Ť La paz y la justicia forman parte de sus sueños


Construir el nuevo siglo, reto de jóvenes marcados por la violencia

Ť Se trata de una generación optimista en medio de la tragedia

Claudia Herrera Beltrán / I Ť A sus 27 años, Fátima Cardoso aún tiene miedo de dormir. El recuerdo del ataque militar en el que murieron sus padres y las heridas de los balazos que a los siete años recibió en la cintura la siguen despertando en las noches.

Exiliada en Cuba con su familia adoptiva, la joven de Angola sueña con regresar a su casa y no tener que preocuparse de que el hijo que desea procrear "se vaya a morir en la guerra".

Por su parte, Ricardo Zamy pregunta: "ƑLa guerra? Ahora no hay enfrentamientos en Haití, estamos viviendo un estado de derecho porque...", el estudiante de Relaciones Internacionales no termina de hablar cuando otro haitiano lo interrumpe: "Estamos trabajando para establecer un estado de derecho, pero no podemos decir que ya lo tenemos, 29 años de dictadura no se superan en poco tiempo".

Ellos tres forman parte de las generaciones sobrevivientes de conflictos militares, nacieron y crecieron en medio de la violencia, fueron separados de su familia y muchas veces desterrados de su comunidad o de su país. Los jóvenes que construirán el nuevo siglo han aprendido a ser optimistas en medio de la tragedia, pero expresan sus dudas ante la posibilidad de que prevalezcan las "mentalidades viejas", a favor de la violencia.

En la reunión Jóvenes por una Cultura de la Paz que hace unas semanas se realizó en México representantes de Angola, Haití, República Arabe Saharaui Democrática, El Salvador, Guatemala, Colombia y Yugoslavia compartieron con La Jornada sus vivencias en torno a la guerra y sus esperanzas de edificar la paz en su países. También expresaron su desconcierto ante negociaciones fallidas, la carrera armamentista y ante un mundo que deja a sus hijos una herencia contradictoria: de odio y de muerte, pero también de solidaridad.

A punto de concluir un milenio marcado por la guerra, la destrucción, el exterminio de pueblos, la violencia y la miseria de muchos seres humanos, los mil 600 millones de jóvenes del mundo que representan 28 por ciento de la población mundial, se han convertido en la mejor apuesta para cambiar la que hasta ahora parece ser la lógica de los hombres y las mujeres. Eventos como el que congregó a 2 mil jóvenes en nuestro país a fines de noviembre se han multiplicado en todo el planeta.

La UNESCO incluso organiza cada año decenas de foros para concientizar a miles de muchachos en la tarea de construir un mundo de concordia y en la actualidad realiza una campaña mundial respaldada por 25 ganadores del Premio Nobel de la Paz para recabar 100 millones de firmas en apoyo al Manifiesto 2000, el cual compromete a las personas que lo avalan a convertir en realidad los valores que fomentan la paz.

Así, esta cultura se extiende, pero Ƒqué dicen los jóvenes que nacieron, crecieron y hasta se han acostumbrado a vivir en medio de la hostilidad y que están ansiosos de tener otra existencia en la que predomine la armonía?

Secuelas de la guerra fría

Vestida con un traje rosa claro que contrasta con su piel oscura, la angoleña Fátima Cardoso platica ya con serenidad lo que sucedió hace 19 años, cuando su familia fue víctima de un ataque en un campo de refugiados. Ahí perdió a su padre y a sus dos hermanos más pequeños, y poco tiempo después falleció su madre enferma de "todos esos sufrimientos".

Cuando recuerda la tregua del 92 en su país se emociona y dice que "todo el mundo se veía contento" por la llegada de la paz luego de 24 años de guerra civil.

Víctima de la guerra fría, Angola se convirtió al socialismo durante la década de los 60, y se volvió campo de batalla de Estados Unidos y Cuba. Así comenzó lo que había de ser una de las luchas más sangrientas en Africa, y que aún protagonizan el grupo rebelde Unión Nacional para la Independencia Total de Angola, apoyado por los estadunidenses y el actual gobernante Movimiento Popular de Liberación de Angola.

