La Jornada domingo 19 de diciembre de 1999

José Antonio Rojas Nieto
Memorias de Adrián en Pemex

Será necesario hacer una evaluación más detallada y cuidadosa de la actuación de Adrián Lajous en la Dirección General de Petróleos Mexicanos. No sólo por él mismo ųde suyo importanteų, sino por la delicada y grave función que representa para este país dirigir la más importante empresa estatal, clave de nuestra vida financiera, productiva, comercial y, sin duda, fiscal y política. No son falsas las explicaciones que señalan su salida como una pugna con la Secretaría de Energía o con la Secodam, pues por su situación y sus posiciones, Lajous fue objeto de fuertes ataques, lamentables rencillas y agudas envidias por parte de importantes personeros del mismo aparato gubernamental, muchos de ellos, por cierto, sin la calidad moral ni técnica para ello. Tampoco es falso lo del delicado asunto de Cantarel, el que deberá ser aclarado por el bien de todos, empezando por el mismo Adrián Lajous y terminando por una sociedad que cada vez exige más claridad y responsabilidad en todos los ámbitos. Pero algo ya se puede decir ahora, pues su relevo, a un año de que concluya el sexenio, expresa y dice más, mucho más, de lo que esos hechos pueden sugerir, y la forma que asumió su sustitución no es justa ni para él y su equipo ni para Pemex ni para el país.

Sin duda, el jefe del Ejecutivo tiene la capacidad legal de mover y remover a sus colaboradores en el momento en que lo considere pertinente, pero eso no lo exime ųdeveras que noų de actuar con creciente legitimidad y meridiana claridad frente a la sociedad. No ha sido el caso. Poco más de 20 años tratando con los barriles de petróleo, con las kilocalorías, con los Btu's, con los precios de transferencia, con los derechos de extracción de hidrocarburos ųcomo coloquialmente gusta decirse en el sector energéticoų, dan cuenta de un funcionario (un equipo, sin duda) que, como pocos, se comprometió con un sector que buscó conocer a fondo y en el que, como en poco casos, se distinguió por defender sus ideas, concepciones y proyectos, no sólo frente a su jefe, en este caso el Presidente de la República, sino ųacaso también muy importanteų frente a la sociedad, sin autoritarismo ni desprecio por sus críticos, pero tampoco sin demagogia ni populismo. De una cosa hay que estar seguros: atrás de los momentos en que México defendió que el precio del petróleo no se desplomara o que no se elevara a niveles improcedentes para un mercado tan delicado y volátil, atrás de ello y desde hace muchos años, ha estado Adrián Lajous y muchos técnicos altamente especializados de Pemex. Atrás de los cambios, organizativos y comerciales, a veces muy drásticos, también. Esta actitud le ganó simpatía y respeto de analistas y estudiosos de las cuestiones energéticas, por más que haya habido múltiples ocasiones en las que no se entendía bien a bien qué pretendía Adrián con la reorganización de la paraestatal, y no se estuviera totalmente de acuerdo, entre otras cosas, con la tendencia a exportar cada vez más crudo a Estados Unidos, la aplicación esquemática de los precios de transferencia en la que ha caído Pemex, la disgregación de algunas funciones, o el desmantelamiento de la petroquímica. Acaso también se le puede criticar su desánimo por impulsar una mayor integración global de Pemex y una mayor fortaleza con alianza estratégica en un mundo de globalización subordinante.

Pero siempre ųhay que reconocerloų se tenía la satisfacción de estar discutiendo o aun polemizando con un directivo entregado a un sector, al que dedicó buena parte de su vida y que muy bien conocía. A Adrián y algunos otros se debe esa idea de la plataforma petrolera de aquel viejo pero original programa de energía de 1980, en el que se establecían las premisas de actuación de México en el mercado petrolero internacional. A Adrián se debe también la incorporación en los informes oficiales, del concepto de renta petrolera, necesario para entender, entre otras cosas, la grave carga fiscal que sufre Pemex y que lo ahoga, muchas veces objeto de drástica polémica con la Secretaría de Hacienda y con la misma Secretaría de Energía. A Adrián, finalmente y para sólo mencionar algunos hechos más, se debe la búsqueda permanente de atención a lo que sucedía en el mercado petrolero; la búsqueda de acuerdo con productores; la demanda constante para que se modernizaran los aparatos de refinación y comercialización, sobre la base de una creciente liberación de renta petrolera; y, sin duda, el anhelo de una mayor autonomía de Pemex.

En el contexto de un aparato gubernamental lleno de funcionarios improvisados, sin solvencia técnica, subordinados servilmente a sus jefes y, en muchos casos, con una actuación de dudosa honorabilidad, todo esto no es poco. De verdad que no.