MAR DE HISTORIAS Ť Cristina Pacheco
La traición de Santa Claus
ųMientras tu mamá termina de limpiar el horno, ven para que te dé tu regalitoų. Rebeca saca del trinchador un paquete envuelto para regalo y se lo ofrece a Herminio. La curiosidad y la avidez iluminan el rostro del niño. Sin embargo, antes de aproximarse a la patrona consulta a su madre con la mirada.
ųHerminio, te habla la señoraų. Enedina vuelve a mirar la negra boca del horno todavía lleno de cochambre. ųNo se te olvide darle las gracias.
ųA mí no tiene que agradecerme nada porque yo no se lo compréų. Rebeca deposita en las manos del niño el regalo y se le queda mirando: ųƑSabes quién te lo trajo? šSanta Claus!
Herminio deja caer el regalo, lo observa rencoroso y lo aparta de un puntapié. Rebeca no sabe cómo interpretar la reacción del niño y, desconcertada, intenta sonreír:
ųƑY eso? No me digas que no te gustan los regalosų. La sonrisa se desvanece cuando advierte que el niño está a punto de llorar: ųPero, Ƒpor qué? Enedina, ven.
Antes de llegar al comedor Enedina escucha el gemido de su hijo y corre a abrazarlo.
ųƑQué te pasó? Estabas muy contentoų. Al inclinarse para enjugar el rostro del niño, ve el regalo en el suelo. Intenta levantarlo pero se lo impide un nuevo gemido de Herminio.
ųVálgame Dios, Ƒqué tienes? ƑPor qué no has abierto tu regalo? Quiero ver qué es. ƑLo abrimos?
El niño niega con un enérgico movimiento de cabeza. Rebeca se aproxima a Enedina y le habla en voz baja:
ųEstaba bien, pero enojó cuando le dije que el regalo se lo había dejado Santa Claus.
ųAh, entonces fue por eso ųmurmura Enedina y se acerca a su patrona para decirle al oído: ųƑSabe usted? Mi niño no quiere nada a Santa Claus.
ųƑY eso? ųpregunta Rebeca, aún más desconcertada.
Enedina suspira y levanta los hombros. Después se esfuerza para tranquilizar a su hijo con una sonrisa:
ųMi amor, Ƒpor qué no te vas a jugar al patio mientras termino de limpiar el horno? No me tardo.
Herminio da media vuelta y se dirige a la puerta, como si quisiera alejarse del regalo. Enedina se apresura a levantarlo.
ųšAy, doña Rebe, qué pena tengo!
ųNo te preocupes, mujer, yo sé cómo son los niños. Lo que lamento es haber ofendido a tu hijo. Mírarlo, va enojadísimo.
ųPero no con usted, sino con Santa Clausų. Enedina pasa la mano sobre el papel metálico que envuelve el obsequio. ųA veces uno hace cosas sin imaginarse las consecuencias que tendrán.
ųƑA qué te refieres?
ųEs una historia muy largaų. Enedina calla hasta que logra ordenar sus pensamientos: ųDesde que Herminio empezó a ir a la escuela le dio por preguntarme por su papá. Le contesté lo primero que se me ocurrió: "Anda muy lejos, abriendo carreteras y caminos". Es cierto: trabaja en eso, al menos hasta donde sé. Al poquito tiempo Herminio volvió a preguntarme: "ƑPor qué mi papá no viene a vernos?" Le contesté que no podía porque andaba de un lado a otro. Ni modo de decirle la verdad: que Joaquín ni siquiera lo conoce. Cuando salí del hospital lo mandé llamar con mi hermana. ƑSabe lo que le dijo? Que no tenía por qué ir a verme y ni siquiera estaba seguro de ser el padre del niño.
ųšQué bárbaro!
ųƑBárbaro? Desgraciado, diría yo. Pero mire, con todo y eso yo decidí guardarle su lugar. A mi hijo, desde chiquito, le enseñé el retrato de Joaquín para que viera que tiene un padre. De tonta no pensé que con el tiempo el niño querría verlo. Cuando me lo dijo me agarró de sorpresa y lo único que se me ocurrió fue decirle eso de que Joaquín anda siempre construyendo caminos. ƑCree usted que hice mal?
