Juan Arturo Brennan
Metales de Canadá

Dada la escasez de materia musical típica de estas fechas, me permito ofrecer aquí la reseña de un peculiar concierto ocurrido hace ya un par de meses, con la convicción de que la calidad de los músicos involucrados bien lo vale. Resulta que, de manera prácticamente clandestina, sin mayor promoción y en un sitio claramente inadecuado, se presentó en esta ciudad el Canadian Brass. Se trata de un ensamble que, hasta que alguien se atreva a probar musicalmente lo contrario, es el mejor quinteto de metales que habita este redondo y convulsionado planeta. El motivo de la subrepticia presentación de este fenomenal grupo fue una exhibición de instrumentos musicales de la empresa con la que tienen firmado un contrato de exclusividad desde hace algunos años. La exhibición misma tuvo lugar en la sede del Sindicato ònico de Trabajadores de la Música, el siempre conflictivo SUTM, y el concierto del Canadian Brass se llevó a cabo en el patio del local sindical. Mala organización, mala acústica, escándalo, caos y logística de tercer mundo no impidieron, sin embargo, constatar la altísima calidad musical del quinteto canadiense. Como era de esperarse dadas las circunstancias, el grupo interpretó un programa ligero y sin complicaciones, al interior del cual aparecieron numerosos momentos musicales realmente sorprendentes.

Entre ellos, destacó especialmente la ejecución de la muy famosa Toccata y fuga BWV 565 de Bach. De entrada se hace necesario anotar que la transcripción de esta obra original para órgano a quinteto de metales es inteligente y efectiva. En la ejecución misma brilló de modo singular el reparto de pasajes melódicos particularmente difíciles entre las trompetas de Ronald Romm y Jens Lindemann, sin que en ningún momento se hiciera notoria la ``costura'' entre las líneas de un instrumento y otro. Esta impecable colaboración entre los trompetistas adquirió niveles asombrosos en el complicado stretto de la fuga de Bach. Durante el resto del programa, la presencia más llamativa y contundente fue precisamente la de Lindemann, trompetista alemán que es el miembro más joven del quinteto. A lo largo de sus intervenciones en piezas como Echoes of Harlem, de Duke Ellington y Come together de Lennon y McCartney, Lindemann mostró dosis iguales, y muy altas, de técnica y flexibilidad. En otras regiones del programa, como en los muy conocidos solos de trompeta de Penny Lane, dio una cátedra de cómo tocar las trompetas agudas sin llegar a los cuasi-colapsos respiratorios en que incurren trompetistas de menor alcance. En el otro extremo expresivo, los miembros del Canadian Brass mostraron sus admirables dotes de control en los largos arcos melódicos del Adagio de Samuel Barber, obra original para cuerdas que es de muy difícil ejecución en cualesquiera instrumentos de aliento.

Una de las cualidades que ha distinguido al Canadian Brass desde su fundación es su vocación de combinar la ejecución de alto nivel con el espectáculo teatral. Así, el inicio del concierto, en el que los cinco músicos entraron al escenario tocando y marchando. O la parte final del programa, en el que la ejecución de varios números de la ópera Carmen de Georges Bizet fue acompañada, literalmente, de disfraces, circo, maroma y teatro, sin detrimento de la calidad musical. Es una lástima que el Canadian Brass, en su primera visita a México, haya venido en circunstancias tan extrañas, y que haya sido escuchado por apenas un centenar de personas que ciertamente no eran el público idóneo para valorar su extraordinario nivel de ejecución. Ojalá vuelvan pronto, a un espacio adecuado, con la promoción necesaria y con un programa más serio. A manera de especulación anecdótica, sería interesante saber por qué el Canadian Brass, después de muchos años de tocar con instrumentos de la casa Schilke de Chicago, decidió cambiar sus trompetas, cornos, trombones y tubas por los que fabrica Yamaha en Japón. Al margen de las ventajas comerciales fácilmente imaginables, es lógico suponer que un grupo de este calibre no haría semejante cambio si no existieran poderosas razones estrictamente sonoras. Algo tendrán, sin duda, los metales que se construyen en el país del sol naciente.