Ť Poesía y blues se hermanaron en el concierto ofrecido en el Metropólitan
Rito y gozo en los catorce años de Real
Arturo García Hernández Ť Catorce de Real de Catorce.
Fue una noche ųla del viernesų para escuchar, para sentir, para disfrutar, para abandonarse, sin reticencias, a la música de Real de Catorce, uno de los mejores grupos de rock (aceptemos el término en su acepción más amplia e incluyente) mexicano. No es una afirmación temeraria ni gratuita ni complaciente. Lo pueden constatar quienes acudieron al teatro Metropólitan a festejar el 14 aniversario de la banda surgida en 1985, en la cual conviven hoy experiencia y un aliento renovador.
Celebración. Rito. Rencuentro. Gozo. Los estímulos fueron múltiples e intensos para quienes asistieron al recinto, ocupado en poco más de tres cuartas partes de su capacidad. Estaba el público que se ha mantenido fiel al grupo desde hace 14 años, pero también estaba el público joven que, modas aparte, se identifica en su propuesta musical y letrística. Por eso la comunión entre audiencia y músicos fue plena y emotiva. Sin regateos de las partes.
Con apenas una modesta escenografía, Real de Catorce simplemente se concretó a hacer lo que mejor sabe: música. Vertieron en el escenario toda la gama de influencias (el blues en primer lugar), géneros, mezclas que constituyen su sonido característico. En lo musical la velada fue más que gratificante, gracias al depurado oficio que han alcanzado los integrantes de la banda.
José Cruz, uno de los fundadores, viejo lobo de los escenarios, condujo con su voz por los distintos estados de ánimo que sugerían las canciones; y su armónica lució con la energía y la nitidez que han sorprendido, incluso, a verdaderos maestros del blues negro.
Fernando Abrego, el otro pionero del grupo, refrendó su conocida solvencia en la batería, puntal de la base rítmica del grupo, apoyado ahora por el bajo de Jorge Velasco, ex integrante de un apreciado grupo de culto, MCC (iniciales de música y contracultura).
La dirección musical corrió por cuenta de Carlos Torres, quien con teclados y violín refinó y dio lustre a cada tema. Especial atención mereció el trabajo de Julio Zea, un joven guitarrista, virtuoso y sensible, quien de manera notable está renovando el sonido del grupo. Experiencia y renovación.
En calidad de músicos invitados asistieron Humberto Alvarez (otro ex integrante de MCC y miembro de Sangre Azteka), en el acordeón, y la percusionista Monserrat Revah. Ambos de reconocida e incuestionable trayectoria en el ámbito musical mexicano.
Y junto a la música, la poesía. Las letras de Real de Catorce no se regodean en un inútil y artificioso rebuscamiento. Al contrario. En ellas ųcomo ocurre en la poesía verdaderaų las palabras resuenan pletóricas de significados, sugerentes. Abren puertas y revelan mundos. Crean atmósferas, sublevan, conmueven... Van más allá del mensaje evidente. Como en la mejor tradición del rock hermanado con la poesía (Dylan, Cohen, Morrison).
Por todo lo anterior, hacía falta escuchar a Real de Catorce en un recinto como el teatro Metropólitan, donde se pudiera apreciar su propuesta, si no en las ideales, sí en en las mejores condiciones posibles. Donde el entusiasmo, el desmadre inherente al espíritu rockero, convivieran con la atención que necesita y merece todo buen músico. La noche fue redonda.
Catorce de Real de Catorce.