de Ciencias y Artes se ajustó al protocolo
Fanatismo injustificable, decir que no es posible un trato honesto de la cultura con el Estado: Rossi
* Existe una gran perplejidad ante el problema de la UNAM, señaló el galardonado
* México es un espacio de libertad y paz en un siglo marcado por la violencia, dijo Zedillo
Angel Vargas y Mónica Mateos * La última entrega de los premios nacionales de Ciencias y Artes, en el gobierno del presidente Ernesto Zedillo, estuvo acorde con el discurso de que ''México es un espacio de libertad y de paz". Quedan en el pasado las palabras críticas al sistema, como las pronunciadas por José Emilio Pacheco o Fernando del Paso en versiones anteriores.
Siete hombres y una orquesta fueron los galardonados. En el salón de la Tesorería de Palacio Nacional, la ceremonia, efectuada ayer, se ajustó por completo al protocolo, hasta las palabras de agradecimiento del galardonado en el rubro de literatura y lingüística, Alejandro Rossi.
''Es necesario reconocer, aunque algunos tuerzan la boca, que el Estado ha sido el más importante promotor de las artes y las ciencias en México (...) No olvido al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, una invención que ha resultado utilísima para la vida literaria de México. Fue una apuesta audaz: una suerte de mecenazgo responsable ejercido con impecable respeto artístico y sin una pizca de intervencionismo en nuestras actividades.
''La variedad política de todos nosotros y la diversidad de nuestras conductas públicas es la mejor prueba de ello. Suponer lo contrario me parece injusto con los artistas y también con los funcionarios culturales. Juzgar una imposibilidad el trato honesto y libre con el Estado es, en el momento actual, un fanatismo injustificable", aseveró el filósofo y escritor en su discurso.
Arriaga y Quezada, muy ovacionados
Llamó arrogantes a los observadores que ''nos califican casi de siervos del poder. México es, para ellos, un enigma incomprensible, cuyas soluciones, si las hay, lejos de alegrarlos los indigna. La reacción clásica del dogmático cuando la realidad no lo obedece".
Hasta ese momento, la voz de Rossi no había llamado la atención del secretario de Educación, Miguel Limón, y del titular del CNCA, Rafael Tovar, quienes cuchicheaban sentados a la derecha del Presidente. Todo cambió cuando el galardonado dijo: ''No me es posible hablar en público y soslayar el tema de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hay una gran perplejidad ante la situación de la universidad: un problema que al comienzo parecía relativamente menor, se ha convertido en una gran catástrofe".
El primer mandatario escuchaba atento las palabras del maestro emérito, lo mismo que el resto de los premiados y el público asistente: ''No es tiempo de lloriqueos ni de rasgarse las vestiduras como si la universidad fuese una diosa mancillada. Lo apremiante es encontrar una zona de pensamiento que nos permita razonar en común sobre la universidad".
Los problemas, dijo, se han "enconado por el exagerado tamaño de la universidad y por la falta de homegeneidad en su población. Varias universidades legítimas todas, pero de propósitos distintos, conviven en una sola. No me cabe la menor duda de que la universidad reclama una nueva y original distribución de sus partes. Más aún: debemos volver a pensar los conceptos básicos de la universidad".
La ceremonia comenzó puntual. Incluso los cinco minutos de retraso de Rafael Tovar fueron notorios porque, además de entrar por una puerta lateral, ya no encontró su lugar disponible en el presídium y tuvo que ir de silla en silla hasta que, por fin, le cedieron el asiento más cercano al Presidente.
Luego de que José Ruiz Herrera, miembro del jurado, ofreció una somera semblanza acerca de los premiados, éstos fueron llamados, uno por uno, para recibir de manos de Ernesto Zedillo los correspondientes diploma, medalla y cheque por 100 mil pesos.
Los aplausos fueron por igual para Rossi, Josefina Zoraida Vázquez (Premio Nacional de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía), Augusto Fernández Guardiola y Octavio José Obregón Díaz (Ciencias Físico-matemáticas y Naturales), Jesús González Hernández (Tecnología y Diseño) y la Orquesta Típica Yukalpetén, representada por su director Manuel Gómez Betancourt (Artes y Tradiciones Populares).
Pero los que recibieron la ovación más cálida y prolongada fueron el coreógrafo y bailarín Guillermo Arriaga (Premio Nacional de Bellas Artes) y el artesano ceramista Juan Quezada Celado (Artes y Tradiciones Populares).
El presidente Zedillo bromeó luego de escuchar la interpretación de Peregrina, que obsequió a los presentes la orquesta galardonada: ''Si me cambian una pieza por mi discurso, yo lo preferiría, pero nada más prepararon una".
Enseguida habló de la importancia que tienen la creación artística, la investigación de las ciencias y las humanidades, el cultivo de las tradiciones y la inovación tecnológica en la fortaleza de toda sociedad. Destacó, asimismo, que durante este siglo de ''violencia, persecuciones y desolación, México ha sido un espacio de libertad y de paz". Por último, llamó a todos los científicos y creadores a ''que continúen contribuyendo con su trabajo a hacer realidad las aspiraciones de los mexicanos, en especial el anhelo de justicia social".