Ť Complicado y emocionante encierro de Huichapan en la octava corrida


Digna confirmación de El Zapata, que merece más oportunidades

Ť Rafael Ortega resultó conmocionado; Uceda, sin plan en sus tres toros; otra entrada simbólica

Lumbrera Chico Ť Tan ardua como una cena navideña en familia, tan infructuosa como una discusión acerca de si la década, el siglo y el milenio concluyen este año o el próximo, y tan masoquista como recibir el 2000 fuera de la propia cama, resultó la octava corrida de la temporada grande, en la que los toreros se las vieron con un bien presentado encierro de la ganadería de Huichapan.

Toros que acusaron los problemas y las emociones que produce la edad reglamentaria ųcuatro añosų, esa que por inexcusables razones no aparece en los encierros que enfrentan las figuras nacionales e importadas.

El hierro de Huichapan, caracterizado por enviar a la Plaza México reses con cuajo ųque a la postre podrán resultar bravas o mansas, sosas o emotivasų, hace años es sinónimo de emoción, no de show vistoso. Ello acarrea las consabidas penalizaciones por parte de la empresa, que ni de broma lo propone a sus toreros consentidos, sino que lo destina a toreros modestos o a indeseables, aquellos que pueden obligar a los ases a desquitar el sueldo y, además, en fechas poco atractivas.

Mientras tanto, los ganaderos que sí son amigos de Herrerías ven desfilar sus mansadas frente a alternantes con cartel y gran experiencia, pero ayunos de afición y de presión, como no sea de un creciente sector del público cada vez más harto de tanta apariencia.

El Zapata, Ƒdónde andaba?

En México hay buenos toreros jóvenes, lo que ocurre es que no son amigos de los empresarios, ni de los ganaderos, ni de las figuras, por lo que su futuro no puede ser más incierto. Uno de estos buenos toreros jóvenes es el tlaxcalteca Uriel Moreno, El Zapata, que a tres años siete meses de haber tomado la alternativa y de triunfar seguido en plazas de provincia, llegó por fin a la discriminadora Monumental México.

Luego de un minuto de aplausos en memoria de Pedro López Anaya, ex juez de plaza que le "infundió la más bella de las aficiones" a Jorge F. Hernández, autor de la novela La emperatriz de Lavapiés, Uriel Moreno estuvo bien, muy bien de capa, con el cárdeno que abrió plaza, Tuzo, con 500 kilos.

Fueron cinco verónicas convencidas y convincentes en las que prevaleció la largueza, el temple y el mando, para cerrar con ceñida media. El aterido público se olvidó del frío y se asombró con la novedad de otro buen torero mexicano joven.

Luego de empujar en un puyazo, si bien con la cara arriba como todos sus hermanos, Tuzo se dejó envolver en la magia de tres hermosas gaoneras y una revolera eterna de El Zapata, provocando en un viejo aficionado la expresión: "šVaya con el vetado por los alfagos!"

ortega.rafael.04 Ya con las banderillas el joven Moreno bajó de tono, pues además de lo poco certero que estuvo en el toro de su confirmación y en el quinto de la tarde, tiene el grave defecto, para un rehiletero mexicano, de banderillear a la española, es decir, juntando los palos antes de clavar, lo que resta dificultad y estética a la suerte. Para colmo, aún estaba muy fresco en la memoria de los aficionados el monumental par al sesgo dejado en la séptima corrida por El Chatito de Acámbaro, sin llevar el par hecho sino haciéndolo todo él.

Como ya ocurrió esta temporada y le ha ocurrido a otros encierros de Huichapan, un peón desde el burladero, por la falta de costumbre de lidiar reses con edad, estrelló a Tuzo en la barrera, mermando considerablemente sus facultades de toro alegre y emotivo.

Con todo, El Zapata aprovechó cabalmente la suave embestida que conservó el astado, iniciando la faena con el desusado y difícil muletazo de El Imposible, para luego ejecutar series por ambos lados, con solvencia, con ganas, gustándose. Pero el daño ya estaba hecho y el noble ejemplar pronto se vino abajo. Mató de pinchazo y estocada.

Por el accidente de Ortega, tuvo Uriel que pasaportar al resabiado segundo de la tarde, y con el quinto, Lumbrero, sin permitir que su peón lo bregara, no se acomodó con el capote. Más impresionado por el percance sufrido por su padrino que por la medida bravura de su enemigo, El Zapata ordenó un segundo puyazo, por lo que el toro llegó a la muleta con un cuarto de embestida. Al intentar un pase por el derecho sufrió un pitonazo en la boca y decidió cortar por lo sano. De pinchazo, entera tendida y un descabello acabó con el tal Lumbrero. Fue llamado al tercio a agradecer la aprobatoria ovación pues el público sintió que en este Zapata existen posibilidades reales de liberación torera, siempre y cuando los enemigos del cambio taurino lo dejen torear.

Infortunado celo orteguiano

Presionado por el impactante toreo de capa de su coterráneo Uriel Moreno, el poco valorado por la empresa y peor administrado Rafael Ortega ųtriunfador de varias temporadas recientes, incluso con toros de Huichapanų se enfrentó a Campeón, negro entrepelado con un par de pitones y 500 kilos en los lomos.

Desde los primeros lances el toro acusó mal estilo y mucho sentido, sobre todo por el lado derecho. Luego de recibir el burel una vara sin empujar, Ortega ejecutó dos ceñidas chicuelinas y al intentar el remate, por el pitón derecho, soltando una punta del capote, fue prendido por la corva y lanzado a gran altura, para dar una maroma completa. Cayó sobre el tobillo izquierdo, golpeándose fuertemente la cabeza y de milagro no se llevó la cornada sino un rozón en la mejilla izquierda.

Inconsciente, Ortega todavía fue prendido por el extremo de la taleguilla, antes de que la cuadrilla lograra quitarle al toro, y en medio de aquella escena el cuadro trágico de Manet volvió a cobrar vida. ƑPor qué clase de lagartijas ha estado pagando el público para ver las posturitas que son capaces de hacer los Ponces, Cavazos y Julis?

Hasta nunca, Uceda

Del larguirucho madrileño José Ignacio Uceda Leal no hay más que decir que borró la decorosa impresión causada en la corrida inaugural y, en contraste con Manuel Caballero, referencia obligada a partir del pasado 19 de diciembre, no supo ni quiso emplearse a fondo. Salvo unas naturales y medidas chicuelinas andantes a su segundo, ni se colocó a la distancia ni pudo templar la clara embestida de Príncipe. Y con el que cerró plaza, emotivo y con recorrido, anduvo sin temple y sin plan, con ganas de volver a casa a recibir el año. "šAntonio Urrutia lo hubiera hecho mejor!", fue el grito para el inefable y en esta ocasión como preocupado empresario.