* La obra de Oscar Liera se estrenó este fin de semana por cuarta ocasión


La realidad mágica de El camino rojo a Sabaiba

Carlos Paul * El mundo de lo sobrenatural y el destino trágico del ser humano se conjugan en una de las obras ''más complejas'' de la dramaturgia mexicana, El camino rojo a Sabaiba, de Oscar Liera, que, como parte de sus cuatro estrenos, se escenificó este fin de semana en El Foro Teatro Contemporáneo.

Dirigida por Ludwik Margules, la obra nos presenta las venganzas, los crímenes, los amores, los sueños y las penas, las supersticiones y las leyendas de un pueblo, cuyos habitantes viven una realidad mágica.

Presentada en un espacio acondicionado sólo para 25 personas, la historia poco a poco, pero desde un principio, adentra al espectador en el universo de las apariencias y los presagios, en el de las ánimas en pena, y en la memoria y el trágico destino del teniente Fabián Romero Castro, así como en la vida cotidiana y amorosa de Zacarías Fajardo, quien vive en el mundo de los muertos.

Con el encuentro de ambos, a la orilla de la playa, luego de que amaneció con nubes anaranjadas y granizó en un día caluroso, se inicia esta compleja trama y surge uno de los hilos conductores que permeará el pasado y el futuro de los personajes: la venganza.

En la puesta, las distintas escenas se van encadenando sin transición. Lo verdadero y lo mágico comienzan a transponerse conforme los personajes aparecen en escena. Así, la llegada ''demasiado tarde'' de Fabián a Sabaiba (considerada por el pueblo como una premonición de futuras tragedias) y su encuentro con Zacarías se ven trastocados para hablar de sexo y religión, cuando aparece Sor Joaquina, la Hermana Quina, que antes de pedirle al teniente que le cure su ''pasión de ánimo'', su deseo sexual, rememora que Zacarías está muerto. "Muchas culpas guardaba como para que su alma por tantos años siga penando''. Al mismo tiempo, otra escena, otro encuentro, y lo aparente y lo cotidiano se mezclan. Fabián dialoga con un sirviente jorobado de nombre Mayo, quien aclara: ''está loca, no le haga caso, es la sobrina del ama de llaves, se viste de monja y cree que está enclaustrada''.

La narración y la geografía han cambiado. De la playa, Ƒa un convento?, al Castillo de Aztlán. Y por la boca del sirviente se conocen las supersticiones y los presagios que condenan al pueblo de Sabaiba. A las lechuzas blancas que lloran y hablan con los muertos.

Lo cotidiano, lo aparente y lo verdadero siguen tejiendo distintos tiempos y espacios, en los que se ejerce el poder de los ricos y su intransigencia.

La siete veces digna Gladys de Villafoncurt y sus damas de compañía se hacen presentes. Antes de hablar pide que vengan los maromeros, quienes desnudos y al ritmo estruendoso de un tambor realizan sus acrobacias, apareciendo y desapareciendo inmediatamente.

Con mínimos movimientos escénicos, los actores sustentan la acción dramática en el diálogo. El pasado y el futuro se sobreponen de manera alternada, construyendo distintos niveles y realidades. Los relatos dentro de los relatos comienzan a multiplicarse.

De esta forma el espectador se transporta y conoce el viaje por Africa de la señora Gladys para comprar una esclava. Su infertilidad motivó, como una forma de rencor, la construcción del camino rojo a Sabaiba, trabajo en el que muchos hombres murieron. Asimismo se vive el origen y el destino de Carmen Castro, madre de Fabián, y de cómo ésta es despreciada por su esposo Fermín, por no darle un hijo varón. En venganza, ella se deja preñar por Arbel Romero, esposo de Gladys y padre de Fabián.

La memoria, los sortilegios, las premoniciones, las ánimas en pena y sus supersticiones se amalgaman. ''La gente no puede morirse con secretos porque se convierte en una lechuza que vaga''. Fabián Romero desea vengar a su madre; sin embargo, ''cómo puede uno vengarse de los muertos''. Toda esta historia de los Villafoncurt y Sabaiba, "puede ser, Fabián, que no te la hayan contado bien, o que la hayas soñado, o que la mitad de lo que te contaron no es verdad o que nada es cierto, Ƒqué harías? Las nubes amanecieron anaranjadas. Las premoniciones coinciden. Al teniente Fabián Romero Castro lo mataron el mismo día que llegó a Sabaiba''.