Adolfo Pérez Esquivel*
Ecuador, una esperanza frustrada
Desde hace más de 25 años viajo regularmente al Ecuador y en todo ese tiempo el pueblo, con sus altibajos, pudo encontrar formas de desarrollo y subsistencia a pesar de las dificultades. Este país pequeño, con una numerosa población indígena multicultural y étnica, potencialmente rico y con grandes posibilidades de desarrollo, incluso con una diversidad de climas desde la costa a la sierra que podría desarrollar el turismo, ha basado su economía en el petróleo y en las industrias bananera y pesquera.
Hasta hace muy poco tiempo el conflicto mayor estuvo signado por los continuos enfrentamientos con el pueblo hermano del Perú, por la soberanía de los Altos de Cenepa, Cordillera del Cóndor. El conflicto estalló en la guerra de 1995, a la que se puso fin gracias a la intervención de los países garantes y luego con la firma de los acuerdos de paz en Brasilia, por los presidentes Jamil Mahuad y Alberto Fujimori. Ambos tuvieron que ceder en algo, sin afectar soberanías ni honores, y aunque no fue ideal para los dos países se pudo lograr una solución adecuada.
El pueblo ecuatoriano siempre mostró mucho coraje y resistencia, y esto se evidenció con su protagonismo masivo en la destitución del presidente Abdalá Bucaram, que había llevado al país al abismo. Y también ha sido histórica la resistencia de los pueblos indígenas reclamando sus derechos a la tierra, a sus lenguas e identidad cultural. En el último viaje íbamos preocupados por lo que conocíamos de la situación a través de las noticias, pero ya en el lugar nos dimos cuenta que era mucho más grave de lo que imaginábamos.
El contacto directo con la población mostró la fuerte crisis de valores y el aumento de la violencia social como respuesta a la violencia estructural. Las políticas implantadas por el FMI y el BM, la deuda externa y la corrupción han erosionado dramáticamente la vida institucional del país. Empobrecido y aislado, Ecuador pareciera estar sufriendo la maldición bíblica de los siete años de las vacas flacas y no se ven los signos de los siete años de bonanza. Los ecuatorianos viven la angustia de sus esperanzas frustradas, con graves condicionamientos externos e internos, conflictos y penurias climáticas, como el efecto del Niño con su avasalladora destrucción: carreteras arrasadas por las inundaciones, sembradíos desaparecidos, terremotos, pueblos destruidos, a lo que se añaden los amenazantes volcanes en erupción, como el Tungurahua y el Guagua Pichincha.
Las cenizas de este último, situado en las inmediaciones de Quito, cubren toda la ciudad y los ecuatorianos enfrentan esos fenómenos naturales y reconstruyen con un gran esfuerzo. Es un pueblo que tiene la paciencia y la sabiduría de sus culturas ancestrales. Pero hay otras calamidades agregadas y fenómenos que no son de la naturaleza precisamente, provocados por los banqueros, que han dejado a la población a la intemperie, desprotegida, víctima de la corrupción y la impunidad.
La revista Vistazo publicó recientemente un informe sobre la situación de la banca ecuatoriana y contó cómo los banqueros huyeron a Miami, refugio de sus fechorías. El Nuevo Herald informó que además de los banqueros Isaías y Landes, viven miembros de la familia Ortega, ex dueña del Grupo Continental, intervenido por el gobierno a mediados de 1990. El gobierno salió al rescate de los bancos desembolsando 150 millones de dólares para salvar al Filanbanco, salvataje que insumió finalmente 800 millones de dólares.
A estas calamidades se suma que 54 por ciento del presupuesto nacional es destinado al pago de los intereses de la deuda externa.
Con este panorama es imposible avanzar en los programas de desarrollo social y nacional, superar la grave situación y su expresión es la generalización de la violencia social que ha llevado en algunas provincias, como Guayaquil, a implantar el estado de sitio.
El gobierno se ve sin oxígeno para desarrollar políticas y solucionar aunque sea mínimamente los problemas, al aceptar las exigencias del FMI y el BM y las presiones del gobierno de Estados Unidos. Congeló los fondos depositados por el pueblo en los bancos, no pudiendo retirarlos hasta el mes de abril del 2000, con la incertidumbre de lo que pasará con esos depósitos. Así, a las tragedias naturales, los rezagos estructurales y los huracanes del modelo se une esta acción contra el pueblo, en favor de los grandes grupos de poder, colocando al gobierno en su nivel más bajo de credibilidad y de sumisión.
