Ugo Pipitone
Chile, una victoria frustrada
En 1973 ganó en Chile la barbarie. Y este no es un juicio ideológico ni, mucho menos, una exuberancia lingüística. Es una simple constatación histórica. Han pasado 26 años desde entonces. Y hace poco más de 10 comenzó una transición que no concluye en un país con una de las burguesías más conservadoras del continente, con un ejército (y lo escribo con minúsculas por estricta vergüenza ajena) omnipresente en la vida política del país, con periódicos escandalosamente favorables al candidato conservador de la pasada jornada electoral. Un candidato, recordémoslo, que, miembro del Opus Dei, fue asesor de Pinochet.
Pero, transición inacabada o no, han sido 10 años sin Pinochet en el poder. ƑUn éxito de poca monta? De acuerdo, ha habido desempleo en estos 10 años y polarización del ingreso. No ha sido un camino sobre pétalos de rosa. Pero, lo repito para todos aquellos que, en nombre de alguna pureza maximalista, olvidan, como de costumbre, lo obvio: š10 años sin Pinochet en el poder!
Frente a los primeros resultados de la contienda electoral del domingo pasado, lo primero que resalta es esto: hoy Ricardo Lagos sería presidente electo de Chile si el Partido Comunista Chileno hubiera hecho converger sus votos sobre el candidato progresista en lugar que buscar una improbable candidatura solitaria. Y ahora habrá que esperar la segunda ronda electoral, con el riesgo de que el candidato de la derecha resulte ganador.
A todo mundo nos gustaría pensar que después de una dictadura, las masas oprimidas pudieran llegar, a través de alguna fórmula política, al gobierno para equilibrar las cuentas. Por desgracia, la historia no avanza en una lógica estrictamente compensatoria. La experiencia chilena, siguiendo a la española, nos cuenta otro cuento. La transición fue posible gracias a un gran acuerdo político que llevó al gobierno a dos presidentes democristianos y que podría conducir al primer presidente socialista en tres décadas. Dicho en síntesis: el camino de muchas transiciones democráticas va de Suárez a Felipe González y de Aylwin a Lagos (espero), no al revés. Las razones no son difíciles de entender: después de décadas de autoritarismo, amplios sectores de electorado están dominados por el temor a la democracia como escenario que podría reabrir heridas peligrosas.
Sólo una vez que esos temores se disuelven en un juego democrático institucionalmente estable, resurge la necesidad del cambio social. Invertir los términos del asunto tiene sólo dos consecuencias: reactivar viejos temores en el electorado y crear las condiciones para una prolongación del régimen político que se quiere superar. Naturalmente, no siempre es así. Sólo lo es en la gran mayoría de los casos.
Las fuerzas políticas que no lo entienden --que no entienden el carácter inicialmente conservador de gran parte de los procesos de transición democrática-- corren el riesgo de repetir la experiencia del Partido Comunista Chileno. Un partido que tuvo un peso notable en la vida política del país y que hoy, mediante su candidata, Gladys Marín, apenas llega a cosechar 3 por ciento de los votos. Camino luminoso hacia un minoritarismo inframarginal. Un partido que sigue cargando en los hombros el discurso y los símbolos de un rumbo histórico cerrado y que convierte la incapacidad de vivir los tiempos de la historia en justificación moral de la derrota.
ƑEs legítimo que, para alimentar los sueños del futuro que no fue, se amenace la posibilidad de un futuro mejor al alcance de la mano? Este es el punto. Las declaraciones de Gladys Marín después de descubrir que los electores le habían dado 3 por ciento de los votos son indicativas: "Se está mostrando el país real que tenemos. Hay una peligrosa inclinación hacia la derecha, que ha recuperado posiciones con base en la política realizada por la Concertación (la alianza entre Democracia Cristiana y Partido Socialista)". Típico: en lugar de asumir las propias responsabilidades en una victoria frustrada del centro-izquierda se transfieren a los otros. Tradición antigua.
Hay quienes prefieren el papel del grillo parlante al margen de la realidad, que participar en grandes alianzas sociales al interior de las cuales podrían jugar un papel importante en la consolidación de instituciones democráticas y en la presión sistemática a favor de las mayorías. Mejor ser derrotados en soledad que ganar en compañía. Inevitable recordar la estrategia staliniana del socialfascismo. ƑQuién dice que Stalin ha muerto?