La joven que desde hace una década se mudó a Cuba con su padre adoptivo, un diplomático que se encuentra en una misión en la isla, afirma que a causa de esos enfrentamientos su tierra ahora es un pueblo humillado y agotado, en el que muchas personas viven sin brazos o piernas por culpa de las minas antipersonales o que están "enfermas mentalmente por vivir en un país con heridas del cuerpo y del alma".

Cansada de ver a la gente de Angola y de toda Africa "matándose entre sí con armas que nos llegan de fuera", dice que los chicos de su edad que viven en países ricos deberían empezar por ponerse de acuerdo en hacer a un lado a sus gobiernos y presionar para que no produzcan más armas, y para que ayuden a desenterrar las millones de minas antipersonales sembradas en Africa y Asia. "Vamos a suponer que los jóvenes de Francia, Estados Unidos e Inglaterra consiguen que no se vendan armas, y que nosotros enseñamos a nuestros niños a vivir en paz, a rechazar la guerra, creo que así acabaríamos con la violencia".

Por eso, la estudiante que pertenece al grupo de 570 angoleños que se preparan en universidades cubanas está ilusionada en retornar a su país en el año 2001, cuando concluya su carrera de Contabilidad y Finanzas, y enseñar a la gente que "la guerra no es buena para nadie, y que no importa de qué partido seamos, debemos amar la patria y no matarnos".

Está convencida que va a ser un proceso largo sobre todo en un continente ahogado en la pobreza, en el que la unión de las naciones está lejos de conseguirse, y en el que por todos lados estallan conflictos.

Las pesadillas del combate de aquel 12 de enero de 1980 la despiertan por las noches y cuando hace frío parece que las heridas de las balas no hubieran cicatrizado.

Educar para la democracia y dejar atrás las mentalidades viejas

Ricardo Zamy tiene la misma edad que Fátima; pero se le ve más feliz. Sabe lo que es una dictadura, y por eso valora la libertad que empieza a gozar hoy en Haití. Un año antes de que naciera, en 1971, François Duvalier murió luego de 14 años en el gobierno, pero fue relevado por su hijo Jean-Claude Duvalier quien, respaldado por los militares, continuó en el poder durante 15 años más hasta 1986.

La mayor parte de sus 27 años de vida han transcurrido entre la opresión y la muerte. Tan sólo el derrocamiento militar de Jean-Bertrand Aristide en 1991 dejó 5 mil crímenes cometidos por los macoutes, militares que apoyaron a los Duvalier.

Ahora, Ricardo está orgulloso porque es uno de los 100 jóvenes haitianos que pueden estudiar la carrera de Relaciones Internacionales becados por el gobierno. Pero no oculta su preocupación, pues su pueblo no ha podido superar las secuelas de la dictadura, y dice: "la gente no sabe lo que es la democracia, no sabe que el gobierno es del pueblo".

El problema, añade Mesguerre Saint-Pierre ųquien trabaja en el Departamento de Juventud de Haitíų es que en el país aún persisten las "mentalidades viejas", presentes en la corrupción y en los "ancianos militares" que apoyaron a los Duvalier y que actualmente están incrustados en la policía.

Pero considera que para los haitianos, que en 1996 por primera vez vivieron el traspaso pacífico del poder de un presidente democráticamente electo desde que el país se independizó de Francia en 1804, es muy complicado deshacerse de las "mentalidades viejas", porque "tenemos que luchar con lo que no vemos, pero que está ahí como una forma de resistencia al proceso de democratización".

La otra dificultad que enfrentan los haitianos para superar la dictadura, explica Mesguerre, es la ignorancia, pues 55 por ciento de los adultos no sabe leer ni escribir, lo que en su opinión demuestra que es más fácil mantener una dictadura con tanto analfabeto que establecer una democracia.

Por eso, lo que más ansía este funcionario del gobierno de René Preval es un "estado de derecho", en el que autoridades y ciudadanos no violen las leyes, y todos los derechos económicos, civiles y políticos sean respetados. "Ese es el país con el que sueño".

El aspirante a diplomático no se complica mucho cuando explica lo que Haití debe ser en el futuro: un país que tenga "un poco de Francia, un poco de Estados Unidos, un poco de Alemania, un poco de México, un poco de todo lo bueno de cada nación".