Para acceder a un crédito del FMI, bajo fuerte presión del gobierno de Estados Unidos, tuvo que votar contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.
Las bases militares de EU
También esas presiones llevaron al gobierno ecuatoriano a ceder ųsin pasar por la aprobación del Congreso Nacionalų la base militar de Manta a Estados Unidos, en momentos que dicho país debe retirarse de Panamá. Los acuerdos, en principio, se hicieron con el argumento de la lucha contra el narcotráfico, en particular proveniente de Colombia, y aunque se fijaban sólo tres meses de permanencia se han extendido a diez años.
Actualmente, Estados Unidos sigue construyendo pistas de aterrizaje para sus aviones, y los acuerdos determinan inmunidad diplomática para todos los integrantes de la base militar y el uso de los aeropuertos ecuatorianos. En la reciente visita que realicé a Manabi, y a Manta, la Capitanía del Puerto dispuso ųcon toda la solidaridad que les caracterizaų una embarcación para recorrer la hermosa bahía que es el orgullo de sus habitantes.
Ya en la mar navegamos prácticamente al lado de una nave de guerra de Estados Unidos, con los misiles en posición de tiro y los marines en posición de presentación para la entrada al puerto de Manta. Es evidente que semejante poder de fuego no era para combatir el narcotráfico.
Y los ecuatorianos se han encontrado ante la amarga realidad de la violación de la soberanía en el lugar y el peligro que significa esta presencia. Así, mientras Ecuador y el Perú felizmente pusieron fin a la guerra por la Cordillera del Cóndor, en lo alto de Cenepa ųregión en la que estuve durante el conflicto de 1995, y que costó muchas vidas y recursos humanos y materialesų, hoy se entrega a una superpotencia extranjera, sin cargo, la base militar de Manta. Algo terrible debí escuchar también de parte de un banquero ecuatoriano que dijo estar ''muy preocupado'' por la base militar, pero era en realidad porque el gobierno ''tendría que haber hecho un mejor negocio'' con los gringos y ''haberles sacado dinero'' a cambio de la base. Tristemente hay algunos comerciantes que piensan que los yanquis les dejarán dólares y que entonces reactivarán sus maltrechas economías. La frustración es tan grande, que en muchas provincias se ha reavivado el problema de las ''autonomías'', la necesidad de pensar en otras formas de gobierno más federativas y socializadas.
El ex presidente ecuatoriano y actual alcalde de Guayaquil, León Febres Cordero, es uno de los impulsores de las autonomías, aunque Manabi y otras regiones tienen sus propios proyectos y alternativas al respecto. Cuestionan severamente el centralismo de Quito y la falta de distribución más equitativa de los recursos. Otros, como la provincia de Ríos, plantean una estructura federal. Es un debate que adquiere fuerza en estos momentos y a la vez representa un riesgo para la integridad de Ecuador frente a la situación social, ante la pérdida de valores y la desesperanza. Incluso en esos días escuché que algunos sectores proponían la expulsión de Jamil Mahuad, pero aunque es necesario que el pueblo encuentre alternativas para nuevas formas en el hacer político y recuperar protagonismo, no creo que la solución pueda ser solamente cambiar presidentes, al estilo de lo que se hizo con Bucaram, sino lograr establecer políticas sociales a partir de las necesidades verdaderas y exigir que se garanticen los recursos necesarios.
Así lo considera también monseñor Mario Ruiz, arzobispo de Manabi. Sería importante acabar con la impunidad y pedir la extradición de los banqueros responsables de saquear los recursos de los ahorradores, reclamando los fondos que se llevaron y juzgándolo como corresponde, de acuerdo con las leyes ecuatorianas. Y esto significa imponer un correcto funcionamiento de la justicia, con jueces al servicio del pueblo y que apliquen las leyes correctamente, ya que sobre la impunidad es imposible construir un proceso democrático. El pueblo ecuatoriano tiene reservas éticas y valores para volver a la escena y reclamar al gobierno un giro fundamental en su política, superando los miedos que paralizan. Los estudiantes franceses, en su rebelión de mayo del 68 en París, decían: ''Seamos realistas, pidamos lo imposible''. El pueblo ecuatoriano tiene un camino por recorrer y hacer posible lo imposible.
*Premio Nobel de la Paz 1980