La Jornada miércoles 22 de diciembre de 1999

Luis Linares Zapata
Desbordamiento hacia el futuro

Las expectativas de triunfo en las venideras elecciones han alcanzado, en los cuarteles del oficialismo, el grado de euforia. Tal estado de ánimo tiene varios referentes y, por ello, bien vale su minuciosa exploración. Uno, muy claro, se encuentra en la desenfrenada confianza, llevada al límite de las certezas, y extendida entre ciertos ámbitos sociales, del triunfo del candidato Labastida.

Ese suceso futuro se da ya como una verdad irreductible puesto que el gobierno, aseguran, pondrá todo el peso de su aparato y burocracia para llenar de recursos y prestigios la balanza e inclinarla así en favor de sus candidatos. En apoyo de ello dan varios datos ciertos y comprobables y los aderezan con intangibles deseos adicionales que llegan hasta ofender la dignidad de la ciudadanía y poner en entredicho la voluntad soberana del pueblo. El voto libre y secreto es, bajo esta óptica, una simple formalidad necesaria pero redundante. Todo está decidido ya y poco importa lo que las urnas digan el 2 de julio.

Otro referente se encuentra en la necesidad, casi biológica, de continuidad, no sólo de la misma fórmula de gobierno, sino de muchos de los mismos funcionarios clave de las finanzas nacionales. Sujetos irremplazables del aparato público, se aduce con pasmosa intransigencia. Y como señal indubitable de las seguridades reinantes, se apunta el primero de los cambios ocurrido en la principal empresa del país: Pemex. Pero si todo lo anterior no fuera suficiente, se recurre al apoyo que dará la marcha de la economía. El crecimiento del PIB para los siguientes dos trimestres se espera alcance cifras superiores a 5 por ciento y puede que lleguen a 7 por ciento. Con tales niveles de actividad productiva, el favor de los mexicanos está dado. No se olvidan, tampoco, algunos oscuros supuestos que sostienen el optimismo del grupo gobernante. Pero ellos son, casi por excelencia, los mejores exponentes de un modelo de ser y actuar que bien podría haberse terminado hace varios años pero que, sin embargo, aún se prolongan, para infortunio del ser nacional. Aparecen entonces los vestigios del acarreo, las presiones sobre los propietarios de medios de comunicación, el fraude abierto (recuérdese el más reciente caso Pachuca), la compra de voluntades pordioseras, la manipulación de casillas desamparadas en secciones lejanas, la estrategia del miedo, las promesas de mejoría condicionadas y las amenazas explícitas de un voto por la fórmula favorita del oficialismo.

Los demás referentes que soportan la eufórica actitud del oficialismo tienen que ver con la salud opositora. Tanto el PAN como el PRD, con sus respectivos candidatos, no pasan por sus mejores momentos. A duras penas Fox ha detenido su caída en las simpatías ciudadanas y no logra posicionarse en tierra firme. Cárdenas no puede recuperar el terreno perdido entre elecciones frustradas de su partido, un gobierno trunco y opaco, las acusaciones de caudillismo, los pleitos internos sin menospreciar la bien orquestada y feroz campaña de desprestigio en su contra. Ninguno de los estrategas del perredismo anticipó la hondura del deterioro sufrido en tan sólo dos años por el otrora triunfante jefe de Gobierno. Nadie esperaba el nivel y la intensidad del castigo que el electorado está, al menos por ahora, dispuesto a infligirle a Cárdenas. Una disposición al voto por CCS menor al 15 por ciento, como casi todas las encuestas publicadas apuntan, lo sitúan al borde del despeñadero. El ingeniero en campaña tiene muy escaso tiempo para iniciar el despegue. Los próximos tres meses serán cruciales. Para marzo, cualquier candidato que no haya rebasado la línea de los 25 puntos porcentuales de preferencias, estará fuera de la competencia.

Fox anda rozando la línea divisoria y no muestra señales de blindarse a sí mismo contra la simpleza y la intemperancia de sus arranques y formulaciones verbales. Si cae por debajo de esa casi mágica cantidad (25 por ciento) su posibilidad de asaltar Los Pinos como pretende hacerlo, quedará en el olvido.

Es en este litigio de poder donde se pueden encontrar mejores razones para entender la trabazón presupuestal de estos fiesteros días. No se puede conceder crédito a la versión oficial de una inminente desestabilización económica debido a los 6 o 7 mil millones de diferencia en las dos posturas encontradas entre el PRI (con el Ejecutivo) y la oposición conjunta del PAN y PRD. Son las alianzas que se buscan deshacer, es el prestigio posterior a obtener si se logra imponer preocupaciones y criterios, son los recursos para fondear mejores gobiernos de oposición lo que se intenta lograr, son las comisiones que se quieren aprobar para amarrarle las manos al aparato hasta donde ello sea factible, es el golpeteo entre poderes para separarlos aún más lo que se encuentra en disputa. Es, en esencia, la capacidad de introducir un cambio, aunque sea mínimo, como muestra de la diversa y factible ruta, lo que está en juego.La oposición sabe que si es derrotada en la Cámara en esta crucial ocasión, mucho del futuro electoral, en efecto, estará más que decidido