* Paz lo consideraba un hombre combustible
Hoy, velada en memoria del poeta José Carlos Becerra
* Estaba dispuesto a maravillarse con todo, dice Gutiérrez Vega
Yanireth Israde * Poeta de cautivadora palabra, José Carlos Becerra supo reír y amanecer cantando.
Pronto cumplirá 30 años de muerto, pero su obra irradia ese vigor que la coloca como una de las más importantes de la literatura contemporánea.
Esta noche la Casa de Cultura Tabasco ofrece una velada en su memoria, con la asistencia de Hugo Gutiérrez Vega, Guillermo Samperio y Alberto Paredes.
Tabasqueño, como Carlos Pellicer y José Gorostiza, la poesía de Becerra atrajo desde un principio a poetas como José Emilio Pacheco y Octavio Paz.
En el prólogo al libro El otoño recorre las islas, que reúne la producción del joven poeta, Paz reconoce: ''Me sorprendieron su calor, su capacidad para admirar y maravillarse, la inocencia de su mirada y sus facciones un poco infantiles. A veces la pasión centelleaba en sus ojos y los transformaba''.
Era, dice más adelante, un ''hombre combustible'': el entusiasmo lo encendía y la indiferencia lo apagaba... Era un temperamento cordial, insólito en el altiplano mexicano, región de emociones soterradas y cortesías espinosas''.
José Carlos Becerra parecía resuelto a probar hasta las últimas delicias de la vida. Así lo recuerda Hugo Gutiérrez Vega, su colega y amigo, quien lo acompañó durante su estancia en Londres.
La literatura fue una punzada que lo sacudió desde su más temprana juventud. No había pasado su primer década, cuando ya se ocupaba de manufacturar novelas.
Su vida académica se enfiló después por la arquitectura, disciplina que estudió en el Distrito Federal, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero que no llegó a terminar porque su ímpetu literario fue más fuerte.
Juan Manuel Torres lo recuerda así: ''El quería serlo todo: pintor, cuentista, arquitecto, torero, poeta, combatiente político, actor teatral, director cinematográfico. Y casi todo le salía bien. Admiraba locamente a Hemingway y a Faulkner, y se pasaba las mañanas enteras cepillándose el cabello y ordenándose el mechón sobre la frente. Preparaba sus trabajos de arquitectura en papel de estraza, a última hora. Tomaba una toalla sucia e intentaba el peor toreo de salón que he visto en mi vida. No sé. Dicen que hace poco se armó de valor y se plantó frente a un novillo. Siempre había querido hacerlo. Ojala no le haya ido tan mal''.
Fue también militante político. Gerardo de la Torre, relata: ''Conocí a José Carlos en una situación que nada tenía de literaria: militando en el Movimiento de América Latina, una organización dedicada a la defensa de la entonces incipiente Revolución Cubana. Desde el principio me impresionaron su entrega a la actividad política, la pasión que ponía en el debate, y la verticalidad y justicia de sus apreciaciones''.
En la primera mitad de los sesenta asistió como oyente en la Facultad de Filosofía y Letras y más tarde al taller literario de Juan José Arreola.
A finales de esa década su obra gozaba ya de reconocimiento y su libro Relación de los hechos fue unánimente celebrado
En 1968, cuando trabajaba como redactor de publicidad, fue uno de los primeros que prostestó contra la matanza de Tlatelolco.
Un año fundamental fue el 69. Entonces le concedieron la beca de la Fundación Guggenheim. Salió para Nueva York y luego se embarcó hacia Europa, estableciéndose seis meses en Londres.
Hugo Gutiérrez Vega se refiere a él como un hombre jocoso, dispuesto a maravillarse con todo, con el arte y las mujeres, los paisajes y la música.
Destaca su excepcional capacidad para hallar metáforas: ''La metáfora es una joya que el poeta se encuentra y hace que el poema resplandezca. Yo cuando me encuentro una metáfora casi organizo cenas. Pero José Carlos las encontraba a puños, metáforas originales.''
Metáforas estremecedoras: 'Me duele la pulcritud inútil, la voluntad académica,/ la cortesía de los ciegos/ la caricia torva como una virgen insatisfecha.
Y del mismo poema, ''Epica'', el siguiente fragmento: En estas palabras hay un poco de polvo egipcio/ hay unas cuantas vendas, hay un olor de pirámides adormecidas en el algodón del pasado,/ y hay también esa nostalgia que nos invade en ciertas tardes,/ cuando la lluvia se enreda en nuestra corazón como los cabellos húmedos y largos/ de una mujer desconocida.
José Carlos Becerra no tuvo tiempo de hallar otras espléndidas metáforas. Un funesto accidente automovilístico, de camino a Brindisi, detuvo el torrente de sus palabras. Le urgía llegar a Grecia, admirarse con la Acrópolis, regalar a sus ojos los prodigios de aquella tierra.
El poeta de las metáforas cautivadoras murió el 27 de mayo de 1970, a los 33 años.
Hoy su memoria se invoca en un homenaje que dará comienzo a las 19:00 horas en la Casa de Cultura Tabasco. Berlín 33 esquina Marsella, colonia Juárez.