José Cueli
Exigencias imposibles
De cara a los últimos encuentros entre los representantes de rectoría y el CGH surgen dos formas para entender las negociaciones entre ambos: como hecho de conducta o como actitud mental. Formalmente las negociaciones son, ciertamente, un acto de conducta. Visto así, este aspecto nunca será suficiente para que el diálogo se lleve a cabo. La negociación es, sustancialmente, una actitud mental por parte de ambos negociadores. Es la actitud mental (de confianza) de ambas partes la que otorga sentido y valor a la negociación. Para que se dé esta actitud mental será necesario introducir el menor número de variables; no exponerlo a ningún estímulo extemporáneo, ya que resulta perjudicial para las negociaciones. Ejemplo de esto han sido rupturas de las mismas estas semanas debido a diversas protestas extrauniversitarias por parte del CGH, generadores de más desconfianza.
En la negociación tienen que existir un conjunto de relaciones fijas que incluyan tanto el diálogo como las características formales (formato) de la negociación misma (tiempo, lugar, personas). Hay que tomar en consideración que en la negociación se configura un diálogo y un no diálogo. La insoslayable presencia del lenguaje está edificada sobre la ausencia de las cosas y, si las palabras nada pueden expresar, es imposible la negociación. De acuerdo con lo anterior, podemos inferir que resulta imprescindible que las características formales y el diálogo queda perfectamente delimitados. Si bien al aparecer alteraciones a la negociación en el formato estas dan acceso a problemas hasta ese momento inadvertido que no justifican en manera alguna modificarlo como sucedió con los últimos acontecimientos del "diálogo". Estas alteraciones son inconvenientes para la negociación, al surgir artificios que (Ƒes justo o no protestar por el congreso de la OMC en Seatle) o querer incluir a las prepas populares y el cleta?) no van a poder pasar a formar parte del diálogo. De ninguna manera tienen los negociadores del CGH la libertad de modificar el marco forma y agenda del diálogo, ya que es una manera de pronunciarse contra la negociación misma; máxime si lo que está en juego es la vida académica de nuestra universidad.
Por otra parte, resulta evidente que todas las informaciones que en la negociación ambas partes negociadoras, representantes de rectoría y CGH tienen un carácter perturbador y es en esas circunstancias que emergen estados afectivos a veces regresivos, (angustias, miedos, dolor, rabia) más intensos y menos visibles, que se deslizan en el encuentro y van en contra de la promoción del diálogo. Por tanto, a partir de la ruptura del marco formal, tiempo, espacios y personas aparecen nuevas configuraciones en el material.
Más esto no autoriza en modo alguno a modificar dicho marco formal que deberá a ser estable para dar paso al diálogo con sus múltiples variables. En otras palabras, dicho marco tiene que gozar de autonomía y no girar o modificarse en torno a las variables que no sean inherentes y permitan el diálogo mismo. Toda manipulación pretende continuar "algo", pero lo único que consigue es desestabilizar y contaminar las variables sobre las que la negociación y el diálogo deben operar. Estas contingencias gravitan desde afuera y el marco formal las tiene que revisar a la corta o a la larga; más no permitir que entrampen el proceso de desarrollo del diálogo.
"Negociación es sinónimo de concierto, convenio, trato, causa e incluye también las acepciones de ceder y traspasar. Vocablos todos, qué en su honda raíz, implican compromiso, capacidad reflexiva, consistencia, así como respeto a las normas y principios. Si se pretende acceder a ello, habrá que desarrollar una actitud mental hacia el diálogo y apegarse al marco formal.