La Jornada domingo 19 de diciembre de 1999

Néstor de Buen
El futuro del sindicalismo

Escribo la mañana del martes en lugar de la noche del jueves, que es mi fecha de costumbre. Lo que ocurre es que dentro de unas horas volaré a Sao Paulo, Brasil, para asistir a un Congreso al que me ha invitado la Organización Internacional del Trabajo en el que se discutirá el futuro del sindicalismo. Claro está que de acuerdo con la costumbre de estos días, se habla del sindicalismo en el siglo XXI aunque por fortuna, no en todo el siguiente milenio. Que, habría que insistir, ni el próximo 31 se termina el siglo ni el primero de enero empieza otro milenio. Pero dígaselo usted a todas las organizaciones turísticas que la han armado para el festejo. Business are business, que dicen los rusos cuando hablan inglés.

Podría escribir desde Sao Paulo, pero mi lap-top pesa más que un político del PRI y un poco menos que si a ese político se le junta uno del democrático PT y prefiero ejercer el derecho a escribir en mi computadora estable y no hacerlo a mano, con riesgo de interpretaciones exóticas por culpa de mi letra poco clara.

En la convocatoria se nos pide opinar sobre los tres papeles principales de los sindicatos: económico, democrático y representativo y de integración social. Pero también sobre las consecuencias del cambio de contexto (š!), lo que dicho en español significa las transformaciones económicas (tecnología y sus derivados) y políticas (muros que se caen) del mundo actual; conquistas sindicales (si hay alguna): empleo, vivienda, etcétera. Pero también les preocupa a los invitantes si existen o no campañas de afiliación y si se incorporan o no a los sindicatos los trabajadores temporales y, lo que es más curioso, los de la economía informal. Pero se marca como algo importante el tema de la estructura financiera de los sindicatos; sus alianzas internas y externas a partir de la globalización; las acciones colectivas y los beneficios institucionales que logran, incluyendo alianzas sociales y para terminar, la opinión pública sobre los sindicatos.

He preparado, a vuelacomputadora, una nota que presentaré en Sao Paulo. Me temo que me van a reprobar en el examen. En primer término porque acuso a los organizadores, todos buenos amigos, de caer en la histeria del nuevosiglismo (šbuena expresión!), lo que me parece poco serio y en segundo lugar porque mi rendición de cuentas no puede ser positiva.

Nuestro sindicalismo, si es que se le puede y debe llamar así, está podrido desde su origen. Al señor Carranza, en febrero de 1915, algunos oficiosos miembros de la Casa del Obrero Mundial le fueron a ofrecer el apoyo de los obreros del DF, en realidad a suplicarle al más que conservador primer jefe que al año siguiente decretaría la pena de muerte contra los huelguistas (primero de agosto), el apoyo del gobierno. Después nació la CROM en una convocatoria para un congreso celebrado en Saltillo y al que llamó el señor Espinosa Mireles, antiguo secretario de Carranza, me parece que su yerno y de paso gobernador de Tamaulipas. Ya se puede imaginar la clase de resultado entreguista que nació de allí. Y en 1936 la CTM nació de un congreso inspirado por la exigencia del presidente Cárdenas (discurso en Monterrey, alrededor del 12 de febrero) de que se constituyera la gran central sindical (para darle en la mamá a la CROM del señor Morones, callista convencido). El joven Lombardo Toledano más pronto que enseguida convocó al Congreso y la CTM nació, joven y sin problemas de edad, el 29 de febrero. Cumple años cada cuatro y algunos de sus líderes también.

Lo que sigue es bien conocido. El sindicalismo es el aparato corporativo del Estado, en respetuosa observancia del sistema fascista del signore Mussolini. Depende del Estado, lo defiende por encima de todo y especialmente de los trabajadores. A cambio la notable LFT le brinda todo el apoyo, con registros y tomas de nota estatales que le abren a los cuates el cielo sindical. A los demás, bastante menos. Y se controlan los convenios colectivos y se controlan las huelgas. Y la SHCP, discreta, no hace auditorías en sus papeles contables.

De esa manera las crisis de desempleo les valen. Se hartan los corporativos de firmar cuantos pactos les pongan en las narices los señores del gobierno aunque los salarios se vayan a sótano y los contratos colectivos se disminuyan hasta la vergüenza.

Por supuesto que hay excepciones. Creo en la UNT aunque no es tan clara su lejanía del Estado. Y sobre todo admiro al FAT y su Red de acción frente al Libre Comercio y, lo que es importante, en su actual alianza, fundamental, con la AFL-CIO norteamericana que ya se aburrió de la CTM. Y no faltan otros sindicatos realmente independientes y enamorados de la libertad sindical. Pero son excepción. ƑEl futuro? Negro oscuro, como decía un buen amigo mío.