ųAy, Enedina, no séų. Rebeca se interrumpe y reflexiona: ųA lo mejor debiste decirle que su padre había muerto.
ųMi hermana también me lo aconsejó, pero no lo hice porque me dio miedo. Pensé: si aquél tiene un accidente y se muere, siempre me quedaré con la idea de que fue por mi culpa.
ųNo sé cómo puedes tenerle esa consideración a un hombre que te abandonó con tu hijo. Piensa en Herminio. Llegará el momento en que te diga: "Oye, Ƒqué tan grandes son las carreteras que hace mi papá? Nunca termina".
ųYa me lo dijo el año antepasado, precisamente para Navidad. Pobre angelito: me preguntó si su papá vendría a visitarnos. Le contesté que no era seguro porque estaba haciendo un camino desde el Polo Norte hasta México para que pudiera venir Santa Claus.
ųAy, Enedina, no sirves para decir mentiras: todos los niños saben que Santa Claus vuela en su trineo.
ųHerminio me lo dijo y le respondí: "Ya no volará porque como ha habido muchos accidentes con los aviones, tiene miedo y prefiere viajar por carretera." Estuvo bien, Ƒno?
ųSi te creyó... pero dime, Ƒcómo se te ocurrió lo del Polo Norte?
ųPor un anuncio. Ni me acuerdo dónde lo vi. Me llamó la atención porque Santa Claus decía: "Hice un largo viaje, desde el Polo Norte hasta acá, sólo para traerte un regalito".ų Enedina sonríe complacida: ųYa sé lo que está pensando, pero mire, cuando se lo dije al Herminio estaba muy chiquito y pensé que con el tiempo se le olvidaría. Es más, ya ni me acordaba de eso, pero el niño me lo recordó aquí el año pasado.
ųƑCómo?
ųTenía al Herminio en la cocina mientras limpiaba los romeritos. En eso entró doña José y le dijo: "Un pajarito me contó que como vas muy bien en la escuela este año sí va a venir Santa Claus a tu casa". El me preguntó si era cierto. Le contesté que sí, creyendo que lo que le interesaba era el regalo. En la tardecita, cuando íbamos para la casa, me salió con lo que menos me esperaba: "Si Santa Claus viene a traerme regalos es porque mi papá ya terminó de hacer el camino desde el Polo Norte. ƑAhora ya puede venir a visitarnos?" ƑQué iba a responderle? Pues que sí.
ųTu hijo me encanta: es listísimo. Ojalá nunca deje de estudiar.
ųEse es mi sueño. Al acostarme le pido a Dios que me preste vida para el día siguiente. Por la mañana, cuando me recuerdo, lo primero que hago es agradecérselo a Nuestro Señor porque así podré seguir trabajando para que el Herminio siga yendo a la escuela y un día tenga un título.
ųDeberías pensar un poquito en ti.
ųƑPara qué? Todo lo que me importa en la vida es mi hijo. El sólo me tiene a mí porque desgraciadamente no supe darle un buen padreų. Enedina clava los ojos en la alfombra: ųNo entiendo cómo es posible que a un hombre no le importe saber de su hijo. Ni los animales son así.
ųA lo mejor un día Dios toca el corazón de Joaquín y vuelve a buscarlos.
ųNo lo creo ni lo espero.
ųPues tú no, pero tu hijo síų. Rebeca advierte la preocupación en el rostro de Enedina: ųƑCómo justificaste con Herminio que su papá no regresara el año pasado?
ųFue terrible. No se imagina lo que sentí cuando llegamos a la casa y Herminio me pidió que le escribiera la carta a Santa Claus. Decía: "Aunque no me traigas regalos agarra a mi papá de la mano y déjalo en la puerta de la casa, porque tengo muchas ganas de conocerlo y cantarle la canción de los pastorcitos que me enseñaron en la escuela".
Enedina se cubre la cara para ocultar su llanto: ųLa noche del 24 me costó trabajo que el niño se durmiera... Cuando despertó le enseñé un camioncito que yo le había comprado: "Te lo dejó Santa Claus". "ƑY mi papá?" Le respondí que Santa Claus lo tenía trabajando en hacer otro camino para llegar al Polo Sur. Eso también queda muy lejos, Ƒverdad?