La Jornada martes 28 de diciembre de 1999

Teresa del Conde
Diego: cubismo, cezanismo y cambio

Esta nota es continuación de la anterior, dedicada a acentuar la relación amistosa que Rivera mantuvo con Illya Ehrenburg. William Robinson hace mención de la misma en el libro Arte y revolución, que acompaña y complementa la exposición vigente en el MAM hasta marzo. Es desafortunado que un cuadro tan importante como Dos mujeres, perteneciente a la colección del Arkansas Center Foundation, no haya podido presentarse aquí: es como una síntesis de las propuestas cubistas del pintor y una demostración de que aunque el cubismo discutió la pertinencia del retrato ųpor ser género narrativoų la retratística cubista, de Diego Rivera y de otros, Picasso incluido, genera un buen motivo de análisis. En la pintura a la que me refiero los personajes se reiteran a modo de reflejos, ilustrando las vinculaciones entre cubismo y futurismo hacia 1914. La presencia de otros cuadros compensa esta ausencia. Varios seguían esa vena, no sólo Gleizes, Metzinger (que eran los teóricos) y Rivera, sino también Boccioni y hasta Leonel Feininger. La Plaza de toros en Madrid, cuadro perteneciente a la Capilla Alfonsina, es una de las piezas deliciosas de la muestra y guarda cierta similitud con algunas composiciones de Gino Severini de esos años (1915). Este fue uno de los máximos propulsores del "retorno al orden" que no sólo ejemplificó con sus obras, sino con un libro titulado Du Cubisme au Classicisme, que se publicó en París, en 1921. Siguiendo con los retratos cubistas: se exhiben el del arquitecto Jesús Acevedo (1915), algo semejante en tónica al de Martín Luis Guzmán, del mismo año, ostentando elementos mexicanistas que reaparecerán en una pieza polémica en su momento: el afamado Paisaje zapatista, también conocido como El Guerrillero (colección Munal) que tiene en su reverso otro cuadro interesante, visible dada la museografía diseñada para su adecuada apreciación: La mujer del pozo ejecutada antes que el Paisaje... ƑQué cosa muestra eso?, algo posiblemente muy obvio: en 1915, estallada la guerra, había escasez de telas. Rivera decidió usar el reverso de una ya pintada para concretar sus inquietudes de ese momento. Picasso apreció el Paisaje y se dice que se apropió de algunos elementos compositivos que utilizó para un cuadro suyo del mismo momento, al que modificó después de la declaración riveriana de "fusilarse al zapatista" (Diego decía que esta pintura era "su trofeo mexicano''). Como dato curioso para el lector, anoto aquí que hay un homenaje al paisaje zapatista en la exposición exhibida en la Sala Gamboa Vistas y conceptos, aproximaciones al paisaje. Se titula Nuevo paisaje zapatista, es de Arturo Bañuelos y hace una sesgada referencia al actual movimiento zapatista, no sé si intencionalmente o de manera preconsciente.

Entre las naturalezas muertas exhibidas (hay varias) destaca por su adecuada composición la de Mallorca, perteneciente al Museo de Ohio. Para ese momento Rivera contaba con un dealer que resultó a la larga discutible: Léonce Rosenberg se hizo de numerosísimos cuadros cubistas en ese entonces y bloqueó la producción no cubista del pintor, adquiriéndola a la par de la que sí lo era y escondiéndola. Aún hoy día sería posible pesquisar dónde fueron a dar esas obras, cosa que requeriría años de investigación. Después del pleito conocido como el affaire Rivera o el affaire Reverdy (hubo cachetadas, objetos propulsados, insultos, etcétera) que tuvo lugar durante un banquete organizado por Rosenberg, al que asistieron 22 pintores y el crítico Reverdy en marzo de 1917, Rivera empezó a pensar en retirarse del cubismo y es entonces cuando aparecen en forma evidente los síntomas de su acercamiento a Cézanne. Desde mi punto de vista ya los había antes, pero fue hacia fines de 1917-18 que se acentuaron. No obstante su rompimiento con el cubismo le produjo crisis económica, pues su dealer Rosenberg (el primer propietario del Paisaje zapatista) lo dejó sin contrato. Hay varias obras cezanianas en la muestra, pero una llama la atención sobre todas, porque remite no tanto a Cézanne cuanto a Chardin, por ejemplo, a Zurbarán y hasta a Morandi. Es una bellísima naturaleza muerta de 1918 que proviene del Museo de Arte de Dinamarca, misma institución que prestó el retrato del escultor Paul Cornet, que es de ese mismo año, el año del armisticio con el que terminó la guerra. Para entonces Diego Rivera había trabado amistad con el médico e historiador del arte Elie Faure, a quien también retrató (creo ese cuadro está perdido). En gran medida Faure, que escribió una historia del arte en cinco volúmenes, todavía vigente, fue responsable de que se le instaurara la necesidad de ir poniendo los ladrillos que le permitieran expresarse como después lo hizo. Diego hizo un retrato del hijo de su amigo: Jean Pierre Faure, es un espléndido dibujo a línea: toda una lección.