La Jornada martes 14 de diciembre de 1999

Teresa del Conde
Historia: Ƒes inconsciente?

El joven historiador Boris Berenzon, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras y con doctorado en historia, acaba de presentar en el Museo de Arte Moderno un libro en el que no se pregunta, sino afirma que la Historia es inconsciente. Así se titula el volumen, publicado por El Colegio de San Luis Potosí. La presencia de los cinco presentadores, todos profesores de la UNAM, fue un motivo determinante para que Boris fuese invitado a difundirlo en un recinto donde se han verificado varios cursillos y seminarios sobre arte y psicoanálisis. A eso se añade que no son muchos los historiadores mexicanos involucrados con el campo psicoanalítico y tenemos en Berenzon una genuina promesa. Digo promesa porque ųcon todo y su evidente erudición y sentido académicoų la aplicación del psicoanálisis a las llamadas ''ciencias sociales" requiere (desde mi punto de vista) no sólo años de psicoanálisis individual (que se cumplen en él debidamente dentro de la escuela lacaniana), sino el involucramiento directo con representantes de todas las escuelas psicoanalíticas.

El libro, revisado a conciencia, puede rendir frutos excelentes. De la necesidad de revisarlo para una segunda edición estoy cierta por lo que a continuación diré: no estoy de acuerdo con el título, porque Historia no es inconsciente. Ni para Freud, ni para Jung, ni para Peter Gay, ni para Edward Carr, autor mencionado en la bibliografía que Berenzon incluye. Historia puede ser vorstellung (es decir, representación) pero una representación que parte de hechos que acontecieron o que se supone que tuvieron un despunte, como ocurre en el caso de los mitos, la misma tragedia de Sófocles, punto nodal del psicoanálisis, así lo muestra.

Coincido cuando dice: ''Hay diferentes reportes sobre realidades iguales, y de que hay diversas interpretaciones de los mismos eventos (yo diría aconteceres) no cabe duda". También, por supuesto hay ''estilos" de historias: el de Edmundo O'Gorman, siempre tan recordado, correspondía a un ''estilo", si es que admitimos todavía el uso indiscriminado de esa palabra, cosa que objetaba radicalmente George Kubler, a quien tantas aportaciones debemos y no sólo mediante su fundamental libro The Shape of Time, sino de otras publicaciones vinculadas a México.

Respecto de lo que deviene ''historia", propongo el siguiente ejemplo: las versiones sobre el periodo que vivimos desde hace casi ocho meses y que persiste en nuestra UNAM, es demostración fehaciente de lo que Berenzon dice. Las interpretaciones difieren y no habrá jamás una sola y única. Coincido en que el historiador es a la vez un escritor y un lector profesional y que su obligación es ''proporcionar placer sin comprometer la verdad", como anotó Peter Gay, a quien encuentro sumamente ameno de leer, porque es un narrador formidable que jamás compromete la verdad. También es verídico que la mente humana, incluyendo al inconsciente (es decir, sus manifestaciones) cambia a lo largo del tiempo. Quienes estamos acostumbrados a analizar nuestros sueños e incluso a anotarlos, lo comprobamos, pese a que los contenidos arcaicos reaparezcan una y otra vez.

Pero hay cabos sueltos. En un subcapítulo, ''La esencia histórica, la intimidad psicoanalítica" no explica Berenzon qué entiende él, o qué entiende Darnton por Esencia histórica. Creo que no la hay, así como no existe una escénica artística, aunque todos estemos de acuerdo en que la Coatlicue es una grandiosa creación colectiva o en que la muy colorida hoy día bóveda de la capilla Sixtina, de Miguel Angel, sea una excelente creación individual por muy presionado que haya podido encontrarse el artista por el papa Julio II Della Rovere. Jung, es cierto, atribuyó al inconsciente una función creativa, quienes tratamos continuamente con artistas conocemos esto bien, pero esa función creativa, por decirlo de algún modo, es codificada desde el ''yo", habida cuenta de la consabida modificación freudiana acerca del campo de la consciencia, capaz de atraerse y de formular contenidos latentes que ųtramitadosų provienen del inconsciente. Ese otro, lalangue de Lacan o el id de la tópica freudiana, nos traiciona o nos inspira con harta frecuencia.

No admito en lo más mínimo que un concierto de rock o de música clásica, o una película sean ''profundamente inútiles" y no sirvan para nada. Basta recordar el recital aquí de los Rolling Stones hace tres años o, por hablar de un filme reciente, apreciar lo que puede modificar la percepción de la sexualidad misma la reciente película de Almódovar, Todo sobre mi madre, su obra más lograda hasta ahora.

Habermas, a quien Berenzon cita en uno de sus capítulos, es un filósofo, no sólo un sociólogo. Por eso la exposición que evidencia este libro, con todo y su valía, contiene contradicciones que una segunda versión, tal vez con diferente título, eliminarían. Se necesita tiempo y maduración, puesto que ya contamos con la aplicación de su autor, su erudición y su capacidad de análisis.