AVATARES DE LA CENTROIZQUIERDA ITALIANA
El gobierno de centroizquierda inclinado a la derecha que presidía Massimo D'Alema (ex comunista y ahora presidente de los Demócratas de Izquierda, muy inspirados por Tony Blair y Bill Clinton en su llamada tercera vía entre el neoliberalismo y la socialdemocracia) acaba de caer, cuando le votaron en contra los ex socialistas (los de Bettino Craxi, el fugitivo de la justicia a causa de la operación Manos Limpias contra la corrupción) y la gente del ex presidente de la República, Francesco Cossiga (por décadas ligado a la CIA en una sociedad secreta anticomunista llamada Gladio).
La unión de la ultraderecha y la derecha, en el llamado Polo de la Libertad, presidido por el magnate televisivo Silvio Berlusconi, reiteradamente condenado por la justicia por fraude y corrupción, pide ahora elecciones generales inmediatas, que espera ganar dado el desgaste de D'Alema y su PDS. Los aliados del renunciante, en cambio, le dan muy tibio y caro apoyo o le ofrecen sólo la abstención en el caso de que quiera formar un nuevo gobierno de minoría.
De modo que a D'Alema sólo le queda el aprovechar las fiestas de fin de año para conquistar a algún parlamentario de centroderecha que le permita volver a presentarse ante las Cámaras con una orientación similar a la de su primer gobierno que acaba de fenecer. O también resignarse a formar un gobierno minoritario, a merced de las oposiciones y de las emboscadas políticas, si no quiere tener que dar una violenta marcha atrás y buscar apoyo en la izquierda que echó antes del gabinete para poder meter a Cossiga y su camarilla (o sea, si no recurre al grupo estalinista de los llamados Comunistas Unitarios cuyo líder, Armando Cossutta, fue acusado por el PDS de ser un ex agente de la KGB soviética), o si no desea repetir la situación de Romano Prodi, su antecesor, que dependía de la abstención de los diputados de Refundación Comunista para tener mayoría.
Cualquiera de estas opciones resulta difícil y peligrosa para el PDS y para Massimo D'Alema. Los votos que se compran también se venden mañana, pero a otro; un gobierno minoritario depende por su parte de la buena salud física y política de un grupo reducido de componentes que saben que son transitorios, ocasionales y, por lo tanto, se limitan a administrar el poder. Y un viraje, aunque limitado, a la izquierda, iría contra la filosofía neoliberal de D'Alema y su partido y podría alentar la protesta social contra su política que ataca a las jubilaciones, concede dinero y poder a la Iglesia católica en la enseñanza a pesar de las huelgas estudiantiles, sigue al pie de la letra las posiciones de Washington (Yugoslavia, OMC, etcétera).
Por otra parte, en las elecciones generales que reclaman los fascistas y la derecha a ultranza, según los resultados recientes en las urnas, podría ganar la centroizquierda pero no se sabe cuál pudiera ser el comportamiento del vasto sector que se ha abstenido en los comicios recientes, en parte para castigar así a una izquierda más que desteñida y en parte, por el contrario, porque rechaza la política misma y el juego democrático.
De modo que la tercera vía se ha estrechado tanto que no es vía ni es tercera y sólo queda, en realidad, la opción de ganar tiempo hasta la próxima crisis o de reorientar algo más a la izquierda la política. O sea, D'Alema debería dejar de parecerse a Schroeder para intentar imitar a Jospin, si no quiere seguir la suerte de Felipe González y hundirse irremediablemente en la corrupción y el descrédito con tal de preservar un poder que, de todos modos, terminaría perdiendo.
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