La Jornada martes 21 de diciembre de 1999

Teresa del Conde
Diego e Illya

La exposición de Diego Rivera recién inaugurada por el presidente Zedillo en el Museo de Arte Moderno (MAM) y vigente hasta marzo se titula Arte y revolución. El segundo término adjetiva la muestra y tiene que ver con los vanguardismos del siglo XX, no con la revolución agraria ni con las actividades políticas del pintor guanajuatense, que efectivamente nació en 1886, pero no el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, sino el 13, número tal vez considerado por sus padres de mal agüero. Este dato ha sido recabado por Ramón Favela y por el investigador británico Patrik Marnham, en cuya monografía sobre Diego, aparecida el año pasado en edición de Knopff, parece inspirarse una parte de la muestra, que es atractiva e importante, ofrece obras poco exhibidas e incluso algunas de reciente descubrimiento. El diseño museográfico, después de largas sesiones esforzadas, quedó a mi juicio impecable, se debe a Jorge Guadarrama y Luis Martín Lozano es el comisario principal, asistido por un equipo en el que destaca Estela (Telly) Duarte, entre otros.

Disiento con Luis Martín Lozano cuando, en acuerdo con W. Robinson y Agustín Arteaga afirma esto en la introducción al catálogo (versión en castellano de Américo Editores): "A pesar de ser un ardiente marxista, Diego despreciaba el estalinismo". Es un error bastante radical afirmar eso, que "suaviza" un tanto las veleidades políticas del gran pintor, pero que contraviene los hechos. A la muerte de Lenin (todos los marxistas eran leninistas, por supuesto) ocurrida en 1924, el sucesor lógico parecía ser Trotski, pero fue bruscamente desplazado por José Stalin, cuyas acciones estuvieron encaminadas más a los hechos que a la teoría. Todo miembro del partido comunista ortodoxo, comulgara o no, era stalinista y el PC mexicano fue creado en 1919 a instancias del Comitern, por cierto que el PC estadunidense sirvió de liga entre el naciente mexicano (con sus antecedentes en el antiguo Partido Socialista) y los círculos internacionales. Stalin, combatiente en el frente rojo, ascendió a la posición de mayor poder en la historia del siglo XX y la conservó hasta que murió en 1953. Fue en 1956, ante un auditorio que no podía creer lo que escuchaba, que Jruschev pronunció un larguísimo discurso en el que demolió a Stalin. Para ese año, Diego Rivera había solicitado cuatro veces su reingreso al Partido Comunista. Se la habían negado por diversas razones (su episodio efectivamente trotskista, del que se desdijo radicalmente, sus trabajos patrocinados por agentes del "imperialismo yanqui", etcétera). Se le readmitió a raíz del incidente del funeral de Frida en Bellas Artes, ella murió "comunista" y una de sus últimas (horrible por cierto) pinturas es un retrato de Stalin. A Diego Rivera no puede desligársele de la política, ningún otro artista mexicano, Siqueiros incluido, tuvo o tiene tanta influencia política. Yo no soy especialista en estas cosas, como sí lo es Raquel Tibol (ver su compilación Diego Rivera. Arte y política) y otros a quienes pudo habérseles consultado. A mí lo que siempre me ha interesado es la amistad de Diego con el escritor moscovita Illya Ehrenburg, cuya novela Las aventuras de Julio Jurenito está inspirada en dichos ųno en la personaų de Diego Rivera. Apareció en 1922 por vez primera simultáneamente en Berlín y Moscú (edición de Estado). El outline guarda un cierto parecido con el Candide de Voltaire.

Ehrenburg tiene tres o cuatro libros de memorias donde indefectiblemente aparece Diego. Se conocieron en 1913 en París. En el dibujo de Marievna Vorovief reproducido en el catálogo (p. 122) está Diego en primer término, sentado, dando cara al espectador, al fondo está Modigliani bajo un cuadro cubista de Diego y a la derecha Ehrenburg, que era seis años menor que él. Está fechado en 1916. Ehernburg sí que había leído para entonces todo El Capital, Diego no estaba en el mismo caso, pero se autodenominó marxista a partir de su amigo, antes no lo era, ni es cierto que colaboró en el frente zapatista durante su viaje a México, lo que le importó entonces fue que el gobernador de Veracruz Teodoro Dehesa le siguiera enviando el estipendio de la beca que le otorgó en 1906. Era una beca "porfirista" y Rivera la utilizó debidamente en aquello para lo cual le fue otorgada: para sumergirse en los terrenos de la pintura y el dibujo. Su paso por la Academia de San Carlos fue merecidamente vitoreado, hay dibujos en la muestra de esa etapa que justifican los laudes recibidos. Diego viajó a México desde España, ya siendo common law husband de Angelina Beloff, para preparar la inauguración de su exposición a la que asistió Doña Carmelita R.R. de Díaz, teniendo la buena idea de adquirir varios cuadros, algunos de los cuales están en ahora en el MAM. Regresó a Europa en la primavera de 1911. (Continuará)