Miguel Concha
Las andanzas de Miguel
Tal es el título del libro que Angélica Inda --directora del Archivo Histórico de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas-- y Andrés Aubry --fundador del Instituto de Antropología Aplicada para la Región Maya-- entregaron solemnemente a don Samuel Ruiz el pasado 3 de noviembre, durante la celebración de la misa por sus 75 años, explicándole que se trata de un testimonio vivo de la situación y los hechos más significativos que en los últimos 33 años sucedieron en la región de Chenalhó.
La obra tiene como subtítulo: La autobiografía del padre expulsado de Chenalhó, pues su autor, Miguel Chanteau, es el sacerdote francés detenido y expulsado tramposa y sumariamente en 24 horas por el gobierno mexicano, el 26 de febrero de 1998, sin defensa incluso de su propio consulado, luego de más de 32 años de generoso trabajo pastoral en la parroquia de Chenalhó, más que nada por ser testigo embarazoso de la masacre de Acteal.
Recordemos que al concederle una entrevista a Tv Azteca el 24 de febrero de ese año, así respondió como testigo calificado a la pregunta sobre el origen del infame crimen que hoy todavía reclama en todo el mundo cabal justicia: "Es un plan del gobierno para acabar con las bases de apoyo de los zapatistas" (p. 106).
"La presente autobiografía --se lee en la contraportada del libro-- es su asimilación de este itinerario tormentoso, la cicatrización de tantos golpes. No es la ruminación egocéntrica de memorias filosóficas, sino el relato evaluador de un testigo veterano de la evolución de su Iglesia, de 33 años de la vida del municipio de Chenalhó, del devenir del Chiapas indígena y rural, y del proceso diocesano de don Samuel Ruiz García, su obispo".
Con lenguaje llano y directo, El Chaparrito, hombre en efecto sencillo, sufrido y combativo, cuenta, entre otras cosas, con detalles significativos las amenazas de expulsión que como a otros agentes de pastoral lo persiguieron injustificadamente desde 1995, acusado hipócritamente por sectores gubernamentales y del partido oficial de estar involucrado con sus catequistas en la organización y el levantamiento zapatista, así como en la formación de los grupos paramilitares en los Altos de Chiapas, antecedente de Acteal. Jacinto Arias, de hecho el tristemente célebre presidente municipal de Chenalhó durante la masacre de Acteal, ya le había sentenciado desde noviembre del año anterior: "Usted es el que organiza todo dentro del municipio... entonces lo vamos a matar. Y para que los gusanos no se intoxiquen, vamos a quemar su cuerpo y echar fuego a la Casa Parroquial" (p. 100).
Al cumplirse hoy el segundo aniversario de ese abominable crimen, reproduzco aquí el testimonio directo que sobre él nos deja el padre Chanteau en su pequeña y dramática autobiografía:
"Desde muy temprano un grupo de por lo menos sesenta paramilitares vestidos con uniformes de policía rodearon el campamento de los refugiados y empezaron a echar ráfagas de armas automáticas. Fue una desbandada, pero muy pronto algunos cuerpos quedaron yaciendo sobre el suelo. Como a las diez de la mañana, el vicario general, el padre Gonzalo Ituarte, secretario de la Conai, supo lo que estaba ocurriendo. Llamó por teléfono a las autoridades gubernamentales de Tuxtla Gutiérrez, las cuales se pusieron en contacto por radio con el general responsable del sector de Acteal. Este reportó: nada que señalar. A pesar de que la Policía estaba a 200 metros del lugar de la tragedia y el Ejército a 15 minutos, la carnicería dilató muchas horas, dejando un saldo de 30 heridos y 45 muertos, entre los cuales había 15 niños y 21 mujeres, cuatro de las cuales, embarazadas, fueron destripadas. Después de cumplir su asquerosa tarea, los paramilitares se retiraron sin ser molestados por los policías. Quemaron sus uniformes y escondieron sus armas. Luego el Ejército estableció un cordón sanitario para impedir a los curiosos, y sobre todo a los periodistas, acercarse, mientras los policías trataban de borrar todas las huellas de la agresión, llevando a los heridos a Tuxtla y amontonando los cadáveres con el propósito de quemarlos" (p. 102).