Alberto Aziz Nassif
Adiós a 1999
Poco atractivo puede resultar cerrar un año cuando en todo el mundo se realizan los últimos preparativos para celebrar el fin y el inicio de un siglo y, sobre todo, de un milenio. Buenos deseos, fiesta, luces y colores, especulación sobre las novedades que tendrá el nuevo el siglo XXI, mucho confeti y la expectativa de que las computadoras no provocarán un caos, son los acompañantes que tendrá la llegada del año 2000. Sin embargo, aquí en México además cruzaremos esa frontera simbólica con graves retrasos sociales, con una estructura política que estará a prueba en la próxima elección, y con una economía globalizada y excluyente. Con estos ingredientes, el balance político de 1999 es complejo: veamos algunos casos.
Sin duda, este año que terminará en tres días, dejó el malestar de la UNAM. Mes tras mes, fue un conflicto que creció y llegó a ser una tragedia: pérdidas millonarias en horas, recursos y, sobre todo, pasó a ser como la expresión de un espejo del país. Detrás de la intransigencia estudiantil hay una generación universitaria a la que se le ha complicado su futuro. Así, un paro que podría haber durado unas cuantas semanas, ahora acumula meses y seguirá el próximo año. En México ya nos acostumbramos a que los conflictos se prolonguen de forma indefinida y luego se pudran sin resolverse. La UNAM empieza a repetir la experiencia de Chiapas. Un gobierno que puede soportar meses con su principal universidad parada, valora poco la educación superior y la investigación científica.
En materia de partidos políticos, 1999 ha dejado paradojas y contradicciones. Cuando el país ha llegado a uno de sus momentos de mayor competitividad electoral, cuando el discurso oficial presume que ya arribamos a la democracia, somos testigos de que la mercadotecnia, el dinero y los viejos intereses dominan el escenario. Este año los procesos de selección de candidatos a la Presidencia de la República mostraron innovaciones, que se desplegaron dentro de un completo vacío jurídico. En la última reforma electoral no se menciona ni una sola palabra sobre los procesos internos. A partir de algunas elecciones estatales se prepararon los escenarios nacionales, la alianza opositora de Nayarit mostró la fuerza de las coaliciones, y el estado de México fue su contraparte. El balance de 1999 fue más positivo para el PRI que para la oposición. Mientras el partido tricolor logró un proceso sin rupturas, se ubicó en la primera posición de arranque en la intención del voto y creó un efecto propagandístico de novedad, los partidos de oposición no pudieron concretar su proceso de alianza con lo cual generaron un efecto de decepción en amplios sectores de la sociedad, ya que 60 por ciento del país apoyaba una coalición amplia.
Otro caso es el presupuesto para el año 2000, que se ha convertido en una piedra en el zapato del gobierno federal. La oposición aprovechó su posición numérica y cambió partes significativas del gasto social e impuso candados sobre los recursos para el Instituto de Protección del Ahorro Bancario (IPAB). La Cámara de Diputados, dividida en mitades, ha sido incapaz de sacar adelante el presupuesto, por lo que hubo necesidad de ir a un segundo periodo extraordinario, con lo cual quizá se podrá tener una negociación y una votación mayoritaria. En las próximas horas sabremos el resultado.
Terminamos 1999 con evidencias de que el ejercicio del poder será un obstáculo para la democratización: los mecanismos corruptores del PRI entre algunos diputados que eran de oposición, para asegurar su proyecto de presupuesto; el funcionamiento de la maquinaria priísta durante su elección interna; el tratamiento preferencial que ya se le da al candidato Labastida en muchos medios masivos; la resignación social a que el PRI siga en el poder; las entrañas excluidas del país que emergen cada día con fuerza, son indicadores de la mezcla que veremos el año que se inicia. Hoy le decimos adiós a este año que fue de preparación. El 2000, con su enorme carga simbólica, será un año de una gran densidad política, en donde, a pesar de todas las inercias y lo difícil que puede resultar imaginar un escenario optimista, puede resultar sin tragedias, y eso ya es ganancia. El 2000, que se inicia dentro de tres días, será importante para el futuro del país no sólo porque definirá la opción política de los próximos seis años, sino porque por primera vez en décadas el resultado es incierto. Adiós a 1999.