Orlando Delgado
La batalla presupuestal
Las imágenes son contundentes: la foto de primera plana de El Universal y Reforma muestran a la bancada priísta celebrando que la votación del pleno rechazó la propuesta opositora por 248 contra 245; La Jornada, en cambio, ilustra la celebración de los diputados opositores al momento de rechazar el presupuesto oficial, primero con un empate en 236 votos y luego con 248 contra 247. Ambas celebraciones ratifican que, con todo y los cañonazos, el PRI no ha podido derrotar la propuesta de presupuesto presentada por las bancadas del PAN y el PRD, elaborada verdaderamente en el Legislativo. El empate hace necesario que el debate continúe.
Nunca como ahora, la presión ejercida por la existencia de un presupuesto alternativo, que señala claramente las diferencias respecto a la propuesta original del Ejecutivo, había provocado modificaciones en el planteamiento que envió Hacienda a la Cámara de Diputados.
Por esta razón, es evidente que la oposición ya cosechó sus primeros frutos: ha obligado a modificar la estimación sobre el precio promedio del crudo mexicano; ha cuestionado el monto de recursos propuestos para el pago de parte de los intereses derivados de las operaciones de Fobaproa; ha mostrado que las aportaciones a entidades y municipios pueden crecer con cargo a la reducción de partidas prescindibles; ha cuestionado la verdad tecnocrática de que la "salud" de las finanzas públicas la determina su proyección financiera; en suma, ha demostrado que se requiere tomar en cuenta lo que piensa y propone la oposición, no sólo para fines retóricos, sino concretamente para modificar las asignaciones presupuestales y, con ello, las prioridades establecidas por la política oficial.
La moneda está aún en el aire, lo que seguramente provocará que si ayer hubo que enfrentar presiones groseras, hoy se llevarán las cosas al límite. Las palabras priístas de que se ha constituido una alianza para la crisis, que propone "aumentar el gasto hoy y repartir mañana la crisis", deben contestarse con la evidencia presente en la situación económica de la mayoría de los mexicanos; la presencia ominosa de los efectos derivados de un manejo torpe de la política de tipo de cambio en el inicio de la administración zedillista, aunada a un uso abusivo de la capacidad de endeudamiento interno en moneda extranjera, todavía existe y se percibe en los bolsillos de muchos compatriotas.
El gobierno federal debe entender que para poder avanzar en lo que verdaderamente el país requiere, en lugar de obstinarse en comprar diputados, hace falta un esfuerzo de conciliación que permita que la próxima foto sea la de una celebración de toda la Cámara de Diputados. Ello se podría lograr si se atienden los principales planteos opositores: i) elevar los ingresos totales a mil 195 313 millones de pesos, lo que supone incrementar el déficit fiscal dos décimas de punto en relación con el PIB; ii) reducir los recursos destinados al IPAB en 3 mil 900 millones de pesos; iii) incrementar el fondo participable para estados y municipios hasta llegar a 7 mil 950 millones de pesos; y iv) elevar en 700 millones la partida para educación.
El país no se irá al precipicio con estas adiciones y modificaciones al gasto. Nadie puede demostrar que esto puede ocurrir, por lo que insistir en ello sólo lleva a complicar las posibilidades de lograr un acuerdo. Muchos en el PRI quieren ganar a toda costa, sin importarles las consecuencias; para ellos, se trata de demostrar que el PRI siempre gana, por las buenas o por las malas; comprando, nunca convenciendo. La victoria, si la consiguen, será pírrica. En cambio, si el Ejecutivo reconoce que hay razones válidas en la propuesta opositora y consensa, ganaríamos todos, lo que, ciertamente no parece probable: el pretendido nuevo PRI nunca nació. El mismo viejo y conocido PRI sigue presente.