Ť Equivale a lo que fue el comunismo en los 50, dice Ricardo Pérez Montfort
La satanización de las drogas está asociada a principios intolerantes
Ť En Yerba, goma y polvo, el antropólogo aborda la relación de la sociedad con los estupefacientes
Angel Vargas Ť La satanización que actualmente existe en México en torno de las drogas es entendida por el antropólogo Ricardo Pérez Montfort como una actitud que se sustenta más en tendencias de intolerancia social que en razones:
"Me parece que toda esta dinámica antidrogas tiene mucho que ver con una posición no sólo de entrometimiento del Estado en las dimensiones personales, sino también es un asunto que actualmente equivale, desde mi punto de vista, a lo que fue el comunismo en los cincuenta. Por lo general, los grandes enemigos públicos están asociados a planteamientos intolerantes e irracionales''.
Es precisamente el origen de este fenómeno lo que el investigador aborda en su libro Yerba, goma y polvo, un "ensayo no sobre la historia del narcotráfico, sino de la relación de la sociedad mexicana con las drogas y la participación de éstas en la conformación del Estado mismo".
Pérez Montfort platica en entrevista que su interés por el tema se desprendió de un trabajo que desde hace ocho años realiza acerca de la formación de los estereotipos nacionales, "aquellas características específicas que están presentes a la hora de definir la mexicanidad o la nación mexicana".
Tomando como punto de partida 1870, cuenta que en su búsqueda en diversas fuentes ųentre ellas periódicos, revistas, crónicas y reseñas de espectáculos escénicos, bailes y ritos de la épocaų se encontró que cierto tipo de sustancias que en la actualidad se les considera como drogas (mariguana, opio y morfina) se asociaban con lo mexicano, así como sucede con el maíz, el frijol, el chile y el pulque, además de que eran toleradas.
''Esas sustancias forman parte del conjunto de elementos que definen nuestra identidad. De hecho, hay una asociación muy fuerte de esas dimensiones esencialistas de la mexicanidad en donde se dice que el mexicano es bien borracho o bien mariguano. Esto existe en literatura, canciones, obras de teatro, películas. Es común y clásica la imagen del mexicano que está con su botella en la mano o dándose un toque. En muchas películas de Pedro Infante, como Pepe el toro o Nosotros los pobres, por ejemplo, está ese personaje que hace Miguel Inclán, que es el papá de Blanca Estela Pavón y es un mariguanazo.
"Eventualmente la pobreza va a ser también un elemento de identidad. Cuando hablamos del mexicano no pensamos en los ricos, sino por lo general en el del México rural, pobre, humilde y masivo, y a éste se le asocia con este tipo de sustancias. No me atrevería a decir que la mexicanidad es igual al consumo de drogas. Eso sería una barrabasada, pero a la hora de construir los estereotipos éstas juegan un papel".
El antropólogo señala que durante fines del siglo pasado y las primeras tres décadas del actual el consumo de mariguana, opio y cocaína, principalmente, no pasaba de sólo ser criticado entre las elites de la sociedad.
Fue la política gubernamental de higiene social, agrega, la que comenzó desde poco antes de los veinte a integrar una serie de planteamientos de intolerancia hacia las drogas, pero más con el criterio de que los consumidores "salgan de las dimensiones inferiores de su propia condición", así como el del control comercial, que por cuestiones reales de salud.
Abunda: ''La higiene pública dice que el consumo de estos productos es nocivos para la salud individual, pero también para la social, porque alteran el comportamiento de los seres humanos. Es interesante cómo a esas tres sustancias se les anatemiza, mientras que al alcohol o al tabaco, e incluso al café y al chocolate no, cuando en otros países se les prohibió. Lo que hay es una relación muy irracional con estos productos, porque, por un lado y esto lo trato de demostrar en el libro, un morfinómano a fines del siglo pasado era un enfermo común y corriente, había clínicas para tratarlo, no tenía esta visión delincuencial; pero pasamos a los treinta, cuarenta o cincuenta, y un morfinómano es un hombre que debe ir a la cárcel, no tanto a un hospital. Trato de demostrar cómo poco a poco, sobre todo lo que serían los órganos coactivos del estado, intervienen con este espíritu de intolerancia".
Edición conjunta de Ediciones Era y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Yerba, goma y polvo, explica su autor, tiene la intención de mostrar ''el tránsito de una sociedad que vive con drogas y que no le pasa nada, a una sociedad que las anatemiza''.
En un ''diálogo'' con imágenes provenientes de la Fototeca Nacional del INAH, Pérez Montfort tomó 1870 como punto de partida para su libro, porque son los primeros balbuceos de una política de salud pública. ''Es cuando aparece en la construcción del Estado mexicano contemporáneo esta preocupación y crea el consejo de salubridad. Y lo cierro en 1940, porque la Segunda Guerra Mundial marcó en el ámbito global una nueva relación con las drogas, distinta en gran medida porque muchas de ellas, fundamentalmente la morfina y la heroína, se utilizaron en demasía por la situación bélica. México, por ejemplo, comienza a ser productor y proveedor".
Luego de adelantar que para fines del año próximo publicará un libro ''más científico'' acerca del tema ųproducto de una investigación apoyada por el Ciesas y que le ha llevado poco más de un lustroų, el especialista finaliza: ''Me atrevería a decir que en vez de que se hable abiertamente sobre lo que hacen estas sustancias, existe actualmente una estigmatización que parte de una cosa tan brutal como 'di no a las drogas', pero no se explica porqué; hay un planteamiento de entrada diciendo que las drogas son malas y lo único que hacen es destruir. De hecho es el enemigo público número uno ahora, y vive un proceso de estigmatización muy radical e irracional''.