José Blanco
Detener la provocación
Los cuatro puntos firmados entre el CGH y la comisión del rector son poco significativos por su contenido, pero de real importancia simbólica. El hechizo se ha roto, el símbolo de la imposibilidad se hizo añicos: sí es posible dialogar y llegar a acuerdos.
Una lucecita, un tenue destello de confianza se abrió paso en el negro foso en el que ha estado abismada la UNAM por ya ocho meses. Los actores, por un momento, finalmente creyeron en las palabras dichas, oídas, escritas, intercambiadas, firmadas. Un terreno modestísimo pero común fue establecido. Los actores se aproximaron un corto paso; la implacable y destructiva polaridad se redujo unos insignificantes pero significativos centímetros, por un momento.
Ese destello tenue de confianza, sin embargo, es por naturaleza frágil y, peor aún, puede ser fugaz como un suspiro. Sólo la voluntad, la buena voluntad de todos los actores, puede fortalecerlo y volverlo un haz que se sostenga; más aún cuando el modesto terreno común concertado sigue rodeado de sombras negras que, además, inmediatamente empezó a ser asediado y saboteado por provocaciones infames, como la montada en la embajada estadunidense.
Es evidente, el primer objetivo perseguido por la provocación ųya se ha dichoų es volar en mil pedazos el diálogo incipiente. Un sector o grupo del CGH ha hablado de infiltrados y de provocadores, y ha dicho también que provienen de la rectoría, del gobierno del DF y del gobierno federal. El confusionismo no debe prosperar. Las mayorías del CGH sólo deben sostener su primer destello de confianza: tienen en sus manos un libro de actas con los primeros acuerdos, acuerdos entre las partes que implicaron un arduo empeño. Ahora deberían no perder de vista que hay obvios intereses en contra del diálogo, que piden a gritos ser aislados. La forma de hacerlo es sostener el diálogo y la búsqueda de acuerdos, contra viento y marea. Por eso es una verdadera pena la suspensión que el CGH ha anunciado.
Cada universitario puede hacer la hipótesis que le venga en gana sobre el origen de la provocación; pero cualquiera que sea la hipótesis, la única manera de impedir que los provocadores ųvengan de donde venganų alcancen los objetivos anhelados de dinamitar el diálogo ųes decir, el medio para sacar a la UNAM del foso en que está hundidaų es sostenerlo arrostrando todas las dificultades, y eludiendo las minas y trampas que lanzarán o pueden lanzar al terreno del posible acuerdo los enemigos de la universidad pública, los amigos del inmovilismo, o quienes en el conflicto medran con intereses ajenos a la vida universitaria.
La respuesta más contundente que debe recibir la provocación consiste en avanzar sobre el punto relativo al formato de los encuentros entre el CGH y la comisión del rector; desahogar este punto es un punto convenido entre las partes y debe prosperar con rapidez, ahora con mayor rapidez, para atajar eficazmente a la provocación. Durante esta semana tendremos, probablemente, más y más provocaciones de índole diversa, más cuestionamientos al diálogo, más endurecimiento para impedir cualquier acuerdo. Cerrémosles el paso. La suspensión de ayer lunes no cancela la mesa de diálogo, pero sí da paso libre y eficacia a la provocación, da espacio a quienes no importa la destrucción de la UNAM. Sí estamos nuevamente frente al riesgo del empantanamiento y sólo la voluntad mostrada en los hechos por las partes podrá hacer que retomemos el primer paso dado.
Es urgente pasar ya a la discusión de las seis demandas del CGH. En su momento esa discusión será, sin duda, un debate muy difícil, pues entonces emergerán más claramente los proyectos distintos de universidad pública que parecen estar involucrados en el conflicto que nos agobia. Entremos en materia; la comunidad debe ocupar ya sus puestos; comencemos a inventar y a fundar la nueva universidad pública que la nación requiere.
Ahora muchos esperamos del gobierno del DF o del gobierno federal, de quien corresponda, sea capaz de identificar sin dudas y en breve lapso, a los provocadores. Sobre todo, de parte de quién: por el bien de la legalidad en el país, por la estabilidad social de la ciudad, por la urgente necesidad de la UNAM de empezar a imaginar los nuevos caminos de su nueva vida. Será más arduo que nunca: sus feligreses están a la baja.